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lunes, 30 de marzo de 2020

Mujercitas (2019) y las exigencias editoriales

Hace unos meses se estrenaba la última versión cinematográfica de Mujercitas, el clásico de Louisa May Alcott, dirigido por Greta Gerwig. La película contaba con un elenco de actrices de primera fila, y buscaba ofrecer una versión con un cierto toque de modernidad de este clásico de la literatura. El resultado final he de reconocer que me resultó un poco confuso debido a los saltos temporales, ya que si bien en otras adaptaciones han resuelto el paso del tiempo utilizando a diferentes actrices según las edades, en esta ocasión Gerwig ha decidido utilizar a las mismas todo el tiempo, indicando la época con otras pistas visuales... Aunque esto por otro lado tiene la ventaja de mantener en todo momento el alto nivel interpretativo.

Sin embargo, lo más curioso de la adaptación y de lo que quería hablar en esta entrada es sobre el metacomentario que he percibido en ella sobre el rol de las mujeres en la sociedad, y las exigencias que sobre ellas a veces se ejerce; en la peli centrándonos concretamente en el mundo editorial, pero sin que cueste nada extrapolarlo al cine, e incluso a la propia película.

Me explico: la trama de Jo, protagonista principal de la peli, y claro trasunto de la propia Louisa May Alcott, gira en torno a su deseo de convertirse en escritora y publicar. Tiene una subtrama romántica, sí, pero esta queda bastante en segundo plano comparada con sus aspiraciones artísticas. Sin embargo, hacia el final del metraje, su editor le pone una condición muy concreta: la protagonista femenina de su historia debe acabar el relato casa. Es lo que el público pide.

Finalmente Jo cede e incluye la escena requerida. Curiosamente, en un montaje paralelo, ella misma es convencida por su familia para ir corriendo a por Bhaer y confesarle sus sentimientos antes de que este tome el tren y se vaya. La escena me llamó mucho la atención, porque, de manera muy abrupta, me sentí transportado a una de esas comedias románticas en las que los personajes, en el tramo final de la historia, corren hacia el aeropuerto a confesar al chico/a de turno sus sentimientos, antes de que vaya a ese sitio, acepte ese trabajo en otra ciudad, etc. Solo que aquí, como entonces no había aeropuertos, tenemos un Race For Your Love (¡sí, el cliché tiene nombre propio y lista de ejemplos en TV Tropes!) de época en la estación de tren. ¡Incluso cae una romántica lluvia en medio de la confesión!



La escena me chirrió, pero no por ser un deliz de Gerwig, sino todo lo contrario: mi teoría es que el montaje paralelo está hecho así, y la escena está filmada de esa manera obvia y chirriante, con un objetivo muy claro. Creo que la directora está haciendo un metacomentario sobre las imposiciones de la ficción sobre las mujeres; sobre cómo estas pueden tener trabajos, autonomía y un arco argumental propio, pero al final tienen que ser la esposa/novia de alguien. Esta interpretación cobra más sentido si analizamos la figura de Louisa May Alcott, que como ya se ha dicho siempre, es básicamente quien está detrás del personaje de Jo. La autora, en la vida real, nunca se casó, y era una comprometida feminista, defendiendo por ejemplo el sufragio universal. Mujercitas es en cierto modo una anomalía en su obra, pues al parecer lo que de verdad le gustan eran las novelas de espionaje y obras de estilo más pulp, de las cuales escribió varias bajo seudónimo. El caso es que leyendo un poco sobre la vida de Alcott, no es muy rebuscado pensar que en realidad era lesbiana Como ella misma dijo en una entrevista:

"I am more than half-persuaded that I am a man's soul put by some freak of nature into a woman's body. … because I have fallen in love with so many pretty girls and never once the least bit with any man.” ("Estoy bastante convencida de que soy un alma de hombre introducida por algún error de la naturaleza en el cuerpo de una mujer... porque me he enamorado de muchas chicas guapas y nunca, ni remotamente, de un hombre"). 

A modo de curiosidad creo que también vale la pena señalar que, para el personaje femenino que la representa, eligió un apodo que es básicamente un nombre masculino, y no creo que fuera mera coincidencia. Irónicamente, en la versión americana del cartel se incluye el lema "Own your own story", "Sé dueña de tu propia historia", que en español han traducido como "Ten tu propia voz". Y es que si algo no le dejaron a Alcott es ser dueña (completamente) de su propia historia, imponiéndole ese detalle romántico final... cuando está claro que el final feliz de Jo, y de la propia autora, fue publicar su libro.

Para terminar la entrada, solo quiero señalar que, si bien esta idea de que las mujeres deben acabar las historias casadas puede parecer ya muy arcaica y superada, se puede observar que a día de hoy sigue presente solo que de otras maneras más sutiles. Sólo hay que pensar en el test de Bechdel y su vigencia a día de hoy...

miércoles, 24 de abril de 2019

Juego de Tronos S08x02: ¿el episodio más feminista de la serie?



Seamos sinceros: el episodio anterior no fue muy halagüeño en lo que al subtexto feminista de la serie se refiere (que lo tiene, y en gran medida). Por un lado tuvimos esa escena de Bronn en el burdel, con esos desnudos gratuitos cortesía de secundarias random que ni pinchaban ni cortaban. ¡Era como estar viendo otra vez la temporada 1! Ya sabéis, esa donde a la primera de cambio cualquier chica se quitaba toda la ropa frente al varón de turno (el cual como mandan los cánones televisivos apenas sí se quitaba la camiseta; ya sabemos que en el mundo mágico del cine y la tele al los hombres les encanta dejarse toda la ropa puesta cuando tienen sexo). Y luego estaban esas escenas de tensión entre la guardiana del Norte Sansa y la recién llegada y ya líder Daenerys. ¿Eran celos de hermana? ¿Era una pelea de gatas en ciernes? ¿Era ese cliché según el cual dos mujeres poderosas deben ipso facto pelearse entre sí (y si entre medias hay un hombre mejor)? Tengo muy poca paciencia con este tipo de argumentos, y teniendo en cuenta la situación a la que se enfrenan los protagonistas, me parece mucho más urgente sobrevivir que ver quién corta el bacalao en Poniente si no acaban convertidos todos en cubitos de hielo de ojos azules.

Pero llegó el capítulo dos, y como para compensar, resulta que van y nos cascan el capítulo más feminista de toda la serie. Y está clarísimo que esta fue la intención de los guionistas desde el mismo momento de sentarse a redactar la trama de este episodio, trufado de momentos en que todas y cada una de las mujeres de la serie (con alguna notable excepción, entre ellas Cersei) sacan a relucir sus mejores cualidades y consiguen cada una una pequeña culminación de sus arcos personales. Y es que lo mejor de todo es que en nngún caso lo mostrado en el capítulo resulta gratuito, sino que todo es el resultado coherente y ganado a pulso de años de desarrollo de personajes. Vamos por partes.

En primer lugar, Sansa y Daenerys tienen por fin tiempo de expresar sus diferencias de una manera profunda y razonada, más allá de miradas gélidas e indirectas sibilinas, y parecen llegar a un cierto nexo de un unión en el amor (de diferente tipo) que ambas sienten por Jon. Sansa quiere saber quién es esta mujer por la cual su hermano ha renunciado a su rol de rey del norte, y hay que reconocer que su desconfianza es razonable: al fin y al cabo en el Norte Daenerys es una desconocida con una familia con muy mala prensa. Es también un hermoso momento de madurez para Sansa cuando le pregunta a Daenerys, con total franqueza y sin atisbo de inseguridad, quién será el rey de Norte una vez que toda esta guerra por la supervivencia termine. Esta ya no es la niña malcriada e ingenua de la primera temporada, sino una Stark de los pies a la cabeza, capaz de medirse de igual a igual con quien sea, incluso con la Madre de los Dragones. El rol de Daenerys, por el contrario, comienza a enturbiarse cada vez más en vista de su gesto de duda y la verdad sobre Jon que descubre al finalizar el episodio.

Arya por su parte sigue aproximándose al rol que desde el comienzo de la serie estaba llamada a ocupar: el de una guerrera de primer nivel. Creo que para cualquier espectador a estas alturas ya era obvio que esta chica es dura de pelar como la que más, pero por si había alguien como Gendry al que le quedaban dudas, ahí tenemos esa escena que demuestra la puntería que la Stark más joven viva ha adquirido a través de sus odisea vital. Respecto a la escena polémica de marras, tengo que admitir que me resultó incómoda de ver. Quizá porque hemos conocido a Arya desde que apenas levantaba un metro del suelo, quizá, sobre todo, porque aunque ya es mayor de edad (y la actriz también) sigue teniendo cara y cuerpo de niña. Pero dicho esto, hay que darle al César lo que es del César, y es de aplaudir que esta es una escena de sexo como las hay pocas en esta serie: una en la que hay consentimiento y disfrute por ambas partes, y nadie es víctima de una dinámica de poder opresiva. Arya se acuesta con el chico que le gusta, así que muy bien por ella aunque a mí no me apetezca nada verla hacerlo.



