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jueves, 9 de abril de 2015

De princesa a bruja

Hace unos días, en medio de esta oleada de revisión de cuentos infantiles que vivimos desde hace unos años, se estrenaba Cenicienta, la versión de Disney con actores de carne y hueso del cuento clásico que en su momento realizó esta misma compañía en versión animada. En esta ocasión, el papel de la malvada madrastra lo encarna la prestigiosa Cate Blanchett, que por cierto ya había hecho un rol parecido de "malvada de cuento" hace unos años en una fantástica película llamada Hanna.



El hecho de ver a una actriz de su prestigio y nivel haciendo de mala de la función, frente a la actriz que encarna a Cenicienta, Lily James, una muchacha convencionalmente guapa y un tanto insípida, como requiere hasta cierto punto este papel, me hizo pensar. Y me hizo recordar que esta no era la primera vez que algo similar ocurría. En los últimos años hemos podido ver un montón de revisiones de cuentos clásicos que siguen una pauta: personaje protagonista, buena, pura y un tanto idealizada, protagonizada por actriz de veintipocos años convencionalmente atractiva, y enemiga malvada (madrastra, bruja, reina, etc.) protagonizada por actriz prestigiosa que ha entrado en la cuarentena. Algo que se repite tantas veces deja de ser una casualidad y empieza a ser un síntoma. ¿De qué? Ahora explicaré mi teoría, pero primero, vamos a por unos cuantos ejemplos más.

Sólo unos meses atrás se estrenaba Into the woods, una película que mezclaba varios cuentos clásicos en su argumento. El cartel presentaba a una impresionante e inquietante Meryl Streep caracterizada como bruja, mirando fijamente a la cámara como sólo ella sabe. Creo que todos estaremos de acuerdo en que, si hay un cartel de la película que se quedaba más grabado en la mente, es el que ella protagonizaba. ¿Alguien recuerda las caras de los demás actores?


 Julia Roberts también tuvo su oportunidad de ser bruja, cuando en 2002 protagonizó Mirror, mirror una versión bastante libre y divertida de Blancanieves dirigida por Tarsem Singh, un director con una filmografía bastante curiosa por la impresionante y barroca estética que suele imprimir a sus películas. La bruja que componía Julia Roberts tenía muchísimo humor y se hacía bastante simpática con sus humanos defectos, y al final francamente era mucho más memorable que la chica que hacía de princesita de turno, Lily Collins. Irónicamente, Julia Roberts había sido una (metafórica) cenicienta en 1990, cuando hizo el que sin duda es su papel más recordado, Pretty Woman.

Un último ejemplo así a bote pronto: Charlize Theron haciendo de la reina malvada en Blancanieves y la leyenda del cazador (2012). En esta ocasión al menos la muchacha que hacía de princesa era Kristen Stewart, que tiende a hacer personajes no tan edulcorados, y ha demostrado grandes dotes interpretativas en más de una ocasión (no, en Crepúsculo no, precisamente).


Desde siempre se ha dicho que Hollywood tiene un problema con la edad cuando se trata de las mujeres. Los hombres van sumando años, pero no tienen problemas para seguir haciendo héroes de acción, o galanes románticos, con parejas a las que cada vez llevan más y más años... Para las chicas, en cambio, las alarmas empiezan a sonar en cuanto se acercan a los cuarenta, y es ahí cuando dejan de poder acceder al arquetipo de chica inocente, dulce y pura; o alocada y divertida, que se exige para las comedias, y que se observa con más claridad que nunca en las adaptaciones de cuentos, que son al fin y al cabo las representaciones más esenciales de los arquetipos de la ficción. En los cuentos está clarísimo quién es el héroe, la chica, el malo, la mala, porque son una versión muy simplificada de la realidad.

