viernes, 11 de mayo de 2018

El desprecio a Eurovisión y su relación con el machismo y la homofobia

 
Ay, Eurovisión. Si hiciéramos un hipotético top ten con los temas que generan más polémica, además de la política, la religión y el fútbol, seguro que Eurovisión se haría un merecido hueco. Lo amamos y lo odiamos, y aunque supuestamente nadie lo ve, y muchos desearían verlo borrado de la faz de la tierra, año tras año por estas fechas casi todos conocemos perfectamente la canción que va por España. Y, por supuesto, al día siguiente del certamen, todo el mundo sabe cómo quedó.
Antes de entrar de lleno en la teoría que voy a exponer, quiero hacer dos puntualizaciones. Una: como en todo lo demás, todo el mundo es libre de tener su propia opinión sobre Eurovisión.  Te puede gustar o no gustar, y si no te gusta, no tiene por qué ser debido las circunstancias de las que hablaré en esta entrada. Así que espero que nadie se sienta personalmente ofendido, porque lo que intentaré hacer es una reflexión a nivel sociológico, sin entrar en lo personal. Y dos: el hecho de que Eurovisión tenga una evidente vinculación con el mundo gay mainstream no implica que por ser gay automáticamente tenga que gustarte, ni viceversa.

Aclarado esto, lo que quiero decir básicamente es lo siguiente: que el virulento desprecio que mucha gente siente por Eurovisión, en muchas ocasiones parte del machismo y la homofobia que existe en nuestra sociedad. Seamos realistas: aunque determinados países más conservadores se lleven las manos a la cabeza cuando se habla de la vinculación de Eurovisión con la comunidad gay, la realidad es que esa conexión existe y es muy evidente. Año tras año, a poco que te fijes en las banderas que ondean entre el público, no te costará nada encontrar varias con el arco iris. Por no hablar de los candidatos que han ido participando otros años como la transexual Dana International, el personaje de Conchita Wurst, una mujer con barba, que interpretaba Thomas Neuwirth, y las decenas de guiños al público gay que se suceden año tras año. En este festival cabe de todo y hay para todos, y esa es gran parte de su gracia: que igual te encuentras a una banda de rock que a una cantante de ópera, que a una marioneta de un pavo; pero está clarísimo que esto es en gran parte una celebración para el público gay.


 
Por otro lado, y pese a alguna explosión puntual de testosterona, Eurovisión es una celebración de la feminidad, pero no desde el punto de vista de la mirada masculina, y sin caer en la cosificación de las mujeres. Es decir: en Eurovisión salen cientos de mujeres guapísimas que se visten con vestidos imposibles; pero son vestidos que oscilarán entre el barroquismo, la teatralidad o quizás la elegancia, vestidos pensados para impresionar, pero no para provocar el deseo de desnudar a las cantantes. La planificación de la realización televisiva sigue este espíritu, y es por eso que normalmente no verás primeros planos de escotes y culos, ni por ejemplo a grupos de bailarinas escasas de ropa haciendo twerking y manoseando a un tipo sentado en un trono (y cuando ha ocurrido, como en la candidatura de Polonia de 2014, además del revuelo que se montó, el resultado fue chocante, por incongruente con la línea del festival: había algo antinatural en esa actuación que parecía apelar más a los fabricantes del calendario Pirelli y sus compradores). Curiosamente, será mucho más fácil que veas a bailarines masculinos ligeros de ropa… A nivel estadístico, vale la pena también resaltar que la mayoría de las ganadoras en Eurovisión han sido mujeres. Mujeres de todo tipo. Sí: lo femenino impregna el espíritu de Eurovisión.

Marija Šerifović, candidata serbia de 2007, antítesis de la purpurina y los peinados locos. Ganadora de ese año.