La ESCENA con mayúsculas de la noche fue obviamente la del nombramiento como caballera de Brienne. Voy a confesarlo: me pareció un capítulo un tanto soso, y por momentos me pareció que estiraban un poco el chicle, lo cual sorprende teniendo en cuenta el poco tiempo que hay para atar todos los cabos. Pero lo entiendo: ahora toca una batalla épica, y antes de tirarnos a esa piscina de barro necesitamos tiempo para conectar con los personajes y permitirles una (posiblemene última) culminación a sus respectivos arcos argumentales. Y en este contexto, la escena de Brienne brilló con luz propia. Por fin, después de innumerables humillaciones, de burlas, de insinuaciones homofóbicas de lesbianismo (por parte del propio Jaime), Brienne recibe el reconocimiento que merecía, y de manos de una de las personas que más se ha burlado de ella. Brienne logra por fin que la vean como lo que verdaderamente es, y es un hermoso momento para el personaje, ganado a pulso. Dicho sea paso, yo sin embargo siento que Brienne tuvo ya su nombramiento como caballero aunque fuera de forma extraoficial, y este ocurrió en la que posiblemente es mi escena favorita de la serie: cuando Brienne y Podrick salvan a Theon y Sansa, y esta última realiza el juramento de fidelidad (con la ayuda de Pod) que le otorga a Brienne el cargo de su defensora oficial. En todo caso, lo bonito de la escena actual es que Brienne en esta ocasión es reconocida por un igual, que para más señas es hombre y quizás el caballero más famoso de Poniente.


De Lyanna Mormont poco se puede añadir. Esta niña ya daba miedo desde el primer momento en que abrió la boca para cerrar otras, y estaba claro que a la hora de luchar no se iba a quedar atrás. Me temo que, siendo un personaje importante pero a la vez secundario, sería una víctima ideal de los guionistas, por lo que su futuro en esta guerra está bastante crudo. Ya veremos.

Gilly tiene también su pequeña escena, que de nuevo viene a subrayar el carácter fuertemente feminista del capítulo. Otra niña pequeña, mientras recibe su ración de comida, expresa su deseo de participar en la contienda ante Davos. En su caso es bastante obvio que la niña es demasiado joven para firmar semejante sentencia de muerte, y es Gilly la que dulcemente le hace saber que también necesitarán a gente para que les defienda en los sótanos donde aquellos que no pueden pelear se resguardarán, ofreciéndole así una manera de salvar su orgullo al mismo tiempo que su vida. Es una bonita manera de recordar que no todo el mundo está hecho para pelear en primera línea, y eso no tiene nada de malo... Lo cual nos lleva al siguiente punto: Tyrion y Sam.



Y es que ambos ocupan un rol muy particular en la serie: en un mundo donde lo más valorado es ser un tipo duro y un excelente luchador, al estilo del soporífero valiente Jon Snow, Tyrion y Sam son el cerebro que cualquier ejército necesita detrás si tiene alguna esperanza de ganar. Tyrion no está muy contento con la idea, pero Daenerys le recuerda qué es lo que necesita de él; y respecto a Sam, desde el principio él mismo ha tenido claro que su aportación al conflicto nunca iba a ser blandiendo una espada, sino dándoles a los guerreros una posibilidad de ganar gracias a sus conocimientos (por mucho que presuma de haner matado ya a un Caminante). Y con estas dos líneas argumentales el capítulo pone la guinda de su mensaje. Porque el feminismo no significa ni que todas las tías tengan que ser unas guerreras natas, ni todo lo contrario, ni que los hombres de igual manera tengan que ser un modo un otro para ser valiosos. Hay mujeres como Brienne, mujeres como Sansa y mujeres como Gilly, y cada una de ellas puede brillar siendo fiel a su esencia, y de la misma manera hay hombres como El Perro y hombres como Sam; y nadie es más hombre o más mujer por cumplir o no con los roles tradicionalmente estipulados para su sexo.

Veamos qué nos depara la serie en sus próximos episodios, y crucemos los dedos para que la evolución de los personajes siga este curso ascendente, aunque ya sepamos que de algunos (¿muchos?) de ellos  nos tendremos que despedir más pronto que tarde...

miércoles, 29 de agosto de 2018

La natación sincronizada y la sonrisa como deber femenino



Recientemente, con motivo del festival Veranos de la Villa, que se celebra cada año en Madrid durante estos meses e incluye todo tipo de actividades como conciertos, teatro al aire libre, etc., una de las actividades me llamó la atención: una exhibición de natación sincronizada llamada Dragón, descansa en el lecho marino. Siempre me ha parecido un deporte especialmente bello y llamativo. Porque, ¿no te parece mentira que las “personas normales” tengamos cierta dificultad solo para mantenernos a flote, a base de patalear como posesos, y las nadadoras sincronizadas en cambio hagan todos esos movimientos en el agua sin hacer ningún esfuerzo aparentemente? Es como si fuesen peces o caballitos de mar… 

Sin embargo, la descripción del espectáculo en el programa oficial comentaba algo que me llamó la atención por otro motivo: al parecer este no iba a ser un ejercicio de sincronizada al uso. El párrafo dice: “Normalmente, en la competición de natación sincronizada, el jurado penaliza la falta de sonrisa, un mechón fuera de lugar o apoyarse en el fondo de la piscina”. ¿Lo has leído?

La sonrisa de las nadadoras.


Siempre hay un momento de los Simpson para ilustrar cualquier cosa

Y de repente algo chirrió. ¿Sabes de alguna disciplina deportiva en el que se valore la sonrisa de los deportistas? De los deportistas varones, me refiero. Eso me llevó a investigar un poco más sobre este deporte. Debo decir que no he encontrado documentación que diga explícitamente que las nadadoras deben sonreír durante su actuación, ni que la sonrisa es puntuada de manera específica (¿cuantos más dientes, más décimas?). Pero lo que he podido leer claramente apunta a que las sonrisas de las nadadoras son la guinda del pastel: una manera más de impresionar favorablemente al jurado y de mostrarle belleza, gracilidad, elegancia. Debe parecer que estos ejercicios increíblemente complejos y ensayados hasta la extenuación te resultan fáciles. Y es cierto que esas sonrisas y esas caras perfectas transmiten una sensación de perfecta armonía... Pero esto irremediablemente me hizo pensar en cómo a las mujeres, en general, se les pide ese pequeño o gran plus en casi todas las actividades a las que se dedican: sonreír, estar monas, agradar. No basta con hacer bien la grulla, el pino puente o una tortilla de atún: además deben sonreír. La maestría técnica es imprescindible, pero si quieres una buena valoración además debes empaquetarla con celofán y un lacito rosa. Es un fenómeno conocido que a las mujeres, en general, se les pide más amenudo que sonrían. A las deportistas, a las actrices en entrevistas, a las misses (busca en google “concurso mister” y “concurso miss”, y verás que en el primer caso los hombres sonríen más o menos en la mitad de las fotos; en el segundo sonríen todas). 

Ponerme a leer sobre esta disciplina, además de hacerme valorar aún más a las nadadoras (¿sabes que ni debajo del agua pueden cerrar los ojos y que las gafas de bucear están prohibidas? ¿Qué se pasan una seis horas al día en el agua, practicando?) y descubrir alguna otra curiosidad significativa, como que llevan maquillaje acuático y una especie de gomina hecha de gelatina, y que junto a la gimnasia rítmica (fuente: www.olympic.org), en el ámbito de las Olimpiadas es la única disciplina exclusivamente femenina. No cuesta mucho ver el paralelismo entre ambas: es una actividad donde la técnica va de la mano de la estética. A Cristiano nadie le va a pedir que sonría mientras chuta un penalti.

Todo esto conecta con la forma en que la cultura, en casi todos los ámbitos, a menudo otorga a la mujer un rol estético: de florero, vamos. Puedes nadar como los salmones o hacer unas acrobacias increíbles, pero todo ello se juzgará bajo el filtro de la mano de la belleza estética que logres imprimirle. Ambas disciplinas deportivas en sí mismas parten de una concepción radicalmente distinta a otras; y es que aquí no se trata de encestar balones o clavar flechas en dianas, cosas cuantificables y medibles de maneras completamente objetivas, sino de crear belleza, y es por ello que no es de extrañar que sean a día de hoy exclusivamente femeninos. En deportes similares, como pueden ser el salto de trampolín o la gimnasia deportiva, desde luego se pide también una cierta elegancia, pero en ellos prima la sobriedad y desde luego nadie está observando si Fulanito sonríe mientras ejecuta el triple salto mortal. Debo reconocer que existe también una gran excepción en el patinaje artístico, donde se busca también la belleza y los hombres se ven también sometidos a un juicio estético, y además pueden llevar ropas con brillitos, lentejuelas y colorines, tabú absoluto cuando se trata de las mallas de un gimnasta deportivo, donde priman las líneas rectas y los colores planos. ¿Es el patinaje la excepción que confirma la regla?