 Por otra parte, es muy común que en la ficción, particularmente en los cuentos, los papeles más interesantes, y a menudo los más humanos, sean los que representan los personajes malos. Y es que sinceramente, aunque la protagonista sea Caperucita, o Cenicienta, o la Bella durmiente, es difícil identificarse con personajes tan idealizados, tan increíblemente bondadosos y perfectos, que no sienten rencor ni rabia ante las injusticias que les suceden, y que "solucionan" sus problemas (más bien, sus problemas son solucionados, en pasiva) mediante la magia o la casualidad. En cambio, ¿quién de nosotros no ha sentido alguna vez envidia, celos, amor no correspondido o ambición por aspirar a una vida mejor, como hacen casi todas las brujas y madrastras de estos cuentos? Además, estas mujeres malvadas, a diferencia de sus rivales, muestran mucha iniciativa a la hora de lograr sus objetivos, y no esperan que las rescate ningún príncipe, ni que un hada les cumpla un deseo, ni se quedan dormidas durante años, ni... Creo que ya se nota a dónde quiero llegar, ¿no?


Curiosamente fue la propia Disney la que hace nos trajo a Maléfica, una original e inspiradora subversión del cliché

La conclusión a la que me lleva todo esto es doble. Por un lado está claro que en este tipo de obras de ficción, y en la industria del entretenimiento en general se da muy frecuentemente una ecuación que básicamente se resume en "joven = buena, mayor = mala". Además, la bondad en una chica va muy unida a la pasividad. Las chicas tienen que ser guapas, dulcitas y de buen carácter, y esperar que un factor externo las salve de sus problemas. Por otro lado, la maldad principalmente pertenece a las mujeres a partir de una cierta edad (o rango: observa las connotaciones de la palabra "princesa", como juventud, belleza, bondad, etc., y las de la palabra "reina", mucho más neutrales y a menudo negativas).

Pero eso sí: a las malvadas del cuento, y sólo a ellas, se les permite una mayor variedad de rasgos de personalidad, unas motivaciones más terrenales, un mayor poder de decisión. Como ya no son un un premio a conseguir, algo deseable, tienen la libertad de dejar de aparentar y agradar a todo el mundo.

Pueden ser poderosas.

Creo que no es muy difícil ver los paralelismos con el mundo que nos rodea, en donde las chicas a menudo deben aparentar ser un poco tontitas para no asustar a algunos, en donde se espera de las consortes reales que no hablen demasiado y sonrían discretamente, en donde las mujeres de carácter fuerte son a menudo demonizadas, en donde históricamente, a las mujeres sabias y con recursos se las quemaba y acusaba de ser...

jueves, 10 de octubre de 2013

Las brujas de Zugarramurdi (2013)

Director: Álex de La Iglesia
Guión: Álex de la Iglesia, Jorge Guerricaechevarría
La frase: "¿Pones a tus amigos por encima de mí?"

Antes de meterme en harina, un par de apuntes: como película en general, opino que contiene un puñado de interpretaciones fantásticas (destacando la vis cómica de Mario Casas, que inesperadamente roba la función), un guión con mucho ritmo y lleno de humor, que sólo decae en el tercio final; y en general una factura sobresaliente, sobre todo teniendo en cuenta el ajustado presupuesto con el que se realizó. Una vez más Álex de la Iglesia demuestra su carisma como director y guionista, y su capacidad marca de la casa para crear momentos icónicos: en esta ocasión, un atraco en la Puerta del Sol protagonizado por Bob Esponja, Minnie, un Jesucristo plateado...

A nivel digamos ideológico, sin embargo, el tema se pone espinoso...

