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sábado, 29 de diciembre de 2018

La importancia de sentirte representado




 La entrada de hoy va a ser un poco más personal que de costumbre, pero mi intención es que, partiendo de esa reflexión personal, cualquiera que la lea pueda sacar unas conclusiones más universales. El riesgo de un blog como este (de cualquier medio de comunicación, en realidad) es que termine siendo leído por un grupo de gente "endogámico", de gente con un pensamiento afín. Y en general, y sobre todo en entradas como esta, desearía que también gente con un pensamiento completamente diferente diera un pequeño salto de fe y trataran de ponerse en el lugar de lo que digo. Así que, si eres de los que piensa que introducir diversidad en la ficción, y sobre todo en la infantil, es "inapropiado" o culpa de la "corrección política", o si piensas que los chistes de mariquitas son algo inofensivo que sólo molesta a los "ofendiditos", esta entrada también va dirigida a ti, y te voy a pedir que trates de entenderme antes de ponerme el aspa roja. Vamos allá.

De pequeño, uno puede llegar a sentirse un poco solo. Si tienes suerte, tendrás una familia que te cuidará y te acompañará, y también tendrás un cole al que ir y amiguitos a los que ver. Tu entorno puede tener las mejores intenciones respecto a ti. Pero sin embargo, la infancia es de alguna manera una época de cierta soledad, y es por eso que siempre se dice que es tan vulnerable. Porque los niños tienen un problema básico: su falta de experiencia en todo, y sus insuficientes herramientas para comunicarse. Cuando a un niño le ocurre algo más o menos infrecuente, es muy posible que piense que esto sólo le pasa a él. Puede ser incluso que piense que es culpa suya. A lo mejor piensa que vino mal de fábrica, y pocas cosas hay más dañinas que este tipo de ideas.

A mí desde pequeño me gustaban los cómics. Empecé, como tanta gente, con los tebeos de Zipi y Zape o Mortadelo y Filemón. Aquellas historias eran en general bastante infantiles y evitaban cualquier tema adulto como la sexualidad... pero de vez en cuando resquicios del mundo real se colaban por entre las páginas. Por ejemplo, recuerdo claramente un personaje secundario que aparecía en Mortadelo y Filemón, un tipo musculoso con el que el profesor Bacterio experimentaba. El giro de guión era que pese a ser musculoso era débil, y, sobre todo, tenía muchísima pluma. Al descubrirlo, los dos agentes se carcajeaban de él, haciendo claramente de avatares de los lectores (hablando en plata: tú también te tenías que reir, porque ¡resultaba que el fortachón era mariquita!). Recuerdo que se llamaba "Margarito", por si el chiste no era lo bastante obvio, y Google me informa de que su apellido era "Mariposillo", vamos, que Ibáñez no escatimó en señales. Algunos ya estarán empezando a indignarse al leerme, y dirán "¡es que eran otros tiempos!". Sí, lo eran, pero también eran los tiempos en los que yo tenía ocho, nueve o diez años, y esta una de las mil maneras en que el mundo me empezaba a decir que si yo resultaba ser mariquita, lo que me esperaba era un destino chungo; quizá en el mejor de los casos ser el blanco de las risas, como Margarito.



La otra manera eran los chistes de mariquitas que contaban mis primos o veía por la tele, en los que siempre, siempre, siempre, el mariquita en cuestión hace un papel de ridículo, tonto o ambas cosas a la vez. O quizás esas pelis en las que salía un secundario mariquita ridículo (lamento la repetición el adjetivo, pero es que esa característica era la definitoria) como para que a su lado pudiera destacar la virilidad del héroe. Espero que quien lea esto entienda que estoy usando la palabra "mariquita" porque me estoy poniendo en la piel de las personas que creaban este tipo de chistes e historias, y si algo está claro es que en sus cabezas esos personajes no eran "homosexuales" ni muchísimos menos "gays", sino mariquitas. Como mariquitas eran también los hombres que estaban en el bar La ostra azul, de las pelis de Loca academia de policía, y que a la primera de cambio trataban de bailar con los protagonistas cuando entraban al bar por accidente. El mensaje claro era esa idea aún viva en la mente de determinados hombres heterosexuales de que los gays solo piensan en violar a todo aquel que se les ponga delante, porque obviamente "bailar" era una forma de representar otros verbos acabados en "ar". Mariquita era aquel peluquero de la peli La roca que se ponía a hablar de tratamientos para el cabello mientras los machos de la peli hablaban de cosas serias, y luego le suplicaba en un ascensor a Sean Connery, tan estoico y viril él, que le dejara vivir. En fin, "mariquitas" de los que reírse había unos cuantos.

 Todas estas cosas se me quedaban grabadas porque yo por dentro empezaba a sospechar (a temerme, más bien) mi realidad, y estos personajes patéticos y ridiculizados eran mis únicos "referentes". Si los únicos espejos en los que puedes mirarte son así de chungos, ¿qué esperas que sienta un niño que aún no sabe casi nada de la vida? El mundo, simplemente, no paraba de repetirme que ser homosexual era lo peor que podías ser, una cosa indigna cuyo destino es como mucho servir de payaso, o de vara de medir para que los machotes puedan validar su virilidad.

Con el paso de los años, según iba entrando en la adolescencia, empecé a desear encontrar un tipo de identificación distinta en esas historias que consumía. Con la edad empiezan a entrarte inquietudes sexuales y románticas, y de nuevo las obras de ficción son una de las principales fuentes donde uno trata de encontrar referentes. Quieres leer un libro o un cómic, o ver una película, donde a los personajes les pase lo mismo que a ti. Todos podemos empatizar con una peli romántica con personajes de cualquier tipo, porque en definitiva el amor es el amor, pero las particularidades de ese amor cambian cuando cambian las características de los interesados, como por ejemplo su orientación sexual o su raza. Quizá algunos se molesten leyendo esto, y digan "¡Es pensando de esa manera como creáis un gueto! ¡Las personas somos todas iguales!". Y yo digo, muy bien, lo somos, pero nuestras circunstancias no lo son. ¿Sabe una pareja heterosexual lo que es arriesgar su integridad física cuando se besa o se coge de la mano en un lugar público? ¿En algún país del mundo se ven obligados a coger camas de hotel separadas y fingir que son amigos? ¿Alguna vez ha estado prohibido el matrimonio entre un chico y una chica blancos? ¿Alguna vez, al ver a una chica y un chico blancos besándose en un coche, la policía ha supuesto que ella era prostituta? (Como curiosidad, mientras buscaba información para esta entrada, he encontrado páginas y páginas de noticias en las que a personas negras les ocurrían cosas absurdas porque alguien sospechaba de ellos automáticamente, sin haber hecho nada).

Y es por esta diferencia de circunstancias, y por un puro de deseo de no sentirte como un perro verde (o invisible), que uno deseaba verse alguna vez reflejado en esas obras de ficción. Una y otra vez, al ver a ese personaje que parecía "muy amigo" de otro, me ilusionaba pensando que quizás esta vez iba a ser que sí, que no se iba a quedar todo en una insinuación y efectivamente los dos iban a tener una relación romántica. En este sentido recuerdo muy claramente lo que ocurrió en el cómic de Marvel X-Force durante los 90 con el personaje de Estrella Rota. Su guionista por aquel entonces, Jeph Loeb, comenzó a introducir insinuaciones de que Estrella Rota estaba enamorado de su amigo Ríctor. Todo empezó de manera muy sutil: Estrella Rota acudía al rescate de un chico que estaba recibiendo una paliza a manos de una pandilla, a la salida de un bar. En ningún momento se pronunciaba la palabra "maricón", pero se daban suficientes pistas como para imaginar lo que ocurría, y la escena evidentemente no era gratuita. Durante los siguientes números Loeb continuó dejando indirectas más o menos claras... hasta que el cómic cambió de guionista y toda esta subtrama fue abandonada. (Años después, el guionista Peter David volvió a coger el toro por los cuernos y ¡por fin! permitió que la relación de Estrella y Ríctor tuviese lugar. La lástima es que ya me pilló en la treintena, y aunque me alegró mucho y mi yo adolescente se sintió reivindicado, para entonces no lo necesitaba tanto como cuando tenía 16...).