Este hecho de situar a la mujer en un rol estético es algo tan omnipresente en la sociedad que al final llega a ser básicamente invisible: lo damos por hecho. Es posible que alguien, leyendo esta entrada, piense que pretendo destruir uno de los pilares de este deporte (la creación de algo bello y armonioso), y que la sincronizada no sería lo mismo sin sonrisas, peinados y caras perfectas. Y seguramente es cierto, no sería igual. Pero merece la pena, al menos, pararse a reflexionar por qué esta disciplina tiene ese componente que no tienen otras; por qué a diferencia de otros deportes se valoran aspectos que no tienen nada que ver con el desempeño físico, y finalmente por qué la natación sincronizada y la gimnasia rítmica son disciplinas exclusivamente femeninas.
En todo caso, las cosas van cambiando: por lo que he visto en las noticias, en los últimos años han empezado a aparecer más niños que desean dedicarse a la gimnasia rítmica (los comentarios a los que se enfrentan por hacer esta actividad “de niña” los ahorro por obvios), y ya en 2009 tuvo lugar la primera edición del Campeonato de España de Gimnasia Rítmica masculina. Así que si todo sigue así supongo que en unos años también tendremos versión masculina en las Olimpiadas. En el caso de la natación sincronizada también al parecer también hay hombres quejándose por su exclusión en los JJJOO, así que de la misma manera todo será cuestión de esperar. Según he leído, en 2015 ya hubo una primera edición de competición mixta en el Campeonatos Mundiales de la FINA (Federación Internacional de Natación), un primer paso importante. Y es que, al igual que feminidad y belleza no tienen por qué ir en el mismo pack, deporte, belleza y masculinidad tampoco tienen por qué ser cosas excluyentes.

Nota: mientras escribía la entrada, leí sobre la reciente muerte de Tina Fuentes, exnadadora y figura clave de la sincronizada española, con solo 34 años. Leo que Tina, además de una deportista brillante, era una chica alegre, independiente y de fuerte personalidad, algo que al parecer chocó con la férrea disciplina de este deporte, al mismo tiempo que la hizo brillar. Sirva esta entrada como un pequeño homenaje más en su recuerdo.

martes, 12 de junio de 2018

Jurassic World: El reino caído, la maternidad y la masculinidad


Cuando hace un par de años salí del cine tras ver Jurassic World, estaba indignado. Aquí podéis leer la versión larga de lo que me pareció esa película, pero en resumen el problema es que su mensaje de fondo respecto al personaje de Claire (Bryce Dallas Howard) era extremadamente retrógrado: venía a decir que toda mujer tiene que desear ser madre, y si no lo hace es una frígida que debe ser curada por un macho alfa. Y efectivamente, cuando acababa la película, Claire había asumido finalmente un rol maternal respecto a sus sobrinos, y había abandonado su rol de ejecutiva inhumana para abrazar su lado más aventurero y sensual junto al machote de Owen ("¿Quieres consultarlo aquí o en mi bungalow?").

Así pues, ¿qué nos encontramos en esta segunda parte? ¿Seguimos en las mismas o hemos avanzado? Pues debo decir que, si bien en esta ocasión dirige J. Bayona y no sentí indignación cuando llegaron los créditos, el guión sigue siendo obra de Colin Trevorrow, y esto se nota porque el trasfondo temático de la peli continúa regando la semilla que la anterior peli plantó. Me explico.

Al comenzar Jurassic World: El mundo caído, Claire es una persona muy diferente. Sigue siendo una mujer poderosa, pero ya no habita ese mundo corporativo que la hacía tan antipática en la primera parte; y ahora dirige una especie de ONG dedicada a defender los derechos de los dinosaurios (lo sé, la idea es un tanto ridícula por inverosímil, pero la peli dentro de lo que cabe la defiende lo mejor que puede). Ahora es simpática, ya no lleva tacones y tampoco mira a la gente por encima del hombro. Punto para Claire. Durante el primer acto de la película Claire se reencuentra con Owen, y tienen una conversación bastante divertida sobre quién dejó a quién; y de nuevo tengo que concederle a Trevorrow que esta vez la cosa es bastante ecuánime y no se intenta hacer quedar mal al personaje de Bryce Dallas Howard para que el público tome partido por Owen, como se hacía claramente en la primera parte. En las siguientes escenas nos siguen presentando a nuevos personajes, y resulta que uno de ellos es Maisie, una niña huérfana de madre. Ups.

Y así, según avanza la película, todo conduce inexorablemente a ese final que ya nos podemos oler en cuanto conocemos a la niña. Su padre resulta a) no ser su padre y b) ser malvado, y dos dos figuras familiares más importantes pronto son eliminadas de la ecuación. Un poco más tarde, nos enteramos de que la niña es en realidad un clon de su madre; y en otra escena bastante desconectada del resto de la película, el doctor Wu echa en cara al falso padre de Maisie que su nueva y más mortífera creación, el Indosaurus, necesita a una madre, por causas totalmente cogidas por los pelos y que nunca más son desarrolladas a lo largo de la película. Es evidente por qué: en realidad el guión no está hablando del Indosaurus, sino de la pequeña Maisie, la otra obra de ingeniería genética sin madre de la peli. ¿Y qué personaje tiene como trama central el cuidar (es decir: hacer de madre) de todos esos dinosaurios creados artificialmente que los demás quieren matar o explotar?

"Lo de firmar los papeles de adopción lo dejamos para otro día que no no persigan dinosaurios, ¿vale?"
Evidentemente los caminos de Claire y Owen no tardan en cruzarse con el de Maisie, y de inmediato  se convierten en sus padres adoptivos de facto. Y así, la película continúa la subtrama de Claire y la maternidad como único destino apropiado para una mujer. Si en la primera parte Claire debía desprenderse de su coraza de hielo y aprender a querer a sus sobrinos, en esta parte ya ha madurado y por fin está lista para el siguiente paso: adoptar a su primera hija. En esta ocasión al menos el mensaje está transmitido con mayor sutileza y sin humillar al personaje, y probablemente por ello no me produjo la misma indignación que Jurassic World.

La película presenta otra subtrama que vale la pena analizar desde la perspectiva de los roles de género, y aquí en cambio no es nada sutil. Entre los compañeros de la ONG de Claire está Franklin (interpretado por Justice Smith), que hace el rol de experto en ordenadores del grupo. Franklin es la antítesis de Owen, si bien de manera distinta a como también lo era Claire en la primera parte. Donde Owen, que representa en esta saga al ideal de hombre ("yo soy el macho alfa, chaval", decía en la primera parte), es valiente, resolutivo, pragmático y en definitiva viril, Franklin es miedoso, delicado, intelectual y claramente femenino. Tanto que incluso usa crema antimosquitos, que es la primera forma del guión de decirnos "mira, ¿ves qué mariquita es?" Por si no queda claro, la peli lo subraya más incluyendo una escena humorística en la que la gracia está en que Franklin da un grito agudo de chica al ver a un dinosaurio. Y para terminar de mandar el mensaje, tenemos unas cuantas escenas en las que Owen debe salvarle de diversos peligros. En resumen, Franklin es la damisela en apuros de la peli. Y como ya puedes imaginar, su subtrama básicamente consiste en aprender a ser un poco "más hombre" (de manera paralela a como Claire debía aprender a ser "más mujer"); dejar un poco de lado el uso de su intelecto, lo cual queda reflejado simbólicamente cuando pierde las gafas en el agua, y aprender a usar su cuerpo para salvar a su compañera, incluso usando la pistola de dardos tranquilizantes (pocas cosas más viriles en el mundo de la ficción que usar una pistola). En las películas de acción, ser muy intelectual, frente a ser un tipo de acción, es algo bastante mal visto, así que si bien la subtrama de Franklin me parece machista, también debo reconocer que al menos la película también le muestra siendo útil a los demás personajes en su papel de experto en informática.