En Eurovisión lo que prima es el espectáculo, el color, lo kitsch, el sentimentalismo (y lo sentimentaloide), la teatralidad, el exceso. Si comparamos este festival de colorines y canciones pop con el principal hobby de nuestro país, hablo obviamente del fútbol, el contraste no puede ser más grande. El fútbol es sobrio y práctico. Los jugadores van uniformados con pragmática ropa deportiva, y su juego se basa en unas estrictas reglas que premian la fuerza, la destreza física, la coordinación. Los jugadores de fútbol son evidentemente y hasta que se demuestre lo contrario todos heterosexuales y tradicionalmente masculinos (y el día que alguno se atreva a salir del armario, preparémonos), con sus mandíbulas cuadradas y su gesto recio. Las explosiones emocionales se limitan a dos momentos: la agresividad cuando hay una falta, y las muestras de afecto cuando hay gol o copa. El fútbol es el deporte rey, y nadie discute su importancia crucial en nuestra cultura. Por mal que lo hiciera España en ningún mundial, nadie en su sano juicio pediría que se retirase a España de la competición. Nadie en su sano juicio enviaría a un payaso ejercer de capitán del equipo, ni a un amateur bromista que no supiera jugar al fútbol. Cosas que sí se intentan hacer y de hecho se hacen en Eurovisión. ¿Por qué esta diferencia de trato? Porque el fútbol es una cosa de hombres, es decir, una cosa seria, y respetable, y con las cosas serias y respetables no se juega. Con las cosas para tías y para mariquitas sí. 

En diversos años ya se ha intentado. En 2010 unos usuarios de Forocoches, ese bastión de igualdad y apertura, trataron de colar en Eurovisión a John Cobra, el rapero que no sabía rapear y que insultaba al público agarrándose los huevos. De Chikilicuatre ni hablo porque es inolvidable, ¿verdad? Telecinco también trató de enviar a su candidatura chorra otro año, con Karmele Marchante. Eurovisión hay que tratar de sabotearla cada año. Pero, ¿ha ocurrido alguna vez algo remotamente similar cuando se trata del sagrado fútbol?



Que nadie piense que insulto al fútbol, o que no sé que lo disfruta gente de todo tipo, incluidas obviamente mujeres y gays. Cada uno es libre de ver lo que desee, y hasta incluso se puede disfrutar de ambas cosas sin ningún problema. que hay una diferencia de trato por parte de la sociedad es evidente. ¿Podemos empezar a respetar ambas cosas? Y ahora, para acabar la entrada...

 BONUS TRACK: Clichés que la gente repite todo el rato sobre Eurovisión

-"Es todo politiqueos, los países vecinos se votan entre sí y por eso siempre ganan los mismos". Verdad a medias la primera parte y mentira la segunda. El voto vecinal existe, es la pura verdad. Pero además las canciones deben gustar, y así, si repasas la lista de ganadores, verás que han ganado todo tipo de países de punta a punta de Europa. Los países ganadores ganan porque reciben votos de vecinos y no vecinos (ejemplo obvio: Portugal, ganadora teniendo un único vecino). Y a menos que consideres que Azerbaiyán y Austria son "el mismo país", viendo la lista es evidente que ni de lejos  ganan siempre los mismos.

-"España siempre queda fatal..." Pues es cierto que hemos quedado fatal un montón de veces, pero también hemos quedado bien en otras (dentro del top diez varias veces en los últimos años), y aunque parezca mentira  no hace tanto desde la última vez que quedamos en segunda posición. Aquí la lista.

-"Total, para qué enviar algo bueno, al final el año que enviamos a Chikilicuatre quedamos mejor que nunca". Este cliché además de falso me resulta particularmente idiota. El enlace de arriba es suficiente para desmentirlo, pero es que seguro que hasta el mayor detractor de Eurovisión recuerda de hace unos pocos años a Pastora Soler, que quedó obviamente en mejor posición que Chikilicuatre, pero no vamos a dejar que la realidad nos fastidie un buen cliché, ¿verdad?, porque es más fácil repetir mentiras como loros.

-"Para qué gastarse el dinero en esto, si no lo ve nadie". Déjame que me ría. Eurovisión, con una audiencia potencial de 200 millones de telespectadores dentro de Europa y fuera, es la emisión no deportiva más vista cada año, y en España en los últimos años ronda siempre el 30% o más de share final, lo cual es una gran audiencia. ¿El año que se presentó Rosa? Es la emisión más vista de la década con un 80% por ciento de share. Ya puede todo el mundo despotricar y afirmar que no lo ve, que al final, llegado el momento, sabes que alguien durante la cena va a sugerir poner un momentito la tele a ver cómo lo hace España. Pero de cara a la galería hay una imagen que dar, ya sabes.