Y termino ya. Ojalá esta entrada haya hecho reflexionar a alguien, aunque solo sea una persona, y por un momento haya podido ponerse en mi piel y en la de tantas otras personas que han vivido lo mismo. Como nota positiva, el panorama ha cambiado y está cambiando muchísimo, y sin duda los niños de hoy tienen la suerte de contar con un montón de productos audiovisuales donde los personajes LGBT empiezan a ser mucho más visibles, y sobre todo representados de maneras positivas. Como muestra, termino la entrada con este bonito vídeo procedente de la serie Steven Universe (¡gracias a Valle san por hacerme saber de ella!).

miércoles, 17 de octubre de 2018

OT, la mariconez y el origen de las palabras



Resumen rápido para aquellos que no se hayan enterado de la polémica (¿queda alguien?). La semana pasada, en Operación Triunfo, asignaron la canción Quédate en Madrid, de Mecano, a los concursantes Miki y María. La canción incluía los versos "Siempre los cariñitos / me han parecido una mariconez / Y ahora hablo contigo en diminutivo / con nombres de pastel", y María la concursante dijo que preferería no cantar la palabra "mariconez", aún entendiendo que la letra se escribió en otra época. Se sugirió cantar "estupidez" o "gilipollez". Para qué fue aquello: primero dio su opinión al respecto Joe Pérez Orive, miembro del jurado del concurso, que básicamente dijo que cambiar una letra era una violación a los derechos de los autores (aunque no sería la primera vez que se hace en OT, como bien sabe Becky G). Después habló en Twitter Ana Torrroja, y como vocalista de Mecano su opinión tenía más peso. Explicó que nadie podía acusar a Mecano de homofobia, siendo encima ellos autores de la canción Mujer contra mujer (que si bien siento que a día de hoy la letra tiene partes que han quedado un poco añejas, no dejará nunca de ser una canción muy bella, y fue un agradecido gesto de apoyo a las lesbianas en una época donde las cosas en España estaban mucho más crudas). Añadía que no se podía confundir una expresión coloquial con un insulto homofóbico. A partir de ahí la bola de nieve fue creciendo, Jose María Cano finalmente prohibió cualquier modificación, y entró al trapo gente de todo el espectro ideológico. Ayer sin ir más lejos leía que El Sevilla, cantante de Mojinos Escozíos, le predecía a María un futuro de fracaso y olvido por creída, y me pareció que además de estar siendo un poco cruel, los Mojinos en realidad no son el mejor ejemplo a la hora de predicar el "respeto" a otros artistas. Recuerdo perfectamente una canción donde decían que iban a hacer un sacrificio y escuchar un disco de Enrique Iglesias...

En fin, basta de prólogo: a continuación, lo que yo pienso. Antes de empezar, quiero decir que esto que ha sucedido en OT no es más que la anécdota, un ejemplo concreto que nos va a venir muy bien para hablar sobre un tema más profundo y complejo: el origen y el significado de las palabras, y su carga semántica.

Lo primero es lo primero: no, no pienso que Mecano sean homófobos. La homofobia se demuestra con actos, y que yo sepa Mecano más bien han defendido la libertad en ese sentido. Respecto a la canción, no, tampoco pienso que utilizasen la palabra "mariconez" con intenciones ofensivas. En el contexto de la letra queda claro que la están empleando como sinónimo de "ñoñería", "cursilería", etc. Muchas personas que han participado en este debate supongo que se han sentido atacadas, porque ellas mismas emplean las palabras "maricón", "mariconada" y etc. sin intenciones homofóbicas, sino como simples sinónimos de "bobo" o "tontería" (y dicho sea de paso, me parece significativo y esperanzador que la gente se ofenda porque teman ser percibidos como homófobos: es una muestra de lo lejos que hemos llegando). ¿Dónde está entonces el problema?

Imagen del vídeo "Mujer contra mujer"

Pues en que el lenguaje no sale de la nada, así de forma espontánea e inocente. El lenguaje es creado por una sociedad que tiene unas ideas, unas opiniones y creencias, y las palabras son el recipiente donde se ponen esos conceptos. Cuando decimos de una persona que es "obesa", a un nivel puramente de significado estamos diciendo lo mismo que si decimos que es "una foca". Pero, ¿verdad que no lleva la misma carga una expresión que otra? Y sin embargo no son más que palabras. Pero es que las palabras no están vacías: tienen una carga semántica, un equipaje que las acompaña.

En esta canción, la palabra "mariconez", derivada de "maricón", está haciendo referencia a ser un cursi, un blando: algo femenino, es decir, algo propio de maricones. Porque si de algo está lleno el lenguaje es de expresiones que asocian ser homosexual, y en general ser femenino, con cosas chungas: ser cobarde ("no seas mariquita, sé un hombre"), ser débil ("quita de ahí, nenaza"); las cosas tontas son "mariconadas", y en definitiva ser maricón es lo que nadie quiere, porque marica el último. ¿En serio alguien se cree que todas estas expresiones y más que me estaré dejando son así por casualidad? Evidentemente estas expresiones fueron creadas por una sociedad que era muy homofóbica, una que considera que ser homosexual es básicamente ser un hombre fallido, débil, cursi, tonto... No me extraña nada que a una millennial como María, nacida y criada en una época muy distinta, donde empezó a florecer la idea de que cada persona es distinta y todas las orientaciones sexuales son respetables, le chirríen los oídos, y no desee cantarla.



Por supuesto, el autor de una canción es quien tiene la última palabra, y está en todo su derecho de vetar o permitir lo que desee. Pero lamento que toda esta polémica no le haya hecho reflexionar sobre por qué la sociedad que creó su lengua materna decidió aludir a la homosexualidad cuando se hablaba de cursilería. Lamentablemente, salvo sorpresa de última hora, se verá obligada a hacerlo, así que los defensores de la supuesta inocencia del lenguaje y del no dejar que las cosas cambien han ganado la partida esta vez.

Sentirán que cuando dicen estas y otras palabras, no están tratando de ofender a nadie ni ser homofóbicos. Y será verdad. Pero no tendrán razón cuando afirmen que las palabras no importan, que no han sido creadas con unas intenciones y en un contexto sociocultural, y que no forman un caldo de cultivo. Por eso nadie tiene ningún problema a la hora de salir del armario en ciertos ámbitos, ¿no? Porque desde luego el hecho de que constantemente todo el mundo esté nombrando a las mariconadas y a los maricones (aunque sea de manera metafórica y desligada el significado literal de esas palabras) como lo peor de lo peor te hace sentir muy a gusto y bienvenido en cualquier sitio, ¿verdad? 

En cualquier caso, que haya surgido este debate me parece algo valioso, porque aunque sea fugazmente nos ha hecho reflexionar sobre las palabras que usamos, sus orígenes y el contenido que traen consigo. 
Siempre los cariñitos Me han parecido una mariconez Y ahora hablo contigo en diminutivo Con nombres de pastel

Ver más en: https://www.20minutos.es/noticia/3464827/0/letra-quedate-en-madrid-mecano/#xtor=AD-15&xts=467263
Siempre los cariñitos Me han parecido una mariconez Y ahora hablo contigo en diminutivo Con nombres de pastel

Ver más en: https://www.20minutos.es/noticia/3464827/0/letra-quedate-en-madrid-mecano/#xtor=AD-15&xts=467263

viernes, 11 de mayo de 2018

El desprecio a Eurovisión y su relación con el machismo y la homofobia

 
Ay, Eurovisión. Si hiciéramos un hipotético top ten con los temas que generan más polémica, además de la política, la religión y el fútbol, seguro que Eurovisión se haría un merecido hueco. Lo amamos y lo odiamos, y aunque supuestamente nadie lo ve, y muchos desearían verlo borrado de la faz de la tierra, año tras año por estas fechas casi todos conocemos perfectamente la canción que va por España. Y, por supuesto, al día siguiente del certamen, todo el mundo sabe cómo quedó.
Antes de entrar de lleno en la teoría que voy a exponer, quiero hacer dos puntualizaciones. Una: como en todo lo demás, todo el mundo es libre de tener su propia opinión sobre Eurovisión.  Te puede gustar o no gustar, y si no te gusta, no tiene por qué ser debido las circunstancias de las que hablaré en esta entrada. Así que espero que nadie se sienta personalmente ofendido, porque lo que intentaré hacer es una reflexión a nivel sociológico, sin entrar en lo personal. Y dos: el hecho de que Eurovisión tenga una evidente vinculación con el mundo gay mainstream no implica que por ser gay automáticamente tenga que gustarte, ni viceversa.