Tú también pondrías esta cara si te persiguiera un dinosaurio

En definitiva, si bien la peli ha logrado no ser tan machista y retrógrada como su predecesora, si la miramos un poco más de cerca vemos que continúa lanzando mensajes bastante conservadores en lo que a los roles de género se refiere. Solo queda esperar a ver qué nos traen en la tercera parte, y ver si con suerte las cosas siguen yendo a mejor. Y una última cosa: por favor, señor Trevorrow, a ver si nos curramos más el guión para justificar que los dinosaurios escapen de sus jaulas. Que ya todos sabemos que al final lo van a hacer, pero es que a ratos los personajes parecen tontitos...

viernes, 23 de marzo de 2018

Black Panther (2018) y El Rey León (1994): 24 años y seguimos sin reinas

 Recientemente, al salir de ver la nueva peli de Marvel, Black Panther, comentaba con una amiga la gran diferencia en la representación femenina con respecto a otras películas de de su universo cinematográfico, donde como mucho siempre había una chica o dos en un elenco de muchos, muchos hombres (y por falta de fuentes no es, porque si hay hay algo que los cómics tienen para dar y regalar son mujeres heroínas). En Black Panther, sin embargo, la presencia femenina era abundante, y por esta vez la peli conseguía incluso aprobar el test de Bechdel. Además el papel de las mujeres no es algo anecdótico tipo "novia/madre de", sino con gran peso en la trama, teniendo en cuenta que la guardia real, las Dora Milaje, son un ejército compuesto por mujeres, y que la principal ingeniera de la tecnificada sociedad de Wakanda es Shuri, la hermana de T'Challa.


Sin embargo mi amiga observó un detalle que se me había pasado por alto y que me hizo matizar un poco el grado de progresismo de la película: "Sí, hay muchas mujeres y todas hacen cosas, pero al final es lo de siempre: se muere el rey y a nadie se le pasa por la cabeza que su esposa, la reina, podría seguir reinando. Y cuando hay un combate para decidir el siguiente gobernante, no se presenta ninguna de esas mujeres guerreras", dijo. Ups. Pues es cierto. Pese a la abundante presencia femenina en la historia y el peso que tienen en esta, la realidad es que al nivel más profundo siguen siendo los hombres los que marcan el transcurso de la historia, y finalmente todas esas mujeres no dejan de ser sus comparsas. Fuertes e inteligentes, pero comparsas en definitiva. Y es que el rayo de esperanza para que acaben ganando los buenos llega cuando se descubre que Black Panther en realidad no había muerto, y puede volver a tomar la Hierba en Forma de Corazón que le otorga superfuerza y demás (de nuevo, obsérvese que de manera significativa durante la película sólo se ve a hombres tomando esta hierba). En fin, que está muy claro. Es un hombre el que tiene que ser el rey y salvar a los demás, y las mujeres pueden ayudarle.

Todos estos detalles me hicieron recordar una película de 1994 que emplea tramas y temas similares, y que en definitiva cae en lo mismo: El Rey León, de Disney.

Y tanto que era un "ciclo sin fin", que veinticinco años después seguimos igual.
Con la diferencia de que en aquella la diferencia de trato del personaje de Simba y el de Nala era aún más obvia y estaba más subrayada todavía. Desde que era un cachorro Simba ya sabía que antes o después él iba a ser el rey, como se encargaba de recordar a todo el mundo en la famosa canción. Lo curioso es que la película incluía dos escenas de peleas entre Simba y Nala, su futura esposa, una cuando eran pequeños y otra cuando eran adultos, y en ambas ocasiones era Nala quien ganaba. Es decir: los guionistas estaban estableciendo hasta en dos ocasiones que Nala peleaba mejor que Simba. En un buen guión nada es gratuito, nada ocurre porque sí, sino que cada cosa que se dice y ocurre significa algo. Sin embargo, en una peli con un guión tan bien construido como El Rey León, sorprende que finalmente este detalle no tenía ninguna relevancia en el final. Una vez Simba había huido al exilio, el último papel de Nala era ir en su busca y convencerle de que su pueblo le necesitaba. Seguía siendo algo coherente con la psicología de Nala, de la que se nos había mostrado que era valiente y decidida, frente a Simba, más inmaduro y con tendencia a eludir las responsabilidades. A nivel temático era coherente: Simba por fin se hacía adulto y asumía su obligación, volviendo al reino y enfrentándose a Scar. Pero argumentalmente, la pregunta del millón era: Si Nala, como la propia peli había mostrado, era mejor guerrera que Simba, ¿por qué no luchó ella misma contra Scar?

Porque Simba tiene algo que ella no tiene. No me refiero a la melena.
 A lo largo del vasto mar de Internet encontrarás a más gente que se hace esta pregunta, y buscan complejas explicaciones que racionalicen esta decisión de los guionistas (eso los que no se tapan las orejas y gritan "es sólo una peli"); porque no olvidemos que toda ficción sale de la cabeza de alguien. La respuesta en mi opinión está muy claro que no está en el propio guión, sino en el mundo que nos rodea; ese mismo mundo por el que las monarquías se heredan de padres (varones) a hijos (varones) y las hijas, o las mujeres en general, sólo son candidatas si no hay ninguna opción más de cromosoma XY por delante de ellas.

Hacemos fast forward a 2018 con Black Panther y seguimos básicamente en el miso punto, aunque ahora tengamos a muchas Nalas rodeando al Simba de esta ocasión. La historia ha ido transformando y ampliando el rol que las mujeres pueden ocupar, en la ficción y en la realidad, pero el hecho es que a nivel profundo, aquí el que corta el bacalao sigue siendo el hombre. 

sábado, 15 de abril de 2017

Dragon Ball, los roles de género y el "efecto mamá"


 
Recientemente, impulsado quizá por el cariño a los personajes y quizá por esta corriente de nostalgia que invade a nuestra sociedad desde hace unos años y que hace por momentos que la cartelera de los cines y las pantallas de nuestras televisiones (u ordenadores o tablets) parezcan salidas de los 90 y hasta de los 80, me puse a ver Dragon Ball Super, la nueva temporada de la mítica saga de manga y anime.

No se le pueden pedir peras al olmo: Dragon Ball siempre ha sido eso que llamamos un placer culpable. Aún así, en sus mejores momentos, Akira Toriyama demostraba una imaginación desbordante, un gran sentido del humor, un don para la progresión narrativa (¡esa primera batalla de Goku contra Vegeta! ¡Ese clímax de Son Gohan con un brazo roto borrando a Célula de la faz de la tierra!), y una capacidad difícil de definir para crear personajes icónicos. Prueba de ello es cómo, en su momento, de niño, me interesé por la serie mucho antes de poder verla, sólo con ver el merchandising que llegaba a mi ciudad en forma de tazos, gomas de borrar y demás. O cómo la serie ha seguido de forma casi permanente en antena, siendo referente de ya varias generaciones.

Sin embargo, incluso mi yo adolescente fanático no podía evitar notar ciertas cosas. Como que los dos únicos personajes abiertamente homosexuales que aparecían en la saga eran, uno malvado (aunque muy fuerte para su época, eso sí), y muchos años después, un secundario cómico. Este, por el lado positivo, era "bueno", pero de cierta manera su caso era aún peor porque su "comicidad" radicaba en el mismo hecho de ser mariquita y gustarle Trunks. No, Toriyama no era de ideas muy avanzadas en este sentido... Yo, que en aquella época necesitaba de referentes en los que poder reflejarme, me conformaba con hacer la vista gorda y elaborar mi teoría secreta (¡aún no desmentida!) de que Ten Shin Han, que sí era un personaje digno, también era gay. Al fin y al cabo nunca muestra ningún interés por ninguna chica y siempre está junto a Chaozu (Kaos en la versión española).

No, Toriyama no era muy sutil
Y respecto a las chicas las cosas no eran mucho mejores. En Dragon Ball las chicas caen en unos arquetipos muy específicos: la tontita frívola (la madre de Bulma; Ran Fan, aquella "guerrera" del torneo de artes marciales), la irascible irracional (Bulma, Chichi), o incluso ambas a la vez (Lunch). Por supuesto ninguna peleaba bien.

El soplo de aire fresco vino con las dos sagas siguientes, que nos trajeron a Nº 18 y a Videl. La primera era, por primera vez en toda la trama, una guerrera fuerte y con un rol determinante en la historia. Además tenía un argumento interesante y con matices: era una humana convertida en androide y programada para matar a Goku. Pero su programación no pudo ser completada, y eso hacía que, aunque efectivamente quería matar a Goku y eso la convertía en antagonista, por otro lado era una buena persona y conservaba en gran medida su humanidad, con lo cual en realidad no tenía malas intenciones. Por otro lado no caía en ninguna de las categorías que mencionaba antes, y era apacible y segura de sí misma. Videl, por su parte, era una muchacha independiente, alegre, segura de sí misma, inteligente y con fuerte carácter. No es de extrañar que Gohan acabara enamorado de ella.  Fue una lástima que, a medida que avanzaba la saga final de Dragon Ball, su rol se vio mermado porque, al igual que les ocurría a todos los personajes sin sangre saiyajin, era incapaz de luchar a esos niveles. Por cierto, a lo largo de esta saga, Nº 18, ya emparejada con Krilín e integrada al 100% en el bando de los buenos, desarrolló una obsesión materialista y no movió un dedo en las batallas contra los enemigos que pretendían destruir la tierra. Ejem.

