miércoles, 12 de marzo de 2014

El sexo por defecto

En alguna ocasión, James Cameron, el director de cine, ha explicado su truco para crear los numerosos personajes femeninos independientes y bien definidos que ha creado (la teniente Ripley de Alien, Rose de Titanic, Sarah Connor de Terminator...). El truco es simple y al mismo tiempo muy revelador: empieza escribiendo el guión como si fuesen personajes masculinos, y al terminar, les cambia el sexo. Como quien le da la vuelta a un calcetín.

En definitiva el truco digamos que funciona. Se pueden decir un montón de cosas sobre James Cameron y sus películas, cosas buenas y malas, pero es innegable que ha dejado para el recuerdo un buen puñado de personajes femeninos icónicos, y no todos ellos giraban siempre en torno a un hombre; la teniente Ripley siendo el ejemplo perfecto. Pero es inevitable plantearse las implicaciones del truco de marras. Para crear un personaje femenino, partimos de uno masculino.

Suena un poco a Adán y la costilla, ¿no?

La realidad es que en el mundo de la ficción, el masculino es el sexo por defecto, y el femenino la excepción. Cuando hablamos de una peli de acción, y esta está protagonizada por una chica (mi debilidad en cuanto a pelis de acción, debo decir), en seguida se subraya el hecho de que quien reparte las hostias es una chica. Quizá, y yo el primero que lo hace, se buscan subtextos feministas en la trama. Cuando una película está protagonizada sólo, o principalmente por chicas, es etiquetada como película "de mujeres". Si la protagonizan hombres, esto es lo "normal", y por tanto las etiquetas son más bien sobre el contenido en sí de la película: terror, drama, comedia, etc. Cuando se crea una serie infantil, el público al que irá dirigida, niños o niñas o ambos, es lo que decide el sexo de la mayor parte de los personajes. Entre las productoras de animación, el mantra es que algo protagonizado por niños puede ir dirigido a todos los públicos, pero algo protagonizado por niñas, va dirigido exclusivamente a niñas.

Si queréis un ejemplo reciente, cuando hace un par de años Disney lanzó su película Enredados, el título escogido (Tangled, en inglés), no fue desde luego casual. El cuento en el que se basaba era Rapunzel, nombre de la muchacha protagonista de la historia. Pero el temor de los altos mandos de Disney era que si le plantaban a la peli un título de nombre de niña, sumado a que la protagonista era una ídem, los niños correrían en dirección contraria, quizás a ver Transformers XXVIII: la venganza. ¿Solución? Un nombre que es un adjetivo, y por tanto carente de género en inglés, y una campaña promocional que dejaba clarito, me estáis oyendo, niños del mundo, que junto a la rubita de pelo largo había un muchachote fuertote.


Imagínate uno de sus pelos en la sopa...

Como todas las reglas, esta ha tenido sus excepciones que la confirman, y así tenemos clásicos modernos de la animación como Las Supernenas, o más recientemente el increíble caso de Mi Pequeño Pony: la magia de la amistad, la versión más reciente de la franquicia basada en los famosos juguetes. La serie en cuestión evidentemente iba dirigida a un demográfico concretísimo: sexo femenino y corta edad. Pero, gracias a un buen trabajo de guión, un humor algo iconoclasta, una animación colorida y vitalista pero no ñoña, y unos personajes bien perfilados e interesantes, oh milagro, se desató el fenómenos de los bronies: fans de la serie que ni eran niñas ni eran de corta edad.

Las chicas son guerreras. Y ponys.

Los ejemplos en el mundo de la ficción son innumerables y podría seguir y seguir, pero ocurre que, como suele pasar con la ficción, esta no es más que un reflejo de la realidad. Como explicaba al principio, la cosa no es nueva, y ya desde los tiempos de la Biblia con el tema de Adán y la creación de Eva a partir de él, el concepto de que el masculino es el sexo por defecto siempre ha estado presente. Esta idea, que me temo que todos tenemos enraizada en la cabeza fuertemente, y yo el primero, tiene un montón de consecuencias prácticas, negativas para ambos sexos. Ahí van unos ejemplos y alguna excepción de las que confirman la regla:

  • En una situación de guerra o catástrofe, se consideran más valiosas las vidas de las mujeres, y los hombres digamos que son hasta cierto punto "desechables". Sí, desde luego no se me escapa que hay una posible explicación a esto en tanto que sólo las mujeres pueden quedarse embarazadas y procrear... 
  • Vas por la carretera, y el conductor de delante hace determinada maniobra peligrosa. ¿Qué ocurrirá si se trata de un hombre? Que le pondremos a caldo. ¿Qué ocurrirá si se trata de una mujer? Que alguien dirá la frase lapidaria: "Mujer tenía que ser". Cuando un hombre hace algo, le calificamos a él personalmente. Cuando una mujer hace algo, representa a la totalidad de las mujeres del mundo. Dado que el hombre es el sexo por defecto, lo que hace la excepción adquiere valor universal.
  • En el mundo anglosajón, y otras culturas, una mujer al casarse adopta el apellido de su marido. Quizás en algunos caso lo une al suyo con un guión. En extrañísimas y contadas ocasiones, él adopta el apellido de ella. Es decir: el apellido de él es el apellido por defecto.
  • Los nombres de muchas profesiones se utilizan en masculino, evidentemente porque hasta no hace tanto sólo las desempeñaban hombres. Llegada la situación actual, o bien es necesario especificar el género pegándole la palabra "mujer" (mujer policía, mujer bombero), o bien, en español por ejemplo, encasquetamos una -a al final, y conseguimos un palabro que no termina de sonar muy normal: la médica.
  • Un ejemplo inverso: en el mundo anglosajón un enfermero es definido como male nurse. Ya sabemos de qué sexo eran históricamente la gtan mayoría de las enfermeras... 
  • En política, un alto cargo ostentado por una mujer es siempre algo digno de resaltar. No es sólo un político, es una mujer que es político (¿política?). El hecho de ser mujer la define, se especulará sobre la forma en que su feminidad influye en sus decisiones como político, y desde luego se mirará con lupa la ropa que lleva. De un político hombre se analiza exclusivamente su labor, porque no es un hombre-político, es un político a secas.
  • La ropa unisex es básicamente ropa masculina apta para mujeres, no viceversa. Lo que viene a decir que el cuerpo de un hombre es el cuerpo por defecto. 