Aclarado esto, lo que quiero decir básicamente es lo siguiente: que el virulento desprecio que mucha gente siente por Eurovisión, en muchas ocasiones parte del machismo y la homofobia que existe en nuestra sociedad. Seamos realistas: aunque determinados países más conservadores se lleven las manos a la cabeza cuando se habla de la vinculación de Eurovisión con la comunidad gay, la realidad es que esa conexión existe y es muy evidente. Año tras año, a poco que te fijes en las banderas que ondean entre el público, no te costará nada encontrar varias con el arco iris. Por no hablar de los candidatos que han ido participando otros años como la transexual Dana International, el personaje de Conchita Wurst, una mujer con barba, que interpretaba Thomas Neuwirth, y las decenas de guiños al público gay que se suceden año tras año. En este festival cabe de todo y hay para todos, y esa es gran parte de su gracia: que igual te encuentras a una banda de rock que a una cantante de ópera, que a una marioneta de un pavo; pero está clarísimo que esto es en gran parte una celebración para el público gay.


 
Por otro lado, y pese a alguna explosión puntual de testosterona, Eurovisión es una celebración de la feminidad, pero no desde el punto de vista de la mirada masculina, y sin caer en la cosificación de las mujeres. Es decir: en Eurovisión salen cientos de mujeres guapísimas que se visten con vestidos imposibles; pero son vestidos que oscilarán entre el barroquismo, la teatralidad o quizás la elegancia, vestidos pensados para impresionar, pero no para provocar el deseo de desnudar a las cantantes. La planificación de la realización televisiva sigue este espíritu, y es por eso que normalmente no verás primeros planos de escotes y culos, ni por ejemplo a grupos de bailarinas escasas de ropa haciendo twerking y manoseando a un tipo sentado en un trono (y cuando ha ocurrido, como en la candidatura de Polonia de 2014, además del revuelo que se montó, el resultado fue chocante, por incongruente con la línea del festival: había algo antinatural en esa actuación que parecía apelar más a los fabricantes del calendario Pirelli y sus compradores). Curiosamente, será mucho más fácil que veas a bailarines masculinos ligeros de ropa… A nivel estadístico, vale la pena también resaltar que la mayoría de las ganadoras en Eurovisión han sido mujeres. Mujeres de todo tipo. Sí: lo femenino impregna el espíritu de Eurovisión.

Marija Šerifović, candidata serbia de 2007, antítesis de la purpurina y los peinados locos. Ganadora de ese año.

En Eurovisión lo que prima es el espectáculo, el color, lo kitsch, el sentimentalismo (y lo sentimentaloide), la teatralidad, el exceso. Si comparamos este festival de colorines y canciones pop con el principal hobby de nuestro país, hablo obviamente del fútbol, el contraste no puede ser más grande. El fútbol es sobrio y práctico. Los jugadores van uniformados con pragmática ropa deportiva, y su juego se basa en unas estrictas reglas que premian la fuerza, la destreza física, la coordinación. Los jugadores de fútbol son evidentemente y hasta que se demuestre lo contrario todos heterosexuales y tradicionalmente masculinos (y el día que alguno se atreva a salir del armario, preparémonos), con sus mandíbulas cuadradas y su gesto recio. Las explosiones emocionales se limitan a dos momentos: la agresividad cuando hay una falta, y las muestras de afecto cuando hay gol o copa. El fútbol es el deporte rey, y nadie discute su importancia crucial en nuestra cultura. Por mal que lo hiciera España en ningún mundial, nadie en su sano juicio pediría que se retirase a España de la competición. Nadie en su sano juicio enviaría a un payaso ejercer de capitán del equipo, ni a un amateur bromista que no supiera jugar al fútbol. Cosas que sí se intentan hacer y de hecho se hacen en Eurovisión. ¿Por qué esta diferencia de trato? Porque el fútbol es una cosa de hombres, es decir, una cosa seria, y respetable, y con las cosas serias y respetables no se juega. Con las cosas para tías y para mariquitas sí. 

En diversos años ya se ha intentado. En 2010 unos usuarios de Forocoches, ese bastión de igualdad y apertura, trataron de colar en Eurovisión a John Cobra, el rapero que no sabía rapear y que insultaba al público agarrándose los huevos. De Chikilicuatre ni hablo porque es inolvidable, ¿verdad? Telecinco también trató de enviar a su candidatura chorra otro año, con Karmele Marchante. Eurovisión hay que tratar de sabotearla cada año. Pero, ¿ha ocurrido alguna vez algo remotamente similar cuando se trata del sagrado fútbol?



Que nadie piense que insulto al fútbol, o que no sé que lo disfruta gente de todo tipo, incluidas obviamente mujeres y gays. Cada uno es libre de ver lo que desee, y hasta incluso se puede disfrutar de ambas cosas sin ningún problema. que hay una diferencia de trato por parte de la sociedad es evidente. ¿Podemos empezar a respetar ambas cosas? Y ahora, para acabar la entrada...

 BONUS TRACK: Clichés que la gente repite todo el rato sobre Eurovisión

-"Es todo politiqueos, los países vecinos se votan entre sí y por eso siempre ganan los mismos". Verdad a medias la primera parte y mentira la segunda. El voto vecinal existe, es la pura verdad. Pero además las canciones deben gustar, y así, si repasas la lista de ganadores, verás que han ganado todo tipo de países de punta a punta de Europa. Los países ganadores ganan porque reciben votos de vecinos y no vecinos (ejemplo obvio: Portugal, ganadora teniendo un único vecino). Y a menos que consideres que Azerbaiyán y Austria son "el mismo país", viendo la lista es evidente que ni de lejos  ganan siempre los mismos.

-"España siempre queda fatal..." Pues es cierto que hemos quedado fatal un montón de veces, pero también hemos quedado bien en otras (dentro del top diez varias veces en los últimos años), y aunque parezca mentira  no hace tanto desde la última vez que quedamos en segunda posición. Aquí la lista.

-"Total, para qué enviar algo bueno, al final el año que enviamos a Chikilicuatre quedamos mejor que nunca". Este cliché además de falso me resulta particularmente idiota. El enlace de arriba es suficiente para desmentirlo, pero es que seguro que hasta el mayor detractor de Eurovisión recuerda de hace unos pocos años a Pastora Soler, que quedó obviamente en mejor posición que Chikilicuatre, pero no vamos a dejar que la realidad nos fastidie un buen cliché, ¿verdad?, porque es más fácil repetir mentiras como loros.

-"Para qué gastarse el dinero en esto, si no lo ve nadie". Déjame que me ría. Eurovisión, con una audiencia potencial de 200 millones de telespectadores dentro de Europa y fuera, es la emisión no deportiva más vista cada año, y en España en los últimos años ronda siempre el 30% o más de share final, lo cual es una gran audiencia. ¿El año que se presentó Rosa? Es la emisión más vista de la década con un 80% por ciento de share. Ya puede todo el mundo despotricar y afirmar que no lo ve, que al final, llegado el momento, sabes que alguien durante la cena va a sugerir poner un momentito la tele a ver cómo lo hace España. Pero de cara a la galería hay una imagen que dar, ya sabes.

miércoles, 19 de julio de 2017

¿Qué pasa con la homosexualidad en el deporte?


 En este blog he hablado muchas veces de cómo el mundo del arte (el popular, específicamente) ha ido dando pasos agigantados hacia la visibilidad y la libertad del colectivo LGBT. Hemos visto cómo pasábamos del secundario mariquita que sólo estaba ahí para hacerte reír, a protagonistas con películas dedicadas íntegramente a ellos, con toda la seriedad y profundidad que hasta entonces sólo los personajes heterosexuales habían merecido. Cada día se publican más novelas protagonizadas por minorías sexuales. En los cómics la temática LGBT es casi ya un subgénero, y hasta en los tebeos superheroicos, uno de los bastiones principales de la masculinidad tradicional, el número de personajes gays y lesbianas que luchan contra el mal ha vivido un boom desde los 2000 hasta ahora. En la música ya se empieza a perder la cuenta de los artistas que salen del armario, y ya no sólo los del mudo del pop más discotequero, un género tradicionalmente abierto a la libertad. Han surgido algunas convenciones de videojuegos en torno a la comunidad LGBT. Tenemos un puñado (puñadito) de políticos, presentadores, actores que han salido del armario. ¡Incluso la policía ha creado una unidad específica contra los delitos de odio y este año tuvimos su primera carroza en el Orgullo de Madid!

Y de repente, volvemos la vista hacia el mundo del deporte. Y entonces pasa una de esas bolas del desierto.