Y llegamos por fin a Dragon Ball Super, la saga actual. El rol de ambos personajes queda muy bien definido en la imagen que sirve de cabecera a la serie y que abre esta entrada: ahora Nº 18 y Videl son, sobre todo, madres.

En el caso de Nº 18, es como si los guionistas (ahora ya no se le puede echar toda la culpa a Toriyama) hubiesen tenido un brote de amnesia y hubiesen olvidado que esta chica tenía una fuerza superior a la de un Super Saiyajin de nivel 1. No se ha implicado en ninguna pelea, y se limita a llevar en brazos o de la mano a Marron, su hija. En un determinado momento, su marido, sale volando para ir a luchar contra la amenaza del momento, exclamando que deben proteger el mundo en el que vive su hija. Nº 18 se queda asombrada por la valentía de su marido, viendo como este parte volando hacia la pelea. Todo eso estaría muy bien si no fuera porque Nº 18 es bastante más fuerte que él y lo lógico sería que fuera ella a pelear. La implicación es que ella es la mamá, y por tanto su rol es quedarse en casita con su bebé...

Y con Videl la cosa es incluso peor. En su caso, más que por un parto parece que haya pasado por una lobotomía. En realidad ya desde el inicio de la saga tiene un comportamiento anormal, todo el tiempo con una delicada sonrisita en su cara y apenas hablando. Durante el capítulo dedicado a su cumpleaños, apenas sale unos minutos y dice dos o tres frases (le regalan un agua con propiedades cosméticas, "que es algo que a Bulma le gusta"). Posteriormente "juega" un papel importante cuando necesitan al bebé que se está gestando en su interior para completar al grupo de saiyajins necesarios para transformar a Goku. Esto de que que Videl sea "necesaria" como mero recipiente humano de otro saiyajin ya tenía unas implicaciones un poco cosificadoras, a todas estas. Por supuesto, cuando acaba el proceso, se desmaya, como buena damisela dulcita y flojucha que es ahora. Ni rastro de la Videl adolescente que se peleaba con matones que la doblaban en peso y talla. Y el resto de la saga, ahí está, llevando a Pan en sus brazos, con su nueva personalidad consistente en limitarse a sonreír y quedarse un poco al margen de todo. Y servirle a Gohan tacitas de té.


 Me temo que en el caso de ambos personajes los guionistas están simplemente reproduciendo, quizás incluso de manera inconsciente, algo muy presente en la sociedad japonesa, dónde frecuentemente las chicas realizan unos estudios universitarios e incluso trabajan durante un tiempo, hasta que se casan y entonces esa progresión profesional se detiene ipso facto, pasando a quedarse en casita limpiando, cocinando y cuidando de los nenes, mientras el hombre se pasa el día ausente peleando contra seres malvados el mundo laboral. Sí, va a resultar que Dragon Ball es una metáfora bastante próxima a la realidad de la sociedad japonesa en lo que se refiere a roles de género. A menudo las obras de fantasía son un espacio ideal en el que mostrar ideas subversivas sobre la sociedad, porque los límies los pone la imaginación. Es una lástima que esta no es una de esas ocasiones...

Pero no todo va a ser malo, y para acabar la entrada me gustaría hablar de esas maneras en las que esta nueva saga está también mostrando un lado mucho más progresista. La primera de quien hay que hablar es de Bulma. Y es que Bulma es el descubrimiento (o redescubrimiento, más bien) de la saga. A diferencia de Nº 18 y de Videl, Bulma tiene importancia en la trama y su rol no se limita al de "mamá de Trunks". Desde el principio de este manga Bulma siempre fue un personaje muy divertido, porque ponía el punto de vista "cotidiano" a las cosas que ocurrían en este manga, y si bien era buena en el sentido más vago del término, no llegaba al grado de virtud de Goku, siendo un tanto mezquina y egoísta en cuanto a su propia supervivencia, dos rasgos que la hacían muy cercana. Además de un genio de la tecnología, Bulma es una mujer intrépida, y en esta saga, aunque no pelee como los saiyajins, tiene un peso importante en las tramas. Una ovación para Bulma y para los guionistas que han sabido verla como algo más que una cuidadora de niños.

El otro gesto de progreso de Dragon Ball Super es aún más sorprendente conociendo los antecedentes de Toriyama. Se trata de Whis, el vigilante de Beerus. El de Whis es un caso particular, porque es un personaje sin precedentes en Dragon Ball. Whis es alegre, tranquilo, educado, amante de la comida... Y además tiene muchísima pluma y es uno de los personajes más poderosos del universo. Al igual que en el caso de mi teoría personal respecto a Ten Shin Han, no hay ninguna confirmación oficial respecto a la sexualidad de Whis, si es que la tiene, pero queda clarísimo por su voz, gestos actitudes (se sonroja cuando ve accidentalmente a Beerus) y forma de hablar que el concepto de su personaje es el de un hombre muy afeminado. Y lo bueno es que esto no le resta ni un ápice de poder ni de aplomo, y absolutamente ningún personaje le falta al respeto a causa de este afeminamiento. Whis posee un aura de respetabilidad y autoridad a su alrededor que nadie cuestiona. Toriyama lo creó con la intención de que fuera un hombre guapo, y le tiene aprecio al personaje, así que no se puede negar que en esto sí que ha avanzado. Y a todas estas aún no he nombrado a su hermana Vados, poseedora de una fuerza y carácter similar (si bien algo más serio). 


Para terminar el artículo, me pregunto qué derroteros seguirá la historia respecto a Pan, la hija de Son Gohan y Videl. Se trata de la primera mujer con sangre saiyajin de la saga, un factor que juega mucho en su favor en esta serie. Ya hemos podido ver en algún capítulo que pese a ser sólo un bebé posee una gran fuerza, y en las últimas páginas del manga, así como en la saga apócrifa de GT, ha demostrado haber heredado las dotes para la lucha y la personalidad de su madre (pre-parto, claro). Ojalá nos vuelvan a sorprender.

domingo, 13 de diciembre de 2015

Esas preguntas típicamente dirigidas a mujeres

Entrevistadora: ¿Y tienes pareja?
Supergirl: ¡Eso nunca se lo preguntarías a Superman!
(Supergirl, episodio 3, "Fight or Flight")

A mucha gente le molesta que se siga hablando del feminismo (o del machismo). Esta gente a menudo afirma que, en países como España, las cosas ya han cambiado totalmente y las mujeres tienen total igualdad de derechos y posibilidades. Por ejemplo, ya se han incorporado al ejército, una de las ocupaciones más tradicionalmente masculinas que existen, así que habría que dejarse ya de tonterías y quejas. ¿Verdad?

Sin embargo, como ocurre a menudo, los problemas no han desaparecido como por arte de magia, sino que se han vuelto más sutiles, más ambiguos, menos evidentes. Si una chica no podía acceder a un determinado puesto de empleo y ahora sí puede, el problema más inmediatamente patente parece que ya está resuelto. Pero mira más de cerca y la cosa no está tan superada como parece.

Y es que aunque las mujeres se hayan incorporado de pleno al mercado laboral, siguen pesando sobre ellas ciertas expectativas y estereotipos que los hombres se ahorran (ellos se encuentran con otros, de los que algún día hablaré). Recientemente, en una entrevista a Isabel Coixet, la directora de cine, ésta comentaba que estaba harta de tener que responder a menudo a preguntas sobre cómo compaginaba la educación de sus hijos con su trabajo, que a menudo la obliga a viajar. También le preguntaban cosas del tipo de si sus películas tenían un toque femenino, siendo ella mujer. ¿Habéis leído alguna vez a un director de cine masculino (o escritor, o artista de cualquier ámbito) al que le pregunten si sus obras tienen un "toque masculino" por ser él hombre? ¿Y sobre el cuidado de su familia? ¿Es que ninguno es padre?

