jueves, 31 de agosto de 2017

La importancia de la representación


Este mes la revista CINEMANÍA publicó un especial desglosando las que consideraban las 100 mejores series de los últimos años. El artículo no sólo abarcaba estos últimos quince años, esos que aproximadamente se tienen en consideración cuando se habla de la "época dorada de las series", sino que iba unas cuantas décadas atrás, incluso con alguna de los 50, como I Love Lucy. Repasando la lista, me volvieron a la memoria varias que tenía enterradas en lo más recóndito de mi mente; esas series que pese a su calidad no han dejado tanta ipronta en la cultura y en las que jamás volverías a pensar de no ser por reportajes como este. Y junto con estos recuerdos, me vinieron también emociones asociadas a épocas pasadas, concretamente a mi infancia y adolescencia en los 80 y 90. En como en aquellas épocas, de manera más bien poco consciente, buscaba en vano algo muy importante para todos: sentirme representado.

Y digo en vano porque en aquellos años, la presencia LGTB en la ficción que consumíamos era muy reducida, y cuando la había, no ocupaba un papel muy digno, y se limitaba a amiguitos gays sin apenas trama propia, a transexuales cómicas, a potenciales lesbianas no confirmadas, a... no, los bisexuales directamente diría que eran inexistentes en la pequeña y la gran pantalla, prácticamente igual que ahora.

En Melrose Place todos practicaban mucho la dieta del cucurucho... Excepto Matt.

Si eres heterosexual, es muy posible que jamás te hayas planteado el tema del que hablo, y quizás pienses que no hay para tanto, que para qué necesitamos meter con calzador a algún personaje no heterosexual en todas las series, o incluso por qué son neesarias series cuyos protagonistas principales sean todos gays o lesbianas. Para entender de lo que hablo es necesario un pequeño ejercicio de empatía. Cuando el mundo constantemente te ha ofrecido o te ofrece narrativas en las que personajes que viven las mismas o parecidas vivencias que tú, esa necesidad de la que hablo no la habrás sentido nunca, porque desde siempre te ha sido saciada, y precisamente por haber sido saciada tan completamente ni siquiera sabrás que existe. Las historias de amor heterosexual son respresentadas en todas sus miles de detalles y versiones, y tanto si te has sentido como la animadora, el capitán del equipo, el friki, la marginada (tanto si acaba siendo guapa como si acaba quemando el instituto con su telekinesia), el aventurero, la graciosa, el intelectual, la tímida... has podido verte reflejado en una de las miles de series y películas que se han hecho sobre ti.

Sin embargo, mi yo de los 80 y sobre todo los 90, cuando la sexualidad comenzaba a burbujear inquietantemente por su cuerpo, buscaba en vano algún personaje gay con el que identificarse. Uno que me hiciera saber que era normal, que no me pasaba nada raro y que podría aspirar a tener una vida sentimental y sexual igual que el resto de mis compis de clase. Lo que no se ve no existe, y no hay nada más angustioso para un adolescente que sentirse raro y sin referentes. Recuerdo observar con lupa a determinados personajes en los que ponía esperanzas, y cómo casi siempre esos deseos se veían chafados cuando finalmente los guionistas se sacaban de la manga una novia para ellos, o bien quedaban en un frustrante limbo sentimental. Para los que leáis cómics de superhéroes, recuerdo de manera especialmente vívida una subtrama en los 90 de Estrella Rota, de X-Force, donde el guionista Jeph Loeb comenzó a insinuar de manera bastante obvia que el superhéroe era gay y estaba enamorado de Ríctor, un compañero ausente del grupo en aquella época. Y recuerdo cómo al final el cómic pasó a manos de otro equipo creativo, y la subtrama, para gran decepción mía, quedó abortada... hasta un puñado de años después, donde por fin el guionista Peter David pudo recuperarla y rematarla como merecía. Pero para entonces yo ya no era adolescente, y el momento donde más habría necesitado ese beso de los dos superhéroes ya había pasado (aún así, fue una alegría y un pequeño milagro).


En la lista de mejores series de CINEMANÍA que mencionaba al principio, si hacemos un repaso cronológico, es fácil comprobar que con el paso de los años el número de personajes LGBT ha ido aumentando, y hasta sale reseñada la icónica Queer As Folk. Así que la cosa sin duda ha ido yendo a mejor, y los adolescentes y niños de hoy en día afortunadamente pueden mirar hacia sus teles, ordenadores, tablets o móviles, y ver cómo estos les devuelven la mirada con algún personaje con el que sentirse identificados y validados. Ahora la ficción también es un espejo para ellos. No todas las realidades están igual de representadas, y me pregunto cómo se sentirán los niños transexuales, porque así, a bote pronto, sólo recuerdo a secundarios sórdidos en series de crímenes, secundarios cómicos, secundarios a secas... Sí, hay un puñado de pelis de renombre sobre transexuales, como La chica danesa o Dallas Buyers Club, y está la serie Transparent, pero están protagonizadas por hombres cisgénero, y no sé tú, pero yo me sentiría un poco estafado, aunque las intenciones sean buenas. Y es que hablar de un colectivo, pero sin contar con su presencia en la historia, es quedarse a medias, ¿no?