sábado, 29 de diciembre de 2018

La importancia de sentirte representado




 La entrada de hoy va a ser un poco más personal que de costumbre, pero mi intención es que, partiendo de esa reflexión personal, cualquiera que la lea pueda sacar unas conclusiones más universales. El riesgo de un blog como este (de cualquier medio de comunicación, en realidad) es que termine siendo leído por un grupo de gente "endogámico", de gente con un pensamiento afín. Y en general, y sobre todo en entradas como esta, desearía que también gente con un pensamiento completamente diferente diera un pequeño salto de fe y trataran de ponerse en el lugar de lo que digo. Así que, si eres de los que piensa que introducir diversidad en la ficción, y sobre todo en la infantil, es "inapropiado" o culpa de la "corrección política", o si piensas que los chistes de mariquitas son algo inofensivo que sólo molesta a los "ofendiditos", esta entrada también va dirigida a ti, y te voy a pedir que trates de entenderme antes de ponerme el aspa roja. Vamos allá.

De pequeño, uno puede llegar a sentirse un poco solo. Si tienes suerte, tendrás una familia que te cuidará y te acompañará, y también tendrás un cole al que ir y amiguitos a los que ver. Tu entorno puede tener las mejores intenciones respecto a ti. Pero sin embargo, la infancia es de alguna manera una época de cierta soledad, y es por eso que siempre se dice que es tan vulnerable. Porque los niños tienen un problema básico: su falta de experiencia en todo, y sus insuficientes herramientas para comunicarse. Cuando a un niño le ocurre algo más o menos infrecuente, es muy posible que piense que esto sólo le pasa a él. Puede ser incluso que piense que es culpa suya. A lo mejor piensa que vino mal de fábrica, y pocas cosas hay más dañinas que este tipo de ideas.

A mí desde pequeño me gustaban los cómics. Empecé, como tanta gente, con los tebeos de Zipi y Zape o Mortadelo y Filemón. Aquellas historias eran en general bastante infantiles y evitaban cualquier tema adulto como la sexualidad... pero de vez en cuando resquicios del mundo real se colaban por entre las páginas. Por ejemplo, recuerdo claramente un personaje secundario que aparecía en Mortadelo y Filemón, un tipo musculoso con el que el profesor Bacterio experimentaba. El giro de guión era que pese a ser musculoso era débil, y, sobre todo, tenía muchísima pluma. Al descubrirlo, los dos agentes se carcajeaban de él, haciendo claramente de avatares de los lectores (hablando en plata: tú también te tenías que reir, porque ¡resultaba que el fortachón era mariquita!). Recuerdo que se llamaba "Margarito", por si el chiste no era lo bastante obvio, y Google me informa de que su apellido era "Mariposillo", vamos, que Ibáñez no escatimó en señales. Algunos ya estarán empezando a indignarse al leerme, y dirán "¡es que eran otros tiempos!". Sí, lo eran, pero también eran los tiempos en los que yo tenía ocho, nueve o diez años, y esta una de las mil maneras en que el mundo me empezaba a decir que si yo resultaba ser mariquita, lo que me esperaba era un destino chungo; quizá en el mejor de los casos ser el blanco de las risas, como Margarito.



La otra manera eran los chistes de mariquitas que contaban mis primos o veía por la tele, en los que siempre, siempre, siempre, el mariquita en cuestión hace un papel de ridículo, tonto o ambas cosas a la vez. O quizás esas pelis en las que salía un secundario mariquita ridículo (lamento la repetición el adjetivo, pero es que esa característica era la definitoria) como para que a su lado pudiera destacar la virilidad del héroe. Espero que quien lea esto entienda que estoy usando la palabra "mariquita" porque me estoy poniendo en la piel de las personas que creaban este tipo de chistes e historias, y si algo está claro es que en sus cabezas esos personajes no eran "homosexuales" ni muchísimos menos "gays", sino mariquitas. Como mariquitas eran también los hombres que estaban en el bar La ostra azul, de las pelis de Loca academia de policía, y que a la primera de cambio trataban de bailar con los protagonistas cuando entraban al bar por accidente. El mensaje claro era esa idea aún viva en la mente de determinados hombres heterosexuales de que los gays solo piensan en violar a todo aquel que se les ponga delante, porque obviamente "bailar" era una forma de representar otros verbos acabados en "ar". Mariquita era aquel peluquero de la peli La roca que se ponía a hablar de tratamientos para el cabello mientras los machos de la peli hablaban de cosas serias, y luego le suplicaba en un ascensor a Sean Connery, tan estoico y viril él, que le dejara vivir. En fin, "mariquitas" de los que reírse había unos cuantos.