Isabel, buscando las mejores ofertas en pañales

Un montón de factores intervienen probablemente en este tema. Por un lado, está la cuestión de cómo se considera casi siempre al hombre "la persona por defecto", y a la mujer como "caso aparte", y de esto ya ha he hablado alguna vez. En las cosas que hacen los hombres no hace falta la etiqueta "masculino", porque la suya es la opción, repito, por defecto. No se habla de "fútbol masculino", ni de "literatura masculina", "cine masculino"...  Es fútbol, literatura, cine o lo que sea a secas. Por tanto, cuando alguien que no es de ese grupo participa, inmediatamente se piensa que aporta alguna cualidad especial a su trabajo, intrínseca al subgrupo de los no-hombres. Por otro lado, la incorporación de la mujer a todo este tipo de cosas es más o menos reciente según el caso (en la literatura obviamente no, por ejemplo), y la transición no ha sido tan perfecta y carente de problemas como sería deseable. Hasta hace no tanto ellas se quedaban en casa a cuidar de los niños y hacer la comida, y esa concepción de la mujer como mamá/ama de casa sigue muy presente en nuestras mentes. Y no nos engañemos, gran cantidad de mujeres han accedido al mercado laboral sin por ello dejar de ejercer ese rol de mamás y guardianas del hogar, eso que la prensa llamaba a veces "superwoman", en el sentido de que sacan tiempo de debajo de las piedras para hacer catorce cosas distintas sin renunciar a nada. Así que cuando vemos a una mujer haciendo un trabajo que tradicionalmente sólo desempeñaban hombres, aún seguimos viéndola en esos otros roles.

Un capítulo aparte merecen las preguntas y comentarios sobre el aspecto. Hace aproximadamente un año, la astronauta Elena Olegovna Serova cobró cierta relevancia en los medios porque iba a ser la primera astronauta rusa enviada a la Estación Espacial Internacional. Hizo ruedas de prensa y se le preguntaron muchas cosas... Entre otras, cómo resistiría su hija de 11 años su prologada ausencia, o cómo, agárrate, cuidaría de su pelo en el espacio. Al parecer la chica respondió pacientemente a las preguntas, pero cuando se le preguntó otra vez por asuntos relacionados con su melena, perdió la paciencia y preguntó por qué no se interesaban también por las cabelleras de sus compis masculinos. Seguidamente explicó que se tomaba muy en serio su trabajo y la responsabilidad que conllevaba. Curiosamente, algo similar ocurrió también en el mundo de la astronomía, cuando se anunció que un grupo de ocho mujeres entrarían en un simulacro de ocho días en una nave espacial (falsa) para preparar un posible viaje pilotado a luna en 2029. Y es que en la rueda de prensa correspondiente, en este caso se les preguntó cómo aguantarían en el espacio, si la misión fuese real, sin hombres ni maquillaje. Una de ellas respondió irónicamente que sin duda en esa situación el estar guapas iba a ser su primera preocupación. Después les preguntaron también a ellas por el cuidado de su pelo. Ay, Pantene no sabe el increíble nicho de mercado que se está perdiendo al no patrocinar misiones espaciales.

En el espacio nadie puede arreglarte las puntas abiertas

Para acabar, una pequeña anécdota con la que quizás muchas se sientan identificadas. Una vez me contaba una amiga cómo, en una entrevista de trabajo, la cosa parecía ir sobre ruedas. De pronto, el entrevistador le preguntó si tenía pareja, y si vivía con él. Ante la respuesta afirmativa a ambas preguntas (las cuales es ilegal hacer en una entrevista de trabajo), su interés por ella como candidata al trabajo cayó en picado visiblemente. Y es que siendo mujer, y estando en edad de ser madre...

¿Creéis que esta pregunta se la hicieron a los hombres que participaban en el proceso?

viernes, 19 de junio de 2015

Jurassic World (2015): macho alfa busca hembra estrecha

"-¿Cuál de ellos es el [macho] alfa?
 -Lo tienes enfrente de ti, chaval."
                                              (Chris Pratt, dejando muy claro el mensaje de la película)

Cuando comenzaron a surgir los tráilers de Jurassic World, Joss Whedon, creador de Buffy,  cazavampiros, comentó en un tuit su desagrado al ver un viejo cliché sexista de Hollywood vivito y coleando. El tráiler mostraba a Bryce Dallas Howard, como Claire, la estirada, maniática y pija presidenta del parque Jurassic World, visitando a Owen, su ex, un tiarrón fuerte, pragmático y directo, para pedirle ayuda con un asunto del parque. En la escena se daba a entender que Claire, por ser tan estirada y una frígida, fue la culpable de que la relación no fuera a más. Pues sí: estamos en 2015 y aún así volvemos a encontrarnos el cliché de la tía inflexible y estirada que necesita relajarse y que la follen bien, y su futuro novio, el tío sencillo y rudo que la enseñará a soltarse.



Colin Trevorrow, el director de la peli, comentó sin embargo que no se había sentido ofendido por las palabras de Whedon, y que a él mismo le había llamado la atención que Universal hubiese elegido esta escena para todos sus tráilers, ya que no era representativa de la película, y sacada de contexto era engañosa respecto a los personajes.

Bueno, pues después de ver la peli, me pregunto si este hombre sabe qué película ha dirigido o sufre un ataque de amnesia o algo así, porque la película efectivamente es un desfile de clichés sobre roles de género como hace tiempo no veía.

El personaje de Claire es exactamente eso que el trailer te presenta, y no rasques más, porque no tiene más trasfondo. Una ejecutiva fría e impersonal que sólo entiende de números y no de mundanas necesidades humanas, como comer, dormir, y otras necesidades básicas, como muy expresivamente le explica Chris Pratt haciendo el gesto de "ñaca ñaca" en la famosa escena. "Algo de eso tienes que entender", le dice, para que el mensaje de lo que necesita Claire quede bien subrayado. Por supuesto ya sabemos que, según avance la peli, Claire se irá soltando y aprenderá a defenderse por sí sola, e incluso tendrá algún momento heroico en el que sea la que salve ella a los demás. El punto de inflexión está incluso subrayado en la película, en un momento en el que se quita su chaquetita blanca y se la anuda, provocando pasmo en Owen y risitas en el público; una escena que francamente me dio bastante vergüenza ajena y me hizo pensar qué pasaría por la cabeza de Bryce Dallas Howard mientras su personaje es ridiculizado de esta forma.


Y es que el personaje de Claire evoluciona mucho durante la película. No solo aprende a ser una tía guay ("tía" literal y figuradamente, porque su objetivo además de sobrevivir es proteger a sus sobrinos y ganarse su afecto), sino que además aprende que una mujer de verdad debe desear ser madre. Al inicio de la historia, sus conversaciones con, ejem, como se llame su hermana, la genérica mamá de los niños, dan a entender que Claire, la pobre, no entiende lo más importante en la vida es ser madre, y como bien le adoctrina su hermanita, la cuestión no es "si" lo será, sino "cuándo". Palabras textuales del guión. Menos mal que no hay nada como una crisis con terroríficos dinosaurios carnívoros para despertar el instinto maternal de las mujeres frías y antinaturales. Curiosamente este subtexto conservador en pro de la maternidad ya estaba presente en la película original, pero en aquella ocasión el que aprendía la lección era Alan Grant. Por cierto que su compañera, la doctora Ellie, era sin embargo una mujer resolutiva y espabilada desde el minuto uno, no necesitaba que la nadie la enseñara a soltarse, y tenía incluso un memorable diálogo con el dueño del parque en el que se burlaba de él por pretender tratarla como a una damisela en apuros.

"Mi peli tiene ya veinte años y era más progresista que ésta".

Del personaje de Owen he hablado sólo tangencialmente, pero es que de él hay menos aún que decir, porque es bidimensional hasta la médula. Owen es guay. Owen es un machote. Owen es capaz de domar velocirraptores, que es algo así como el grado máximo de machote que uno puede alcanzar, algo digno de los Chuck Norris facts, la rehostia al cubo. El guión no se molesta nunca en darle una pizca de humanidad, una debilidad, algo que lo baje un poco del pedestal, así que lo único que se interpone entre el personaje y el odio total es el carisma y la simpatía innata de Chris Pratt, el cual por cierto es capaz de hacer trenzas y correr con tacones. ¡Búscalo en YouTube!

La peli, ya saliéndonos del tema que ocupa este blog, es divertida y te ofrece todo lo que le pides: emoción, persecuciones, cientos de homenajes más o menos ocultos al original, dinosaurios zampándose a gente... incluida, aviso de spoilers, la pobre niñera encargada de cuidar a los niños, que sufre la muerte más impactante, prolongada, rebuscada y profundamente cruel no ya de esta peli, sino de toda la saga. Una muerte que se habría merecido cualquiera de los personajes oficialmente "malos" de la peli, incluso si vamos a ser justos la propia Claire, que es en gran medida culpable de todo lo que sucede. ¿Por qué esta pobre mujer merecía morir de esa horrible manera que parece diseñada para provocar los aplausos del público más morboso? ¿Por ser británica? ¿Por ser correcta y aburrida y carecer de frases?