El mundo del arte y el ocio está muy bien y es importantísimo para la sociedad. Pero seamos sinceros: a la hora de cohesionar, paralizar y marcar el ritmo de un país, es el deporte el que corta el bacalao. Los calles y los cines se vacían cuando hay un partido importante. Los presidentes, tan reticentes a acudir a según que actos, están ahí como un clavo en la tribuna VIP de los encuentros importantes. Los deportistas de élite protagonizan anuncios de seguros, yogures y lo que se tercie pese a las limitadas dotes actorales de muchos. Todos recordamos aquella riada roja que cubrió toda España cuando la Selección gano el Mundial. ¿Alguien ha visto una manifestación remotamente igual de masiva para protestar por la degradación de las condiciones laborales? ¿El día que alguien invente una cura contra el cáncer veremos por la tele a hordas de gente llorando y subiéndose a estatuas? No, está claro que el deporte, en particualar el fútbol en el caso de España, está en el corazón de la sociedad, y marca su vida de una manera determinante.

Por pura estadística, sabemos que tiene que haber un buen número de deportistas LGBT por ahí metidos. Si hablamos de fútbol masculino, el rey del mambo, ¿de verdad me vas a decir que en cinco divisiones, cada una de ellas con decenas de equipos, cada uno de ellos con decenas de jugadores, ninguno es gay? Si sacamos la lupa y miramos más de cerca, alguna cosa nos encontraremos.

Víctor Rodríguez

Por ejemplo, hace unas semanas, El Intermedio entrevistó a la policía lesbiana Elena Sánchez y al waterpolista gay Víctor Rodríguez. Ambos hablaban de la necesidad de visibilidad en sus colectivos. Hasta hace no mucho tuvimos a un árbitro abiertamente gay. La experiencia del waterpolista no es mala, y según explica le han juzgado por su capacidad como deportista, como tiene que ser. No puede lamentablememe decir lo mismo Jesús Tomillero, ex árbitro que tuvo que dejar la profesión por las situaciones que tuvo que vivir, en particular cuando un hincha de dedicó un insulto homofóbico y los demás asistentes en las gradas... se rieron. Así está el nivel. 

En una nota un un poco más positiva, en 2015 el Rayo Vallecano lanzó una segunda equipación en la que la tradicional franja roja era sustituida por un arcoíris. Los colores representaban cada uno de ellos una causa social, y la franja toda en su conjunto, la lucha por la igualdad de las minorías sexuales. Una bonita idea que además tuvo una cierta resonancia social. A nivel personal recientemente estuve en una fiesta popular de este barrio, y entre la multitud pude ver a más de uno, a día de hoy, dos años después, vistiéndola.

Todo muy bien, pero nos sigue faltando un futbolista gay. Todos los deportistas que quieran seguir la senda de Víctor Rodríguez son más que bienvenidos, pero como ya he dicho, el verdadero nido de avispas lo tenemos en el mundo del fútbol. Sabemos que no será fácil. En Francia hubo un equipo entero conformado por hombres homosexuales, el Paris Foot Gay, que luchaba por la visibilización del colectivo en este mundo tan hostil. Sin embargo, en 2015 se vieron obligados a colgar las botas en vista de la falta de apoyos oficiales, y según sus palabras, la vergüenza de algunos a la hora de tratar el tema.


Poniéndonos en un plan sociológico, las razones por las que la figura del "futbolista gay" sigue siendo inédita son obvias. El deporte, y el fútbol en particular, es el coto privado de la masculinidad más tradicional. Todos los valores tradicionalmente masculinos (la fuerza, la resistencia, la agresividad, la actividad física) encuentran en el fútbol su máxima expresión. Es una guerra (normalmente) sin sangre, y en una guerra no se ve con buenos ojos cualquier síntoma de presunta debilidad. Y ya sabemos que en el corazón de la sociedad sigue viva y coleando esa ecuación que dice básicamente:

 homosexualidad = feminidad = debilidad = inferioridad

Si los homosexuales son femeninos, si la gente con pluma es débil, si la feminidad es señal de todo lo que es rechazable, está claro que un homosexual no tiene lugar en el campo de batalla del terreno de juego.

Martina Navratilova, una auténtica pionera, salió del armario nada menos que en 1981

Estoy convencido de que antes o después, un chico dará el primer paso. Aunque los imbéciles homófobos de turno no lo sabrán apreciar, se tratará de una persona provista de una valentía temenda, pues no será menos la que necesitará para enfrentarse a un estadio cantando y gritando idioteces. Escucharemos incontables comentarios imbéciles, que le juzgarán positiva o negativamente en función de su sexualidad ("pues para ser gay juega bien", "claro, siendo gay no podía jugar muy bien", y todas esas variantes que tanto nos suenan del mundo de del deporte femenino). En fin, será un camino escarpado, y sólo nos queda esperar que con su valor cambie el mundo e inspire a muchas otras personas de dentro y fuera del mundo deportivo.

Para acabar, sólo quiero añadir un enlace al blog La perspectiva Lázaro, de mi compi bloguera Paula Lázaro, que en su última entrada habla precisamente del machismo imperante en el mundo del deporte en un excelente artículo que recomiendo mucho leer para abrir más los ojos sobre este tema.

viernes, 17 de junio de 2016

La homofobia interiorizada, el machismo y sus consecuencias


En este blog a menudo he expresado la idea de que el machismo es dañino para toda la sociedad. A primera vista mucha gente puede pensar que las únicas damnificadas son las mujeres, que ven mermados sus derechos en aquellos contextos en los que el machismo impera. Pero la realidad es que esta mentalidad es un cáncer que daña a todo el mundo, y recientemente hemos tenido una demostración trágica y evidente. Hablo, está claro, del atentado en la discoteca Pulse de Orlando. 

Según se van sabiendo más datos sobre el atentado, las cosas van quedando más claras... O más turbias, en realidad. Algunas fuentes de información indican que Omar Mateen era homosexual y que de hecho visitaba a menudo esa misma discoteca; otras lo niegan. También se ha especulado sobre si su padre se burló de él diciéndole "gay". Su vinculación con ISIS o posibles motivaciones religiosas tampoco quedan del todo claras... aunque podría dedicar todo un artículo a cómo la religión, y hablo de la religión en general, aunque supuestamente promueve el amor, es la causante de manera indirecta de gran parte de la homofobia en el mundo; y para ello no hay más que ver cómo sociedades en las que las relaciones homosexuales no eran ningún tabú, cambiaron radicalmente con la llegada del cristianismo, por poner un ejemplo.

Quién sabe. Es posible que Omar Mateen no fuese un homosexual reprimido y que su padre nunca le maltratase por este motivo. Pero qué más da: el mundo está lleno de potenciales Omar Mateen, que por causas culturales y religiosas, son obligados a tratar de reprimir su sexualidad. Y si algo nos enseñó Freud, es que reprimir ciertas cosas no hace sino provocar que broten con más fuerza y de maneras dañinas y distorsionadas. Lo sabe el enésimo político ultraconservador pillado en un baño tratando de ligar con un hombre. Lo sabe cualquiera de los cientos de curas que han abusado de menores y que me hace preguntarme por qué a día de hoy tanta gente les sigue confiando a sus hijos. La hipocresía tiene un precio, y el problema es que quien lo paga no sólo es la persona culpable.

Fianlmente uno es dueño de sus actos, y por ello quiero que quede claro que de ninguna manera estoy disculpando a Omar Mateen. Sin embargo, en ocasiones como esta, puede haber un culpable "directo" y otro mucho más difuso, más extendido: la propia sociedad, con su machismo. Cada vez que alguien hace una broma homofóbica a un niño ("sólo es un chiste"), enviándole el mensaje implícito de que ser gay es algo desagradable o ridículo, está poniendo su granito de arena en perpetuar una sociedad machista. Cada vez que alguien llama calzonazos a un hombre por cuidar de sus hijos, cada vez que tratamos de que los niños jueguen al fútbol y no a las cocinas o a las muñecas aunque lo prefieran, cada vez que bromeamos sobre el que un hombre haya sido violado o maltratado por su pareja, estamos contribuyendo a crear una sociedad hostil donde sólo determinados perfiles de persona son aceptables, y los que no encajen deben ir guardándoselo todo dentro, como una olla a presión a la que vamos subiendo más y más la temperatura. ¿De verdad es una sorpresa lo que ocurre a continuación?

sábado, 16 de abril de 2016

Juego de Tronos y el sexo: luz (Parte I)

Antes de empezar este artículo debo confesar dos cosas.

La primera es que tardé muchísimo en subirme al carro con Juego de Tronos. Las historias ambientadas en la Edad Media, aunque sea en versión fantasiosa, no son lo mío, y me temía que me iba a acabar durmiendo en medio de algún diálogo pomposo entre nobles y demás cosas por el estilo. La segunda cosa es que aún no he visto la quinta temporada, y aunque poco a poco me he ido haciendo a la idea de verla, me ha costado. Cierta muerte ocurrida a finales de la cuarta temporada, y otra que supe que tendría lugar en la quinta, acabaron con mi paciencia.