 Todas estas cosas se me quedaban grabadas porque yo por dentro empezaba a sospechar (a temerme, más bien) mi realidad, y estos personajes patéticos y ridiculizados eran mis únicos "referentes". Si los únicos espejos en los que puedes mirarte son así de chungos, ¿qué esperas que sienta un niño que aún no sabe casi nada de la vida? El mundo, simplemente, no paraba de repetirme que ser homosexual era lo peor que podías ser, una cosa indigna cuyo destino es como mucho servir de payaso, o de vara de medir para que los machotes puedan validar su virilidad.

Con el paso de los años, según iba entrando en la adolescencia, empecé a desear encontrar un tipo de identificación distinta en esas historias que consumía. Con la edad empiezan a entrarte inquietudes sexuales y románticas, y de nuevo las obras de ficción son una de las principales fuentes donde uno trata de encontrar referentes. Quieres leer un libro o un cómic, o ver una película, donde a los personajes les pase lo mismo que a ti. Todos podemos empatizar con una peli romántica con personajes de cualquier tipo, porque en definitiva el amor es el amor, pero las particularidades de ese amor cambian cuando cambian las características de los interesados, como por ejemplo su orientación sexual o su raza. Quizá algunos se molesten leyendo esto, y digan "¡Es pensando de esa manera como creáis un gueto! ¡Las personas somos todas iguales!". Y yo digo, muy bien, lo somos, pero nuestras circunstancias no lo son. ¿Sabe una pareja heterosexual lo que es arriesgar su integridad física cuando se besa o se coge de la mano en un lugar público? ¿En algún país del mundo se ven obligados a coger camas de hotel separadas y fingir que son amigos? ¿Alguna vez ha estado prohibido el matrimonio entre un chico y una chica blancos? ¿Alguna vez, al ver a una chica y un chico blancos besándose en un coche, la policía ha supuesto que ella era prostituta? (Como curiosidad, mientras buscaba información para esta entrada, he encontrado páginas y páginas de noticias en las que a personas negras les ocurrían cosas absurdas porque alguien sospechaba de ellos automáticamente, sin haber hecho nada).

Y es por esta diferencia de circunstancias, y por un puro de deseo de no sentirte como un perro verde (o invisible), que uno deseaba verse alguna vez reflejado en esas obras de ficción. Una y otra vez, al ver a ese personaje que parecía "muy amigo" de otro, me ilusionaba pensando que quizás esta vez iba a ser que sí, que no se iba a quedar todo en una insinuación y efectivamente los dos iban a tener una relación romántica. En este sentido recuerdo muy claramente lo que ocurrió en el cómic de Marvel X-Force durante los 90 con el personaje de Estrella Rota. Su guionista por aquel entonces, Jeph Loeb, comenzó a introducir insinuaciones de que Estrella Rota estaba enamorado de su amigo Ríctor. Todo empezó de manera muy sutil: Estrella Rota acudía al rescate de un chico que estaba recibiendo una paliza a manos de una pandilla, a la salida de un bar. En ningún momento se pronunciaba la palabra "maricón", pero se daban suficientes pistas como para imaginar lo que ocurría, y la escena evidentemente no era gratuita. Durante los siguientes números Loeb continuó dejando indirectas más o menos claras... hasta que el cómic cambió de guionista y toda esta subtrama fue abandonada. (Años después, el guionista Peter David volvió a coger el toro por los cuernos y ¡por fin! permitió que la relación de Estrella y Ríctor tuviese lugar. La lástima es que ya me pilló en la treintena, y aunque me alegró mucho y mi yo adolescente se sintió reivindicado, para entonces no lo necesitaba tanto como cuando tenía 16...).




Y termino ya. Ojalá esta entrada haya hecho reflexionar a alguien, aunque solo sea una persona, y por un momento haya podido ponerse en mi piel y en la de tantas otras personas que han vivido lo mismo. Como nota positiva, el panorama ha cambiado y está cambiando muchísimo, y sin duda los niños de hoy tienen la suerte de contar con un montón de productos audiovisuales donde los personajes LGBT empiezan a ser mucho más visibles, y sobre todo representados de maneras positivas. Como muestra, termino la entrada con este bonito vídeo procedente de la serie Steven Universe (¡gracias a Valle san por hacerme saber de ella!).