Y podríamos seguir y seguir. Hace unos días se celebraba el Día de la Mujer Trabajadora. Aquí tienes un puñado de ejemplos más de por qué dicho día sigue siendo, desde luego, necesario.


domingo, 2 de marzo de 2014

Campo de batalla: la alfombra roja

Esta noche tendrá lugar la ceremonia de entrega de los Oscar, y habrá un momento en particular que muchas personas esperarán con intriga: el momento en que Cate Blanchett cruce la alfombra roja. La cuestión es: ¿qué harán los cámaras? ¿Qué hará ella? ¿Se repetirá esto?



Para los quien no la hayan leído, en la gala de los SAG, un cámara hizo un barrido de los pies a la cabeza del vestido dentro del cual estaba metida Cate Blanchett. La actriz se sintió tan despersonalizada como la frase que acabo de escribir, y en un gesto sin precedentes en una alfombra roja, se agachó para buscar con la vista el objetivo, y le preguntó al cámara si este tipo de planos se los hacían a los chicos también. Evidentemente la pregunta era retórica...

Por otro lado, en otro acto de rebeldía alfombril, en la ceremonia de los Globos de Oro (sí, ya sabes, "la antesala de los Oscar") de este 12 de enero, la actriz Elizabeth Moss, cuando se vio expuesta a la Mani-Cam (un invento del canal E! que consiste en una mini alfombrita roja donde las actrices exponen su manicura), ni corta ni perezosa giró la mano y le sacó el dedo corazón a la cámara, la cual cortó la toma al instante y con increíbles reflejos. Pero ahí quedaba la pequeña declaración no verbal de principios de Moss.


Entre esto y lo de antes, los cámaras de E! no ganan para sustos

El análisis de los modelitos que lucen las actrices en las entregas de premios se ha convertido, desde hace ya mucho, en una parte crucial de todo asunto. Algunas revistas de cine le dedican secciones. Las revistas del corazón se lanzan en plancha al asunto, y elaboran listas de la más elegantes, las más atrevidas, las peores vestidas, etc. Según el medio que cubra el asunto, el interés de todo se desplaza desde su sentido digamos primigenio (los logros artísticos de los intérpretes) hasta prácticamente sólo el aspecto estético. Sí, sí, vale, Fulanita Pérez estaba nominada al Óscar por su emocionante interpretación de una campeona de natación que lucha por la gloria mientras se enfrenta una enfermedad incurable a la vez que descubre que fue adoptada. Pero aquí lo que de verdad nos importa es saber si iba guapa o qué. Mención aparte merece todo el tema de la relación edad-belleza de Fulanita, y ay de ella si el cirujano de turno no ha logrado hacer un buen trabajo: la misma industria que la presiona para que se mantenga permanentemente atractiva, le caerá encima salvajemente para despedazarla.

Generalmente, los hombres se han visto más a salvo de este juicio y ejecución pública, partiendo ya de la base de que sus trajes de etiqueta son infinitamente más homogéneos y uniformes (el esmoquin y el traje de chaqueta tienen sus límites, aunque los hay que están dispuestos a ponerlos a prueba), y los peinados y complementos masculinos tampoco tienen un gran peso. Sí es cierto que desde hace unos años hemos empezado a ver, con cuentagotas, a algún que otro hombre siendo objeto del escrutinio público tras haber pasado por el quirófano sin resultados positivos (el pobre Mickey Rourke es casi el Santo Patrón de los Hombres Mal Operados: en cualquier reportaje que hable de este tema, ten por seguro que le nombrarán, con la fotito de rigor del antes y el después).

Así que una vez más nos encontramos con un ejemplo más de la mujer empleada como florero, como objeto bello y decorativo, que no sólo debe responder de su trabajo oficial como actriz o cantante o abogada, sino que también está tácitamente obligada a ser bella y seductora. Sí, lo entiendo: finalmente las entregas de premios son fiestas, y como tales cada uno trata de llevar sus mejores galas y estar lo más guapo/a posible, pero ¿justifica esto que en muchos casos se termine hablando más del look que del mérito artístico de las actrices? ¿Deben las mujeres aceptar que las cámaras las escaneen de arriba abajo cual código de barras?

Veremos si la gala de esta noche nos trae alguna sorpresa más de este tipo. Para acabar, una foto para el recuerdo de otra actriz nominada que decidió también pasarse las normas no escritas por el forro...

En la redacción de esta entrada ningún animal sufrió daños