Una de las cosas que todo el mundo alaba de esta serie es el valor y la falta de escrúpulos de George R.R. Martin, y por extensión de los guionistas, a la hora de matar a personajes importantes (y secundarios, y terciarios). Pero, ¿es de verdad una virtud? Ya sabemos que la vida real es así, la gente muere de repente, los poderosos prosperan, los inocentes son sacrificados y muchas "tramas" acaban inconclusas, pero, ¿en el terreno de la ficción no podemos saltarnos un poco el realismo para crear historias más interesantes? En fin, aunque no sé si podré perdonarle nunca a GRRM lo que les hizo, no hemos venido aquí a hablar de los pobres Oberyn Martell y Shireen Baratheon.

El caso es que la serie, cuando por fin me senté a verla, me sorprendió de muchas maneras. Todo el mundo habla de los fantásticos diálogos, del excelente nivel interpretativo medio, de la calidad del diseño de producción, etc. Sin embargo, un detalle del que nunca oía hablar y que me parece fundamental en la obra, es el enorme contenido que tiene Juego de Tronos sobre política de género y sexualidad. El mensaje de la serie es claramente feminista y progresista, y no sólo porque cuente con un variado plantel de personajes de sexo femenino muy bien desarrollados y que son mucho más que meros satélites de sus novios/maridos/hermanos/padres y con personajes de variada sexualidad, sino porque las políticas de género juegan un papel crucial en la trama.



El mundo que retrata Juego de Tronos es terriblemente machista y patriarcal. Las mujeres son básicamente una simple moneda de cambio, un adorno, un instrumento sexual, o una máquina de parir. ¿Cómo es que en un entorno así podemos hablar de una serie "feminista"? La clave, como en tantas cosas, están en el punto de vista, y es que, de la misma manera que en los libros varios personajes son los encargados de hacernos ver la historia a través de sus ojos, en la serie, a través del guión, se nos pone en la piel de las mujeres que están sometidas a esa sociedad, y cómo cada una se enfrenta a ella como puede. Cada una de ellas es un icono femenino y muestra una actitud y una estrategia ante esa sociedad que no las deja situarse en el mismo sitio que los hombres.

Cersei está consumida por la rabia, porque el hecho de ser mujer es lo único que se interpone entre ella y el trono, y sin duda se considera a sí misma mejor candidata que su marido, su hermano o su hijo. Su estrategia es la manipulación, la corrupción y el abuso de poder que su situación económica y social le permiten. Margaery es algo así como el reverso luminoso de Cersei, y aunque su estrategia también es la manipulación, su especialidad es ganarse el aprecio y la confianza de la gente para lograr sus objetivos. No se puede decir que sea particularmente noble, pero tengo que decir que en un mundo tan turbio como el de esta serie, Margaery, con sus maquinaciones, que a diferencia de Cersei no desembocan en ejecuciones y humillaciones, sino más bien en contactos estratégicos, información útil y favores, es de mis personajes favoritos y un soplo de aire fresco. Arya está frustrada porque en un mundo donde a las de su rango les toca ser princesitas delicadas, ella lo que desearía es ser una guerrera. Quién le iba a decir que la vida, de la manera más cruel, la pondría en ese camino. Brienne es algo así como lo que podría ser Arya cuando crezca, y su experiencia muestra el precio que tiene que pagar por ello: todos aquellos con los que se cruza se burlan de su sexo y de su físico corpulento, cuestionan burlonamente su sexualidad y en general se niegan a admitir la evidencia de que esta mujer es uno de los mejores guerreros de la serie. Pero si algo le sobra a Brienne es integridad y valentía, y es con estas armas sobre todo con las que se se enfrenta al mundo que la rodea.

Para humillar a Brienne, no sólo le dan una inútil espada de madera con la que luchar, sino que además, la "ponen en su lugar" vistiéndola de doncella

La pobre Sansa en cambio es el polo opuesto: una princesita que estaba encantada con su rol, y que deseaba tener una historia convencional de cuento de hadas. Sin embargo su príncipe azul acaba siendo un monstruo, y Sansa termina convertida una víctima a la que todos utilizan y de la que todos abusan... excepto, irónicamente, el guerrero sucio, malhablado y moralmente gris que es quien más se acaba pareciendo al príncipe que ella quería. Hasta el final de la temporada cuatro, si algo caracteriza a Sansa frente a las otras chicas que menciono es precisamente su indefensión, su rol absoluto de víctima, pero por lo que sé esto cambia a partir de la quinta temporada. Y por supuesto no podemos olvidarnos de Daenerys, que representa la forma más "pura" de poder femenino en esta serie. Daenerys no necesita de ninguna estrategia retorcida (más allá de ganarse el respeto de su marido cuando aún vivía) para llegar a lo más alto, porque si algo exuda a borbotones es poder. Alguien que se apoda "De la tormenta", "La que no arde", "Rompedora de cadenas", y desde luego "Madre de dragones" desde luego no puede ser ninguna mindundi. Esta dama de rubia cabellera destaca, entre otras cosas, por ser el único personaje de sexo femenino de toda la serie que no depende de ningún hombre y ante quienes los demás se postran.
 
Ya más en general, la serie muestra su tono progresista con la actitud de los personajes respecto a los roles de género y la sexualidad. Desde luego se trata de un mundo de moralidad muy gris, pero si hay una forma infalible de saber la alineación moral básica de los personajes, es ver su actitud frente a estas cuestiones. Dicho de otro modo: en general los personajes "buenos" tratan a las mujeres con respeto, y no hacen bromas ni juicios homofóbicos al menos de manera explícita o implícita. Los personajes "malos" son violadores, misóginos y homófobos. Tenemos a Tyrion, que aunque es asiduo de los burdeles, jamás falta al respeto a ninguna de las prostitutas. A Ned, que anima a su hija Arya a aprender el arte de la espada, e incluso le regala una y le contrata a un maestro. O cualquiera de los hijos Stark, que establecen relaciones basadas en el respeto con el sexo opuesto. Respecto a Jaime, uno de los personajes más ambiguos moralmente, empezamos a ver señales de su evolución como persona cuando comienza a respetar a Brienne, e incluso en un momento dado señala de pasada que le da igual la orientación sexual de la gente. Por otro lado, entre los personajes LGBT de la serie tenemos a Renly, que es siempre mostrado como un candidato a rey justo y bondadoso, su amante Loras, uno de los mejores guerreros de la serie, o al inolvidable Oberyn, orgullosamente bisexual y amante del sexo sin las cortapisas morales del resto de la sociedad, que además es es un tipo noble y un guerrero formidable. Y, ay, un tanto arrogante y confiado.



Y por otro lado tenemos a Joffrey, que entre otras muchas cualidades horribles, se divierte maltratando a las mujeres (y a casi todo el mundo, la verdad), su visión del sexo parece ser únicamente una forma de tortura, y pretende establecer un ley que prohiba la homosexualidad en cuanto suba al trono. A Tywin, que se niega a otorgarle a su hija el poder que esta desea e incluso la fuerza a contraer matrimonios concertados. A la perversa Cersei, que denomina a Loras "muerdealmohadas". A Craster, que se dedica a violar a sus mujeres y les obliga a matar a sus bebés de sexo masculino. A Melisandre, una asesina y fundamentalista religiosa que en alguna ocasión insinúa a Renly que arderá en algún infierno, como castigo a su orientación, en clara alusión a la moral religiosa sobre la homosexualidad.

Por todo ello queda claro que Juego de Tronos es una serie de mensaje claramente progresista y feminista, donde las políticas de género juegan un papel fundamental. Y sin embargo... hay una razón por la que le he puesto a esta parte del artículo el subtítulo "luz". En la próxima parte explicaré por qué al mismo tiempo, y aunque parezca contradictorio, pienso que la serie está rodada de una manera bastante sexista y explotadora. Y digo "rodada" y no "escrita" porque a menudo es claramente una cuestión de decisiones de dirección, y no del guion en sí mismo. Pero de todo esto hablaré en la próxima entrada...

domingo, 7 de febrero de 2016

Carol (2015): lo universal y lo específico

Este fin de semana se estrenó en España Carol, una hermosa película de temática lésbica. Como es habitual, su estreno ha venido arropado de toda una serie de entrevistas promocionales por parte de sus actrices principales, donde explican cómo se metieron en la piel de sus personajes, su relación con el director; en fin, todo ese tipo de cosas. Normalmente cuando hablo de una película en este blog explico por qué vale la pena verla, o quizás qué elementos interesantes tiene de temática LGBT, ya sean explícitos o sugeridos. Sin embargo en esta ocasión voy a hacer algo un poco distinto, y voy a centrarme más bien en lo que ha comentado Cate Blanchett en esas entrevistas. Y no es que no merezca la pena hablar de la peli en sí misma: quizás ya hayas leído acerca de las espectaculares interpretaciones, de la química entre sus protagonistas, de la cuidada fotografía y del fantástico guión; es todo cierto, así que no voy a repetirlo yo otra vez.