A nivel cinematográfico, y a todos los demás niveles en realidad, la peli palidece en comparación con la original, y la justificación metarrefrencial que se hace en los diálogos de que el público ya no se conforma con aquello y pide más, no cuela. Lo que pasa es que para implicar de verdad al público y crear algo digno de recordar, más allá de lograr un megaéxito inmediato, necesitas más originalidad y unos personajes más carismáticos.

Y esto lo podrás encontrar en la entrañable película anterior de Colin Trevorrow, Seguridad no garantizada, filmada cuando aún tenía una voz propia y no había sido devorado por ese enorme dinosaurio llamado industria.

jueves, 9 de abril de 2015

De princesa a bruja

Hace unos días, en medio de esta oleada de revisión de cuentos infantiles que vivimos desde hace unos años, se estrenaba Cenicienta, la versión de Disney con actores de carne y hueso del cuento clásico que en su momento realizó esta misma compañía en versión animada. En esta ocasión, el papel de la malvada madrastra lo encarna la prestigiosa Cate Blanchett, que por cierto ya había hecho un rol parecido de "malvada de cuento" hace unos años en una fantástica película llamada Hanna.



El hecho de ver a una actriz de su prestigio y nivel haciendo de mala de la función, frente a la actriz que encarna a Cenicienta, Lily James, una muchacha convencionalmente guapa y un tanto insípida, como requiere hasta cierto punto este papel, me hizo pensar. Y me hizo recordar que esta no era la primera vez que algo similar ocurría. En los últimos años hemos podido ver un montón de revisiones de cuentos clásicos que siguen una pauta: personaje protagonista, buena, pura y un tanto idealizada, protagonizada por actriz de veintipocos años convencionalmente atractiva, y enemiga malvada (madrastra, bruja, reina, etc.) protagonizada por actriz prestigiosa que ha entrado en la cuarentena. Algo que se repite tantas veces deja de ser una casualidad y empieza a ser un síntoma. ¿De qué? Ahora explicaré mi teoría, pero primero, vamos a por unos cuantos ejemplos más.

Sólo unos meses atrás se estrenaba Into the woods, una película que mezclaba varios cuentos clásicos en su argumento. El cartel presentaba a una impresionante e inquietante Meryl Streep caracterizada como bruja, mirando fijamente a la cámara como sólo ella sabe. Creo que todos estaremos de acuerdo en que, si hay un cartel de la película que se quedaba más grabado en la mente, es el que ella protagonizaba. ¿Alguien recuerda las caras de los demás actores?


 Julia Roberts también tuvo su oportunidad de ser bruja, cuando en 2002 protagonizó Mirror, mirror una versión bastante libre y divertida de Blancanieves dirigida por Tarsem Singh, un director con una filmografía bastante curiosa por la impresionante y barroca estética que suele imprimir a sus películas. La bruja que componía Julia Roberts tenía muchísimo humor y se hacía bastante simpática con sus humanos defectos, y al final francamente era mucho más memorable que la chica que hacía de princesita de turno, Lily Collins. Irónicamente, Julia Roberts había sido una (metafórica) cenicienta en 1990, cuando hizo el que sin duda es su papel más recordado, Pretty Woman.

Un último ejemplo así a bote pronto: Charlize Theron haciendo de la reina malvada en Blancanieves y la leyenda del cazador (2012). En esta ocasión al menos la muchacha que hacía de princesa era Kristen Stewart, que tiende a hacer personajes no tan edulcorados, y ha demostrado grandes dotes interpretativas en más de una ocasión (no, en Crepúsculo no, precisamente).


Desde siempre se ha dicho que Hollywood tiene un problema con la edad cuando se trata de las mujeres. Los hombres van sumando años, pero no tienen problemas para seguir haciendo héroes de acción, o galanes románticos, con parejas a las que cada vez llevan más y más años... Para las chicas, en cambio, las alarmas empiezan a sonar en cuanto se acercan a los cuarenta, y es ahí cuando dejan de poder acceder al arquetipo de chica inocente, dulce y pura; o alocada y divertida, que se exige para las comedias, y que se observa con más claridad que nunca en las adaptaciones de cuentos, que son al fin y al cabo las representaciones más esenciales de los arquetipos de la ficción. En los cuentos está clarísimo quién es el héroe, la chica, el malo, la mala, porque son una versión muy simplificada de la realidad.

 Por otra parte, es muy común que en la ficción, particularmente en los cuentos, los papeles más interesantes, y a menudo los más humanos, sean los que representan los personajes malos. Y es que sinceramente, aunque la protagonista sea Caperucita, o Cenicienta, o la Bella durmiente, es difícil identificarse con personajes tan idealizados, tan increíblemente bondadosos y perfectos, que no sienten rencor ni rabia ante las injusticias que les suceden, y que "solucionan" sus problemas (más bien, sus problemas son solucionados, en pasiva) mediante la magia o la casualidad. En cambio, ¿quién de nosotros no ha sentido alguna vez envidia, celos, amor no correspondido o ambición por aspirar a una vida mejor, como hacen casi todas las brujas y madrastras de estos cuentos? Además, estas mujeres malvadas, a diferencia de sus rivales, muestran mucha iniciativa a la hora de lograr sus objetivos, y no esperan que las rescate ningún príncipe, ni que un hada les cumpla un deseo, ni se quedan dormidas durante años, ni... Creo que ya se nota a dónde quiero llegar, ¿no?


Curiosamente fue la propia Disney la que hace nos trajo a Maléfica, una original e inspiradora subversión del cliché

La conclusión a la que me lleva todo esto es doble. Por un lado está claro que en este tipo de obras de ficción, y en la industria del entretenimiento en general se da muy frecuentemente una ecuación que básicamente se resume en "joven = buena, mayor = mala". Además, la bondad en una chica va muy unida a la pasividad. Las chicas tienen que ser guapas, dulcitas y de buen carácter, y esperar que un factor externo las salve de sus problemas. Por otro lado, la maldad principalmente pertenece a las mujeres a partir de una cierta edad (o rango: observa las connotaciones de la palabra "princesa", como juventud, belleza, bondad, etc., y las de la palabra "reina", mucho más neutrales y a menudo negativas).

Pero eso sí: a las malvadas del cuento, y sólo a ellas, se les permite una mayor variedad de rasgos de personalidad, unas motivaciones más terrenales, un mayor poder de decisión. Como ya no son un un premio a conseguir, algo deseable, tienen la libertad de dejar de aparentar y agradar a todo el mundo.

Pueden ser poderosas.

Creo que no es muy difícil ver los paralelismos con el mundo que nos rodea, en donde las chicas a menudo deben aparentar ser un poco tontitas para no asustar a algunos, en donde se espera de las consortes reales que no hablen demasiado y sonrían discretamente, en donde las mujeres de carácter fuerte son a menudo demonizadas, en donde históricamente, a las mujeres sabias y con recursos se las quemaba y acusaba de ser...

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Unique y la dificultad de encajar

En el episodio The End of Twerk de la serie Glee, emitido el pasado 14 de noviembre, se decidían por fin a tocar un delicado tema que merecía ser tratado desde la introducción del personaje de Unique: las situaciones a las que se enfrenta un adolescente transexual en un medio a menudo tan hostil como es el instituto. La serie no se caracteriza precisamente por su realismo, y gran parte de las veces simplemente convierte en comedia temas serios (para luego, arbitrariamente, tratarlos seriamente unos capítulos más tarde), y otras los resuelve de formas un tanto fantasiosas. El personaje de Unique, hasta ese día, había  participado en tramas principalmente ligeras.

Pero era difícil creerse que un adolescente transexual pasase sus estudios en el instituto sin ningún problema. La historia de Wade Adams, Unique, no es de las más frecuentes en el mundo de la tele. Ante el miedo a ser él mismo y enfrentarse el público como cantante, decidió inspirarse en sus ídolos Kurt y Mercedes y adoptar la identidad de Unique, una chica, creando una personalidad para ella: una diva de fuerte personalidad que no se achanta ante nada. Con el paso de los episodios, fue quedando claro que Unique no es exactamente un "personaje" creado por Wade, sino que es su verdadero yo. Su cuerpo quizás sea el de un chico, pero la realidad es que es una mujer.

Como digo, hasta este capítulo todo había consistido básicamente en que Unique actuaba con su ropa de chica y su peluca, y exhibía una personalidad un tanto estereotipada de "chica negra descarada". Sin embargo, llegado este capítulo, se retratan por fin los problemas de Unique, usando como punto de partida un problema muy simple y muy concreto al que se enfrenta cotidianamente un transexual: ¿a qué baño debería ir? Ella evidentemente prefiere el femenino, pero claro, corre el riesgo de encontrarse con una chica que no entienda qué hace un supuesto chico ahí.