Son varios los críticos que la han acusado de misógina, y el propio director en una entrevista respondía que se sentía más misántropo que misógino concretamente. Sin embargo, después de verla no puedo evitar estar de acuerdo con los primeros, y la verdad no es necesario rascar mucho para percibir que todo esto es una gran metáfora (menos y menos velada a cada minuto del metraje) sobre el divorcio y la estúpidamente llamada "guerra de sexos". Una guerra que, tal como se nos presenta aquí, es bastante desigual, ya que los hombres son básicamente tontorrones e inútiles (pero con buen corazón), y las mujeres, literal y figuradamente, unas brujas capaces de lo peor. Sería fácil decir que al fin y al cabo nadie sale bien parado del todo en esta peli, porque todos tienen defectos, pero también sería bastante simplista y falso, ya que los defectos de los personajes masculinos son poco importantes y entrañables (torpones, poco inteligentes, atolondrados...), mientras que los de los femeninos son de todo menos entrañables: son todas psicópatas, y el único personaje femenino remotamente "bueno", la bruja encarnada por Carolina Bang, es presentada como una manipuladora que disfruta humillando a los hombres y es emocionalmente inestable (la escena de su ataque de histeria, en donde reproduce en clave de humor los clichés de todos los chistes machistas del mundo que vienen a decir que todas las mujeres son unas locas posesivas). Está también el personaje de la novia de Mario Casas, que parece una chica normal, pero su personaje es tan irrelevante (no creo que llegue al minuto su tiempo en pantalla), que básicamente no cuenta.

Y más cosas que te sacarán si las dejas...

Al inicio de la peli, la ex esposa de Hugo Silva se lanza en busca de su hijo. Su primera escena nos la presenta como una enfermera antipática y negligente, pero una vez iniciada la búsqueda de su hijo cabe la posibilidad de que el personaje se redima y sea la que salve la situación con su fuerte carácter. Pues nada de eso: más bien al revés, ya que las brujas inmediatamente la convierten en una de las suyas, con el simbólico método de exprimirle un corazón directamente en la boca. Ejem. Así son las brujas/mujeres: te chupan la sangre. Y así, el único personaje femenino que no explícitamente malvado, se convierte en una bruja literal.

Junto a la familia de brujas central de la peli, que representan las tres generaciones de abuela, madre e hija, conviven dos personajes masculinos. ¿Y cómo es que han permitido a dos hombres vivir con ellas? Fácil: uno porque básicamente sufre algún tipo de retraso, y porque se insinúa que le han hecho cierto proceso transformador que sufre el hijo humano en el clímax de la película ("Entrar por la boca, salir por el culo: te acostumbras"), y al que llegaré ahora. Se le permite vivir porque es tonto. El otro vive encadenado en el sótano como castigo por ser hombre. Los mensajes se van amontonando...

Respecto al clímax de la peli, en el que el niño secuestrado será transformado en una especie de anticristo destinado a destuir a los hombres "como un caballo de Troya, desde dentro", vale la pena pararse, porque aquí la simbología llega a niveles estratosféricos, y me puedo imaginar a De la Iglesia y su co-guionista partiéndose de la risa ante su ocurrencia: el niño debe ser devorado por la diosa de las brujas, una Venus de Willendorf gigante.

Los historiadores se siguen devanando los sesos: ¿es un hombre? ¿es una mujer? Hmmm...

Se trata de una especie de parto demoníaco antinatural, y por tanto el niño, como ya había sido insinuado en una escena anterior, es expulsado por el ano del monstruo. Evidentemente la elección de esa figura no es casual...

La película cuenta con dos secundarios que aportan más humor al tema, la clásica pareja de policías más bien inútiles y torpones enfrentados a un asunto que les supera completamente. El giro (que en honor a la verdad se intuye pronto), es que ambos resultan estar enamorados. Y así, el personaje de Pepón Nieto encuentra otra forma de librarse de las brujas, es decir, de las mujeres: liarse con otro hombre. Queda claro en el epílogo que la de ellos es una relación feliz, sin los nubarrones en el horizonte que les esperan a Hugo Silva y a Carolina Bang, según las predicciones de la bruja interpretada por Carmen Maura.

Es inevitable ver paralelismos con la vida personal del director y guionista (y más cuando es de dominio público que Bang es su novia en la vida real, y que él mismo pasó por un divorcio anteriormente), por lo que la película parece un gran ejercicio de psicoanálisis dedicado a, nunca mejor dicho, exorcizar sus demonios personales... En definitva, la amarga conclusión final a la que parece llegar es que los matrimonios están destinados a acabar mal, y aunque al principio las novias puedan ser guapas y fantásticas (muy distinta tuvo que ser en su día la ex de Hugo Silva, Macarena Gómez, para que empezaran a salir), todas acaban convirtiéndose en... eso mismo.