La cuestión es que, en las entrevistas promocionales que mencionaba, Cate Blanchett está haciendo bastante hincapié en que lo más importante de esta historia es que trata del surgimiento del amor entre dos personas, y que lo de menos es si se trata de dos chicas o de un chico y una chica, ya que la experiencia de enamorarse es algo universal. Y aquí, aunque admire las increíbles dotes interpretativas de Blanchett y me parezca una persona muy razonable (en todo caso desde luego es consciente de que el director, Todd Haynes, está muy involucrado con la causa LGBT en su cine), tengo que decir que discrepo con ella.

Y pensar que no nos han nominado a mejor pelicula, Therese

¿Estoy diciendo que la experiencia de enamorarte de alguien no la vive igual una persona heterosexual que otra no heterosexual? No, me refiero a eso. La película, entre sus virtudes, tiene la capacidad de evocar claramente esa sensación que cualquiera puede haber sentido alguna vez de que aparezca esa persona y de repente todo cambie y hasta el tiempo parezca transcurrir de otra manera. En este sentido es inolvidable la escena en que Carol y Therese viajan juntas en coche, y de pronto las luces comienzan a reflejarse en los cristales mientras la narración se frena suavemente y adquiere un tono de ensoñación, en una hermosa metáfora visual sobre la misma sensación de estar enamorándose.  Cualquiera, sea hombre o mujer y sea cual sea su orientación sexual, puede sentir perfectamente lo que está pasando en esos instantes.

Sin embargo, pese a su belleza formal y esta cualidad ensoñadora que la impregna, la película está firmemente enraizada en el mundo real de los años 50, y por tanto no nos esconde los problemas reales a los que una pareja de dos chicas tiene que enfrentarse. Problemas que son específicos del colectivo LGTB y que por tanto no son una experiencia universal.

En el contexto de la película, Carol se ve enfrentada a su marido en una batalla legal por la custodia de su hija. Su marido ya ha descubierto la atracción por las mujeres de su esposa, y no duda en emplearlo como arma legal. Evidentemente se trataba de los años 50, y una "conducta inmoral" así era inaceptable. Por otro lado Carol y Therese se ven constantemente obligadas a ocultar la naturaleza de su relación, la cual nunca podrán formalizar, dormir en camas separadas cuando van a hoteles y básicamente mirar de reojo cada vez que tienen un momento íntimo no sea que alguien las pille. Ninguna persona heterosexual del mundo se enfrenta nunca a estas situaciones.

No me mires así, que sabes a lo que me refiero

En nuestra época, y en determinados países, buena parte de esos problemas se han superado, y ya nadie puede usar la orientación sexual como argumento legal contra nadie, ni hay obstáculos para que las parejas del mismo sexo se casen y tengan todos los beneficios legales del matrimonio. Sin embargo, hasta cierto punto, las situaciones que plantea la película, y otras similares, siguen vigentes en cualquier parte del mundo, incluso la más progresista. Quizás, si eres gay o lesbiana, alguna vez en el transporte público has tenido que fingir que tú y tu pareja eran solo amigos, a causa de la presencia inquietante de gente claramente homófoba. Mientras, a tu lado, una pareja de adolescentes heterosexuales se morrea como si no hubiera un mañana, sin ninguna preocupación en el mundo. Es posible que en tu trabajo hayas tenido que sonreír forzadamente ante un chiste homofóbico contado por tu jefe, o al menos poner cara de póquer. Quizás hayas tenido que medir tus palabras cuando algún adorable ancianito/a te haya preguntado si estás casado, y con quién, y que por qué no tienes hijos. Quizá simplemente alguna vez (o cientos de veces) has revelado tu orientación a alguien, y entonces esa persona te ha preguntado que qué opinan tus padres, que a qué edad lo supiste, que si estás seguro y has probado alguna vez con alguien del sexo contrario (¡pregunta interesante y de doble filo donde las haya!), y luego añadirán, con toda la buena intención del mundo, que a ellos les parece perfecto y que hay que ser abierto. Pequeños diálogos que te llenan de vergüenza ajena y que las personas heterosexuales nunca se ven obligadas a experimentar. Y obviamente, si nos salimos del ámbito de los países del primer mundo, las cosa puede llegar a ponerse mucho peor, mil veces peor que lo que esta película muestra.

Por todo ello, creo que, aún sabiendo que la intención de Blanchett al decir esas palabras era buena, me parece muy importante no dejar de lado el contenido político y diferenciador de esta película, no tratar de neutralizarla y hacer ver que lo que cuenta es completamente universal. No lo es y no debe serlo, porque la situación que describe tiene características específicas que solo experimentan las personas del mundo LGBT, y si queremos hacerles justicia, no podemos dejar eso de lado. Entiendo que está bien tratar de llegar al mayor público posible, pero igual que es importante allanarle el terreno a la gente ajena a este mundo, también es importante pedirles un esfuerzo y que traten de empatizar con personajes cuyas experiencias no son completamente iguales a las suyas.

La tesis de que todos somos exactamente iguales y que la orientación no importa está muy bien como concepto, como punto de partida y como punto final al que aspirar, pero no la podemos tomar como una verdad absoluta. Porque la realidad tangible y observable es que la vida no es la misma para una persona heterosexual que para una que no lo es, y en consecuencia el amor y todo lo que lo rodea tampoco se vive de la misma manera.

miércoles, 15 de julio de 2015

Plumofobia

Ayer me tropecé con un blog que "comentaba" este vídeo creado por Aless Gibaja, uno de los videobloggers que animan YouTube con su desparpajo y carisma. El bloguero decía que "podías sentir la homosexualidad entrado por cada poro de tu piel".



Los comentarios, lamentablemente, no se quedaban atrás, y se podían leer frases bastante tristes dirigidas a Aless. Cosas como "he ido a donar sangre y no me han dejado después de esto", "la medicina está lo bastante desarrollada como para permitirlos nacer, pero no para curarlos", "nadie critica la orientación, pero llévala con dignidad...", "no estoy en contra de la homosexualidad pero lo de este tio no es normal, MARICON", "Gente como él es el arma que usan decir [sic] que no podemos adoptar y nos estereotipan como seres ridículos y afeminados, que lo único que queremos es salir por la noche a que nos peten el culo". También, gracias a dios, se pueden leer algunos comentarios que piden un poco de respeto. No quiero poner un enlace a este blog, pero en fin, si alguien quiere buscarlo, con todos los datos que he dado supongo que no le será difícil llegar.

En julio de 2015, con el matrimonio homosexual legalizado en un montón de países (y contando), con marchas del Orgullo que son verdaderas fiestas regionales donde pasarlo todos (repito, todos) bien y permitir a un montón de establecimientos hacer caja, con una tele donde en todas las comedias y series hay personajes gays o lesbianas que son tratados con respeto y normalidad, con una sociedad donde está guay tener a un amigo gay o lesbiana y queda muy viejuno y casposo ser un homófobo... Ya seas neoyorquino, del centro de Madrid o de un pueblo de siete habitantes, la  plumofobia sin embargo sigue viva y coleando.

Y la plumofobia, amigos, no es más que homofobia con ropa de camuflaje.

A Freddie Mercury en cambio lo de camuflarse no le iba.
 Y está tan extendida, que es virtualmente omnipresente. Lo "bueno" de esos comentarios que mencionaba al principio es que ilustran uno de los aspectos más significativos de la plumofobia: no entiende de orientación sexual, y es perfectamente posible ser gay y sentirse asqueado y hasta damnificado por personas como el chico en cuestión. La plumofobia, en su origen, es simplemente el viejo machismo de toda la vida sacando sus rejos moralistas y dictatoriales: un "hombre de verdad" tiene que ser de una determinada manera, y todo el que no se ajuste a ello debe ser colocado en el paredón virtual para acribillarlo. La novedad es que ahora, si el el tipo es gay pero no se le nota, le perdonamos. Como se puede observar, algunos de los comentaristas se apresuran a asegurar que no tienen nada contra los homosexuales, pero es que este chico no es homosexual; es "maricón". Algún otro se define como gay, pero deja muy claro que él no es así, y que este chico y los que son como él son la causa de la homofobia en el mundo.

Hay tanto, tanto que decir sobre todo este asunto.