Y al entrar, resignadamente, en el de los chicos, la cosa va a peor: un grupo de chicos que estaban dentro inmediatamente se sienten amenazados por su presencia (amenazados a nivel, ummm, filosófico, digamos). Tras burlarse de ella y quitarle su peluca, se marchan entre risas, dejando a la pobre Unique en un rincón hecha polvo. Y es entonces que empieza a cantar una emotiva interpretación de "If I Were a Boy", de Beyoncé.

La interpretación desde luego es hermosa, y transmite la sensación de desolación de Unique ante su situación y su desamparo al encontrarse en tierra de nadie, pero tengo que decir que la canción realmente no tiene demasiado sentido en el contexto de la trama, y bueno, la verdad, es bastante sexista en sí misma. Casi daría para dedicarle una entrada para ella sola, con frases como "si fuera chico, bebería cerveza con los colegas y ligaría con las chicas", o "me inventaría las reglas sobre la marcha, porque sabría que ella me sería fiel y me esperaría en casa". Ejem. Parece que quien escribió la letra vivía en un mundo aparte en el que las chicas nunca ponen los cuernos ni pueden beber cerveza. Ah, y además según la letra, si la cantante fuera un chico, ella "sabría lo que se siente al amar a una chica", porque por lo que se ve los chicos son insensibles. En fin. Ya véis que los estereotipos sexistas no son patrimonio exclusivo del machismo.

Volviendo a lo que estábamos, a lo largo del capítulo la trama va oscilando como siempre entre la comedia y el drama. En un momento dado, la directora del instituto resuelve como solución crear un baño portátil (cubierto de signos de interrogación) "unisex" que Unique pueda usar sin problemas. El baño evidentemete es ridículo, y su situación hace que sea muy violento usarlo, así que finalmente el director del coro donde canta Unique decide negociar con la directora, su enemiga, a cambio de la valiosa llave del baño de los profesores, donde por fin podrá estar a salvo.

Y es aquí cuando el director del coro dice las hermosas palabras que ponen la guinda a toda esta subtrama:



"Odio ser yo el que te lo diga, pero mientras sigas siendo tú mismo, tu vida va a ser una sucesión constante de momentos en los que no encajes. [...] Nunca deberías acostumbrarte a ello. Todos los grandes cambios provienen de gente que se negó a acostumbrarse a lo que estaba aceptado pero no estaba bien. [...] Lamentablemente no vas a cambiar el mundo en un día con un acto de rebeldía radical. Simplemente tienes que seguir buscando el sitio en el que encajas, y la gente con la que encajas; y entonces tendrás a un ejército para luchar a tu lado. Hasta que por fin el mundo sea lo bastante valiente para aceptarte tal cual eres."

Poco más que añadir. Hoy, 20 de noviembre, se celebraba el Día Internacional de la Memoria Transexual.

jueves, 10 de octubre de 2013

Las brujas de Zugarramurdi (2013)

Director: Álex de La Iglesia
Guión: Álex de la Iglesia, Jorge Guerricaechevarría
La frase: "¿Pones a tus amigos por encima de mí?"

Antes de meterme en harina, un par de apuntes: como película en general, opino que contiene un puñado de interpretaciones fantásticas (destacando la vis cómica de Mario Casas, que inesperadamente roba la función), un guión con mucho ritmo y lleno de humor, que sólo decae en el tercio final; y en general una factura sobresaliente, sobre todo teniendo en cuenta el ajustado presupuesto con el que se realizó. Una vez más Álex de la Iglesia demuestra su carisma como director y guionista, y su capacidad marca de la casa para crear momentos icónicos: en esta ocasión, un atraco en la Puerta del Sol protagonizado por Bob Esponja, Minnie, un Jesucristo plateado...

A nivel digamos ideológico, sin embargo, el tema se pone espinoso...

Son varios los críticos que la han acusado de misógina, y el propio director en una entrevista respondía que se sentía más misántropo que misógino concretamente. Sin embargo, después de verla no puedo evitar estar de acuerdo con los primeros, y la verdad no es necesario rascar mucho para percibir que todo esto es una gran metáfora (menos y menos velada a cada minuto del metraje) sobre el divorcio y la estúpidamente llamada "guerra de sexos". Una guerra que, tal como se nos presenta aquí, es bastante desigual, ya que los hombres son básicamente tontorrones e inútiles (pero con buen corazón), y las mujeres, literal y figuradamente, unas brujas capaces de lo peor. Sería fácil decir que al fin y al cabo nadie sale bien parado del todo en esta peli, porque todos tienen defectos, pero también sería bastante simplista y falso, ya que los defectos de los personajes masculinos son poco importantes y entrañables (torpones, poco inteligentes, atolondrados...), mientras que los de los femeninos son de todo menos entrañables: son todas psicópatas, y el único personaje femenino remotamente "bueno", la bruja encarnada por Carolina Bang, es presentada como una manipuladora que disfruta humillando a los hombres y es emocionalmente inestable (la escena de su ataque de histeria, en donde reproduce en clave de humor los clichés de todos los chistes machistas del mundo que vienen a decir que todas las mujeres son unas locas posesivas). Está también el personaje de la novia de Mario Casas, que parece una chica normal, pero su personaje es tan irrelevante (no creo que llegue al minuto su tiempo en pantalla), que básicamente no cuenta.

Y más cosas que te sacarán si las dejas...

Al inicio de la peli, la ex esposa de Hugo Silva se lanza en busca de su hijo. Su primera escena nos la presenta como una enfermera antipática y negligente, pero una vez iniciada la búsqueda de su hijo cabe la posibilidad de que el personaje se redima y sea la que salve la situación con su fuerte carácter. Pues nada de eso: más bien al revés, ya que las brujas inmediatamente la convierten en una de las suyas, con el simbólico método de exprimirle un corazón directamente en la boca. Ejem. Así son las brujas/mujeres: te chupan la sangre. Y así, el único personaje femenino que no explícitamente malvado, se convierte en una bruja literal.

Junto a la familia de brujas central de la peli, que representan las tres generaciones de abuela, madre e hija, conviven dos personajes masculinos. ¿Y cómo es que han permitido a dos hombres vivir con ellas? Fácil: uno porque básicamente sufre algún tipo de retraso, y porque se insinúa que le han hecho cierto proceso transformador que sufre el hijo humano en el clímax de la película ("Entrar por la boca, salir por el culo: te acostumbras"), y al que llegaré ahora. Se le permite vivir porque es tonto. El otro vive encadenado en el sótano como castigo por ser hombre. Los mensajes se van amontonando...

Respecto al clímax de la peli, en el que el niño secuestrado será transformado en una especie de anticristo destinado a destuir a los hombres "como un caballo de Troya, desde dentro", vale la pena pararse, porque aquí la simbología llega a niveles estratosféricos, y me puedo imaginar a De la Iglesia y su co-guionista partiéndose de la risa ante su ocurrencia: el niño debe ser devorado por la diosa de las brujas, una Venus de Willendorf gigante.

Los historiadores se siguen devanando los sesos: ¿es un hombre? ¿es una mujer? Hmmm...

Se trata de una especie de parto demoníaco antinatural, y por tanto el niño, como ya había sido insinuado en una escena anterior, es expulsado por el ano del monstruo. Evidentemente la elección de esa figura no es casual...

La película cuenta con dos secundarios que aportan más humor al tema, la clásica pareja de policías más bien inútiles y torpones enfrentados a un asunto que les supera completamente. El giro (que en honor a la verdad se intuye pronto), es que ambos resultan estar enamorados. Y así, el personaje de Pepón Nieto encuentra otra forma de librarse de las brujas, es decir, de las mujeres: liarse con otro hombre. Queda claro en el epílogo que la de ellos es una relación feliz, sin los nubarrones en el horizonte que les esperan a Hugo Silva y a Carolina Bang, según las predicciones de la bruja interpretada por Carmen Maura.

Es inevitable ver paralelismos con la vida personal del director y guionista (y más cuando es de dominio público que Bang es su novia en la vida real, y que él mismo pasó por un divorcio anteriormente), por lo que la película parece un gran ejercicio de psicoanálisis dedicado a, nunca mejor dicho, exorcizar sus demonios personales... En definitva, la amarga conclusión final a la que parece llegar es que los matrimonios están destinados a acabar mal, y aunque al principio las novias puedan ser guapas y fantásticas (muy distinta tuvo que ser en su día la ex de Hugo Silva, Macarena Gómez, para que empezaran a salir), todas acaban convirtiéndose en... eso mismo.