domingo, 20 de noviembre de 2016

¿Sirve de algo la corrección política?

En los últimos años la llamada corrección política ha sido cada vez más denostada. Hace unas semanas se publicaba un artículo en la revista "Papel" del periódico El Mundo, en el que se criticaba el fenómeno y se ponían incluso motes a determinados tipos de persona que la practican con especial virulencia. El artículo me ha parecido muy interesante, y en determinados puntos estoy de acuerdo con su autor. Ahora viene el pero.

Porque en realidad estoy hoy aquí para defender la corrección política. ¿Entonces coarta o no la libertad de expresión? ¿Estamos creando un mundo en el que no se pueden hacer chistes? ¿Es todo una gran falsedad? Sí, no, a veces: el tema es complejo. Vamos por partes.

"¿Pero es que nadie va a pensar en los ninjas?"

Es cierto que nuestra sociedad, en muchas situaciones, ha tomado últimamente una deriva de caza de brujas. Como se explica en el artículo, muchas veces la gente se levanta y ataca con increíble saña cosas que... nadie se ha molestado en leer o en ver; simplemente se limitan a seguir a la masa enfervorecida, y no hay una voluntad de pararse a analizar las cosas un poco más a fondo y ver cuáles eran las intenciones del autor. Me viene a la mente esa exposición sobre el franquismo celebrada hace poco en Barcelona y publicitada con una estatua decapitada de Franco, que tanta polémica suscitó. ¿De verdad se puede considerar apología una estatua decapitada? ¿Es apología una exposición que habla de un período negro de la historia española, para que los que no lo conocieran puedan saber lo horrible que es una dictadura y lo importante que es evitar que no se repita nunca? ¿Acaso no hay una abismal diferencia entre hablar de algo, para darlo a conocer desde un punto de vista crítico, y hacer apología de ello? ¿Tenemos que prohibir también entonces los libros de historia, que están llenos de menciones a gente terrible?

Efectivamente, cuando se lleva a extremos absurdos y no hay voluntad de analizar las cosas con un poco más de sutileza, la corrección política puede acabar degenerando en censura descerebrada. Pero lo contrario, desecharla completamente y tratarla como un cáncer sin ninguna utilidad, me parece igual de dañino. En su esencia, la corrección política surgió con una intención positiva.

Con el paso del tiempo, la sociedad ha ido (más o menos) asumiendo la existencia de la diversidad como algo digno de ser tenido en cuenta y respetado. Es un desarrollo relativamente nuevo: no hace tanto la diferencia causaba horror, y así, a los zurdos se les ataba la mano y se les obligaba a escribir "como dios manda", por poner un ejemplo. En el tema que trata más específicamente este blog, las minorías sexuales eran (son) tratadas como una aberración, y el objetivo era destruirlas y/o borrarlas, verbal y literalmente. El lenguaje no es inocente, y no es casualidad que no exista ningún término despectivo para decir "heterosexual", ni para decir "blanco", ni para decir "cristiano" (y si existen, no han llegado a la cultura popular). El que está en la cúspide de la pirámide es el que elige los términos insultantes para los que están por debajo en la jerarquía social.

Sin embargo, con mucho esfuerzo por parte de los colectivos que dan voz a los afectados, la sociedad ha ido asumiendo que todo el mundo es igual de valioso, o debería serlo, y al igual que no hay un descuento en los impuestos que debemos pagar según nuestro grado de marginación por parte de la sociedad, el acceso a los derechos también debería ser igualitario, y en ello estamos. El lenguaje políticamente correcto, y a esto quería llegar, es la consecuencia natural de esta mayor sensibilidad hacia los colectivos tradicionalmente marginados. 

Desde luego mucha gente emplea palabras como "mariquita", "maricón" o "bollera" con una intención afectuosa, y evidentemente esto es todo lo contrario que un deseo de ofender; por no hablar del uso apropiativo de estas expresiones para desactivarlas y anularlas, como ha ocurrido con la palabra queer, que a día de hoy ya casi al 100% ha perdido cualquier connotación despectiva y más bien hace pensar en activismo y sociología.  Estos son casos aparte. Pero no impiden que en su origen estas palabras fueran creadas para hacer daño y establecer fronteras, para decir "tú estás ahí abajo y yo aquí arriba", y sólo puedo ver como algo positivo el que ahora se tenga asumido que un político, por la tele, no puede decir ninguna de estas palabras; y si lo hace, que se le someta al juicio público. Esto no es censura: esto es el respeto básico necesario en una interacción social, y quien falte a él, efectivamente debe ser amonestado.

"Y si no siempre nos quedan los chistes sobre terroristas islámicos"
¿Y respecto al humor? ¿Deberían Bertín Osborne y Arévalo ser libres para hacer chistes de mariquitas? Pues ocurre básicamente lo mismo. En petit comité casi todo vale (o todo lo que acepten los allí presentes), pero cuando tus palabras van a ser recibidas por un público nacional o mundial, el hecho de que estés haciendo humor no te exime del deber de respetar a la gente. Al igual que, como decía antes, hay un motivo de que exista la palabra "maricón" pero no un para decir "heterosexual" de forma despectiva, hay un motivo para que existan chistes de mariquitas pero no chistes en los que la heterosexualidad de los protagonistas sea lo gracioso del chiste.  Obviamente los chistes de mariquitas no han salido de la nada: son el producto de una sociedad homofóbica, donde la homosexualidad era (es) vista como algo negativo, o en el más condescendiente de los casos, algo intrínsecamente gracioso. A ellos, y a sus fans, les pueden parecer inocuos esos chistes, desde su posición de superioridad en la jerarquía social donde no existen los chistes "de heteros", pero esos chistes por muy inocentes que parezcan hacen daño. Desde que nacemos y empezamos a escucharlos, el mensaje que nos va calando muy claramente es que ser mariquita es algo de lo que reírse, algo un poquito asqueroso y/o gracioso, y/o ridículo. Pueden decir que esos chistes se hacen desde el cariño y sin mala intención, pero todos sabemos perfectamente que no se trata de lo que uno dice sino de lo que hace.

La corrección política existe porque existe una voluntad por tratar a los demás con respeto, y esto, en principio, nunca puede ser malo. Hay determinados contextos en los que nunca escucharás usar palabras políticamente correctas, y eso será un indicativo claro del grado de progreso de esa sociedad. Muchos quizás estén pensando mientras leen esto que el respeto que ofrece la corrección política puede ser epidérmico, que la persona que te habla con educación puede estar riéndose de ti o insultándote por dentro, y que en ese caso no es más que un teatro. Por supuesto que hay que aspirar a más, a un respeto que vaya más allá del lenguaje, que sea absoluto y demostrable. Pero esto es el punto de partida, y si no se empieza por exigir respeto en la comunicación, difícilmente pasaremos al siguiente nivel.