Quisiera empezar con una breve reflexión sobre la forma en que evoluciona la sociedad. Roma no se hizo en un día, se dice en ocasiones, y con los cambios sociales ocurre lo mismo. Tiempo atrás lo imperdonable era no ser heterosexual: fuera de ahí, todo era (o sigue siendo, según para quién) un error de la naturaleza, una enfermedad, una perversión, un insulto a Dios. Pasito a pasito una gran parte de la sociedad comenzó a ver que los mariquitas y las marimachos, aunque defectuosos, podían ser gente maja y que los pobres no hacían mal a nadie. Un poco después se empezó a descubrir que como estilistas o mejores amigos-mascota, podían ser muy útiles (y uso el adjetivo con toda la intención del mundo). Llegado el momento actual, digamos que en determinados contextos la homofobia está incluso mal vista, y tus amigos y compañeros de trabajo se apresurarán a dejarte muy claro que ellos te valoran igual. Y llegado el momento, y si en tu caso no te ven mucha pluma, comentarán con un sutil tono de halago que a ti no se te nota, a diferencia de Fulanito. Si alguien lee esto y se siente identificado, quiero aclarar que sé muy bien que su intención es buena, pero esta forma de pensar delata una innegable homofobia latente. La igualdad total sólo se logrará cuando deje de existir una jerarquía invisible entre la gente con y sin pluma. No hay gays de "mejor calidad" por tener poca pluma, ni se es más o menos gay por tener más o menos pluma. 

A veces, cuando se avanza en una causa, es muy fácil pasarse de la raya y llegar al extremo contrario. Al principio, en los medios, la única presencia homosexual que existía, era la de hombres gays con pluma: secundarios graciosos en las comedias, o comentaristas de la prensa del corazón, por poner dos ejemplos clásicos. Muchas voces se alzaron diciendo que esta gente no representaba a todos los gays, y se exigió más diversidad en la representación. Y así, el péndulo giró al lado opuesto, y aparecieron personajes homosexuales que no tenían nada de pluma, y lesbianas femeninas al cien por cien; y en muchos casos se les hizo la ola por romper con los estereotipos. Pero igual de falso es decir que todos los gays son de una manera como decir que son de la otra, y si por luchar contra el estereotipo del amaneramiento vamos a empezar a insinuar que la pluma es un defecto y que los "verdaderos" gays o lesbianas son así o asá, pues al final estaremos cayendo en el mismo error que pretendíamos corregir. Así que por qué no asumir cuanto antes que las personas somos de cientos de maneras diferentes, y que nadie es bandera de todo un grupo. 

Respecto a la acusación por parte de otros gays de que gente como Aless retrasa la evolución de la causa, quisiera contraponer un dato histórico: quienes empezaron la cruzada por los derechos LGTB no eran precisamente un dechado de tradicional hombría.


Y la explicación es muy sencilla: cuando te puedes esconder fácilmente, porque tienes poca o ninguna pluma, es muy posible que lo hagas, por puro instinto de supervivencia. Pero cuando tu pluma te delata, te convertirás en el objetivo de mucha gente, y entonces sólo te quedarán dos opciones: huir o luchar. Y si hemos llegado al punto en el que estamos ahora, amiguitos, es porque aquella gente decidió que estaba hasta el gorro y eligió la segunda opción. Así que quizás no estaría de más un poco de agradecimiento para esa gente que tiene mucha o muchísima pluma, y que con su sola presencia y su negativa a diluirse, descafeinarse y neutralizarse para que los "normales" no se atraganten, contribuyen a recordar que el mundo pertenece a TODAS las personas de TODOS los tipos.

En cuanto a los heterosexuales que, magnánimamente, respetan a los gays "serios" pero establecen la línea roja en los maricones con pluma, quisiera decirles que quizá les toque hacer un poco de introspección, y reflexionar sobre esa plumofobia. ¿Por qué son capaces de respetar sólo aquello que es más similar a ellos mismos? Un respeto que tiene un alcance tan escaso no es un logro demasiado grande que digamos, ¿no?

Todos tenemos afinidades y diferencias, filias y fobias. Alguno, quizá, al leer lo que escribo, pensará "¡yo respeto a todo el mundo, pero es que la gente histriónica me cae mal!". Otros sentirán que, aunque sean gays, los hombres con pluma no les atraen, y no por plumofobia, sino porque, como cualquier rasgo del físico o de la personalidad (el peso, la altura, el sentido del humor, lo que sea) la pluma puede o no atraer. No hablo de eso en esta entrada. No hablo de que todos seamos amigos de todo el mundo y nos llevemos bien con gente de todo tipo, o bien nos sintamos atraídos por gente de todos los tipos. Eso evidentemente es absurdo e imposible. Hablo de respeto. 

La plumofobia está tan extendida, es tan omnipresente, y es tan fácil dejarse influir por algo tan profundamente enraizado en nuestra cultura, que así, a modo de reflexión final, diría que estoy seguro de que el 99% de todos nosotros, y me incluyo, la sentimos o la hemos sentido alguna vez.

 Así que quizás toca volver la vista hacia dentro de nostros mismos. Y reflexionar.

domingo, 12 de enero de 2014

El hip-hop, el homo-hop y la homofobia

We press play, don't press pause
Progress, march on!
                                      (Macklemore & Ryan Lewis, "Same Love")

Cuando, durante el verano de 2012, el dúo de hip-hop Macklemore & Ryan Lewis (los que llevaban 20 dólares en el bolsillo) lanzaron el single Same Love, se convirtieron en los pioneros de unas cuantas cosas. La canción, según Wikipedia, logró ser la primera en la historia que defendía el matrimonio homosexual en entrar en el top 40 de Estados Unidos. El single tenía como portada la foto de una pareja real de hombres:  el tío de Macklemore y su novio, algo inédito en el mundo del hip-hop, como mínimo del comercial (para más inri, no se trataba de dos jovencitos guaperas que ayudaran un poco a impulsar las ventas, sino de dos ancianos corrientes y molientes, la pesadilla de todo director de márketing). Y respecto a la canción en sí, pues qué añadir a su emotiva y sincera letra, en la que Macklemore expresa sus propias dudas sobre su sexualidad cuando era más pequeño, su tristeza ante la homofobia rampante en el mundo del hip-hop ("Si fuera gay, pensaría que el hip-hop me odia"), el uso extendido de la palabra "gay" para expresar algo negativo, su defensa del matrimonio igualitario aún reconociendo que sólo con eso no se acaba la batalla ("Un certificado en papel no va a solucionarlo todo, pero es un buen principio"), alguna crítica contra la homofobia de la iglesia y, en fin, vale la pena leerla entera.



No descubro la pólvora si digo que, si hay una cosa que caracteriza al mundo del hip-hop, es no ser precisamente muy progresista en lo que se refiere al mundo LGTB. Las letras a menudo son homofóbicas, y en las peleas verbales entre raperos, es habitual cuestionar la "hombría" del rival en cuestión, llamarle maricón, y etcéterea. Las chicas tampoco se libran de su cuota de lesbofobia. Vamos, un ambiente así como de patio de colegio/instituto que en otros ámbitos musicales no se da, o incluso muy al contrario: los artistas se apresuran a dejar clara su postura pro-gay, o incluso fomentar un estatus de icono LGTB, a veces dando la impresión de que lo hacen con el objetivo de no perder un trozo de pastel de público. Ya sabes, si a las giras normales y tal les sumas un Orgullo aquí o un acto especial allá, pues eso que te llevas. (Parezco un desagradecido quizás, pero sólo quiero decir que aunque está muy bien tener tantos apoyos desde el mundo del pop, a veces no puedes evitar sentir que muchos no apelan a tu corazón, sino a tu bolsillo).

Pero volvamos al hip-hop. Como suele pasar, lejos del mundo mainstream, las cosas no están tan atrasadas y hay una cierta escena, no muy grande pero variada, de raperos LGTB. Gente como Deadlee, Katastrophe, Aggracyst, Mykki Blanco, los ya desaparecidos Deep Dickollective y bastantes más. Durante unos años hubo incluso un festival internacional celebrado en varias ciudades dedicado a la escena hip-hop LGTB, el PeaceOUT World Homo Hop Festival, que se le celebró de 2001 a 2008. La página web al parecer estuvo activa tiempo después de la celebración del último festival, pero lamentablemente parece que ya no está disponible. Sigue en pie en cambio la página dedicada al documental que se rodó sobre este evento, Pick Up the Mic, en 2006, en la que puedes encontar un montón de información sobre los artistas incluidos, videos, enlaces y más cosas.

