La sociedad es algo así como un gran edificio de oficinas. Diferentes empleados de diferentes departamentos cooperan y se cruzan diariamente; se dan los buenos días y se preguntan por su salud, la familia o las vacaciones. La gente suele procurar no entrar en discusiones muy serias, y la mayoría moderan sus opiniones para no crear excesivos conflictos.
Hasta que entran en el baño y cierran la puerta.
La puerta del baño lo soporta todo, y es por eso que en ella está la verdad. Ahí están los símbolos nazis, los teléfonos con proposiciones que no se harían al cruzarse por el pasillo, los mensajes políticos sin medias tintas, los insultos xenófobos y homófobos. En el baño la gente se quita la máscara.
Los chistes en general y los memes en particular son el "baño" virtual de la sociedad. En ellos, y no en las columnas de opinión y en las declaraciones públicas, es donde vas a ver lo que de verdad siente la gente. ¿Y qué nos dicen los memes de la opinión pública sobre Zebenzuí González? Pues básicamente es un "choca esos cinco, machote" virtual. Es posible (?) que los actos de Zebenzuí sean un caso aislado, y la mayoría de mujeres que trabajan en política hayan llegado hasta ahí gracias sus méritos profesionales, pero aún siendo así, lo preocupante del caso es que, aunque oficialmente se le esté castigando, en secreto les estamos dando una palmada en la espalda y mostrándole nuestra admiración por haberse logrado tirar a todas las tías que ha podido gracias a su posición jerárquica. Lo ocurrido es lamentable, pero es la reacción que estamos demostrando a través de nuestros chistes lo que me parece más preocupante y más significativo por lo que revela del machismo sistemático enraizado en nuestra cultura.
En esta ocasión, un despiste del concejal ha permitido que se descubriera el pastel, pero en muchas otras ocasiones en las que no ha sido posible demostrar los hechos, se da un fenómeno, y es que si una chica denuncia, de inmediato se duda de su palabra y muchos automáticamente asumen que la chica en cuestión pretende hundir al empresario, director de cine, productor musical, etc. y que son todo mentiras malintencionadas. Sólo cuando ocurre algo como lo de este caso, o cuando empiezan a atreverse a hablar más y más víctimas, se empieza a dar credibilidad a la acusación, lo cual refleja con bastante claridad la desigualdad existente a la hora de denunciar los abusos.