Y agárralo fuerte, que con tanta gente dentro debe de pesar

En el mundo del hip-hop comercial, en cambio, las cosas no se mueven tanto, pero van apareciendo pequeños chispazos que hacen tener esperanzas. Además del single con el que empezaba la entrada (que dado su éxito, ya se puede considerar mucho más que un "chispazo": más de 100 millones de visitas en YouTube y contando), otras cosas han ido ocurriendo. Algunas un tanto tibias, como la amistad de Eminem con Elton John y su "defensa" del matrimonio homosexual ("Todo el mundo debería tener la posibilidad de ser igual de infeliz, si es lo que desean"), o las palabras de 50 Cent ("Si el presidente Obama está a favor, quién soy yo para ir en contra", "Cada uno que haga lo que quiera"...), todo un progreso teniendo en cuenta las cosas que había rapeado y dicho antes, como cuando bromeó en Twitter sobre el suicidio de un chico agobiado por su homosexualidad.

Kanye West ha puesto su granito de arena también, reconociendo que si bien hasta cierto punto él mismo no dejaba de ser un tanto homófobo ("No me sentiría cómodo yendo a un desfile del Orgullo"), estando en el mundo de la música había comocido a un montón de gays que le habían parecido buena gente, y se cuestionaba la ignorancia que revelaban esos prejuicios. Entre las chicas, tenemos a Azealia Banks, que ha salido del armario como bisexual (aunque no quiere verse encasillada sólo con esa etiqueta), o a Nicki Minaj, que en un momento dado también se definió como tal, aunque luego se retractó... En fin, nos quedan su apoyo a la comunidad LGTB y su alter ego rapero Roman Zolanski, que entre otras cosas es gay.

Nicki Minaj, literal y figuradamente rosa

Un párrafo aparte se merece el caso de Frank Ocean, que, en un movimiento crucial para la evolución social del mundo del hip-hop, reveló en una impactante carta abierta que unos años atrás estuvo profundamente enamorado de un chico. En el mundo del hip-hop, lleno de rivalidades, Frank Ocean es una de las figuras más universalmente respetadas, y desde el principio las críticas alabando su producción musical han sido casi unánimes. Por otra parte, Frank es miembro del colectivo Odd Future Wolf Gang Kill Them All (a menudo resumido en Odd Future para no pasarte siete días tecleando), no precisamente un rebaño de corderitos, con sus letras violentas y acompañadas de algún insulto homofóbico que otro, con lo que esta salida del armario podía colocarle en una posición delicada, no sólo de cara al mundo hip-hop en general, sino en su propio círculo. Sin embargo, la historia tuvo un final feliz, y Ocean recibió numerosas muestras de apoyo del mundo hip-hop y de la música negra en general: desde Jay-Z y Beyoncé y hermana Solange, hasta Russell Simmons, co-fundador del sello hip-hop Def Jam, pasando por 50 Cent, hasta Tyler The Creator y otros miembros de Odd Future. Una confesión así habría sido impensable unos años atrás, así como una respuesta tan positiva. Desde luego, también le llovieron los comentarios negativos desde Twitter y demás, pero teniéndolo todo en cuenta, el paso es importante y la sensación que deja es que las cosas, paso a paso, van cambiando.

Frank Ocean, mirándote fijamente

Así que ya veis, incluso en un sector tan homofóbico como este, a paso de tortuga pero sin pausa, las cosas van evolucionando. Así a bote pronto, y comparándolo con el resto de la cultura popular en general (música pop, películas, telecomedias, etc.) diría que en este tema estamos figuradamente a principios de los 90, así que si todo sigue bien, en unos quince años o así las cosas podrían haber cambiado muchísimo. Paciencia, y al toro.

jueves, 24 de octubre de 2013

Kick-Ass 2 (2013) y la máquina de pasteurizar de Hollywood

Dirección: Jeff Wadlow
Guión: Jeff Wadlow, basado en el cómic de Mark Millar
La frase: "Sabes qué, todo ese rollo homófobo te hace sonar super gay".

La frase, soltada por Hit-Girl al poco de comenzar la peli, ya hizo saltar las alarmas.

Habiendo visto la primera peli y leído el primer cómic en el que se basaba, así como otros cuantos cómics creados por el mismo autor, me extrañaba muchísimo escuchar esta frase saliendo de la boca de un personaje creado por Mark Millar. Desde luego, si los personajes cobrasen vida propia, más bien se girarían a la "cámara" y le dirían esta frase al propio Mark. Así que busqué Kick-Ass 2, el cómic, lo leí, y confirmé la sospecha: desde luego ni Hit-Girl ni ningún otro personaje decían nada ni remotamente parecido. Es más: los diálogos estaban rebosantes del lenguaje homofóbico de siempre, tanto por parte de los "buenos" como de los "malos". ¿Qué está pasando aquí?

Pues lo que pasa evidentemente es que esto es cine comercial, y las incorrecciones políticas que en un medio mucho más liberal como el cómic pueden ser pasadas por alto (total, el número de lectores nunca va a ser exageradamente alto y están acostumbrados a más libertad de temas y estilos), en el cine de palomitas pueden afectar al rendimiento en taquilla de una peli. En cualquier película que adapte un cómic o un libro y que tenga una vocación claramente comercial, podemos ver un montón de ejemplos de este proceso de blanqueamiento y pasteurizado, pero el caso de Kick-Ass 2 me parece especialmente curioso por un par de motivos. Primero, porque pocas veces el proceso es tan evidente, desde la frase de marras a los pocos minutos de metraje hasta  alguna otra cosa que comentaré a continuación. Y segundo, porque así como en otras películas de lo que se trata es de eliminar cualquier factor que intimide al espectador medio varón heterosexual (el más numeroso y por tanto el que más dinero da), en esta se han incorporado elementos LGTB y se han eliminado los diálogos homofóbicos.

El Hijoputa y Kick-Ass discutiendo quién la tiene más larga

Y lo curioso es que hablamos de la misma industria que creó por ejemplo 300, donde los espartanos de repente eran 100% heterosexuales y a Leónidas incluso le daba por insultar a los atenienses llamándoles mariquitas, lo cual, ejem, está un poco alejado de los verdaderos hechos históricos. Pero claro, a ver si no quién convencía a los machos palomiteros de que fueran al cine a ver a 300 tiarrones ligeros de ropa peleando y haciendo otras cosas codo con codo. Si nos remontamos unos años más atrás, otra peli basada en hechos reales, Enigma, borraba completamente del guión cualquier referencia a la homosexualidad de Alan Turing, el matemático que inventaba la máquina codificadora así llamada.

Ahora compáralo con Kick-Ass 2, donde por boca de la heroína parece mandarse un mensaje encubierto al autor del cómic original (me encantaría saber qué opinión tuvo Mark Millar, que sin duda pillaría el mensaje al vuelo), y donde un secundario es transformado en gay para la película, con un trasfondo con un mensaje abiertamente anti-homofóbico.

La Hit-Girl original no tiene ese deje freudiano
Insect Man en el cómic es un ex-policía que, harto de la inefectividad de la ley, decide pasar a la acción directa. Como véis lleva una máscara. En la peli, sin embargo, se trata de un muchacho de aspecto normal, que explica que en su vida ha sido atacado muchas veces por ser gay, y por ello decide empezar a defenderse. Y también dejar de esconderse: no lleva máscara. El personaje es muy secundario (no creo que tenga más de dos frases en el cómic, y lo mismo en la peli), pero el cambio desde luego es significativo. De repente, la película se posiciona claramente, y si quisiesen ser más explícitos sólo faltaría un subtítulo cuando el personaje se presenta que dijera algo así como "SÍ, NOSOTROS ESTAMOS EN CONTRA DE LA HOMOFOBIA".

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Ya más en general, la película tiene otros muchos ejemplos de elementos desagradables que han sido eliminados o suavizados. El Hijoputa es un supervillano más gracioso y ridículo que su contrapartida del cómic, mucho más amoral y cruel, culminando con la perturbadora escena en la que viola, junto a sus compañeros, al personaje de Katie... Lo que en la peli terminaba en gatillazo por su parte. Por no hablar del pobre Eisenhower, el perro del Coronel Barras y Estrellas, que en la peli sobrevive intacto ("¡Ni yo soy tan cabrón!", dice el Hijoputa, de nuevo marcando las distancias con el cómic explícitamente), y en el cómic corre una suerte un tanto más sangrienta. 

Así que, volviendo al principio, la conclusión es para darse con un canto en los dientes: parece que ahora, para que una peli no cause rechazo entre su público potencial, hay eliminar los elementos homofóbicos y hacerla más gay-friendly. ¡Ahí es nada!