sábado, 16 de agosto de 2014

Vístela, témela, o ámala

El rosa.

Hace un tiempo ya hablaba de este color en otra entrada, y de todas sus connotaciones. Como explicaba aquella vez, esto no siempre ha sido así, pero el rosa desde hace bastante tiempo es el color "de las niñas", es el color de la feminidad, es el color de la lucha contra el cáncer de mama, es el color "los gays", es el color de Barbie, es el color de los juguetes para niñas... es el color de todo lo que es considerado dulce, cursi y/o femenino. Es el color de Hello Kitty. Y nadie podría cambiarlo.

Pero llegó el verano de 2014, y de repente una oleada de camisetas rosas se hizo un hueco en el armario de de cientos de hombres y niños de España, y seguramente de más rincones del mundo. ¿Qué une a todos ellos? El amor por... el Real Madrid.



Para más inri, el tono de rosa que ha elegido Adidas no es muy tenue que digamos: se han tirado a la piscina y han optado por un rosa fucsia resplandeciente, casi fluorescente. De repente, el mundo ha dejado de ser como lo conocíamos, y un equipo de fútbol, icono por antonomasia de la masculinidad y la heterosexualidad, ha decidido enfundarse en un color hasta ahora inédito en sus equipaciones, un color que como digo tiene las connotaciones más alejadas imaginables al mundo del fútbol. Se trata de un movimiento atrevido, que podía haber fracasado estrepitosamente. Los hinchas perfectamente hubiesen podido poner la cara del icono de Edvard Munch y huir despavoridos de la Tienda Oficial.

Pero no ha sido así: desde hace unas semanas las calles se han empezado a colorear con aficionados que visten orgullosamente la camiseta en cuestión, y si das un paseo por la ciudad (siempre que tu ciudad tenga un buen número de hinchas madridistas, claro) es más que probable que te cruces con uno o varios futboleros rosas.

Todo esto me ha llevado a reflexionar sobre el enorme poder que tiene el fútbol sobre la gente, al menos en un gran número de culturas. Aficionados que apenas leen, tragándose la prensa deportiva enterita. Gente que roza el analfabetismo aprendiéndose nombres extranjeros que incluyen apóstrofes, vocales dobles, uves dobles, acentos circunflejos y cualquier combinación de consonantes que exista. Y ahora, introduciendo el rosa como color "aceptable" para lucir por un macho ibérico.

Dan Hibiki, de Street Fighter, un hombre adelantado a su época

Y siendo así, sólo puedo pensar en el enorme poder como fuerza de cambio social que el fútbol podría tener. Imagínate que un jugador de primera línea saliera del armario. Y a continuación otro, y después otro; porque al igual que con las fichas de dominó en cadena, cuando uno da el primer y más terrorífico paso, los siguientes le siguen mucho más fácilmente. Sí, habría burlas, al principio. El jugador en cuestión tendría que tener una piel de enorme grosor para soportar la que se le vendría encima. Los aficionados más "creativos" se inventarían motes, comparaciones, etc. Aquel tipo que lanzó un plátano a Dani Alves, un jugador negro, para insultarle, se frotaría las manos.

Pero el mundo cambia inexorablemente, y después de la tormenta las cosas se irían transformando. Los niños tendrían nuevos referentes. La ecuación homosexualidad = debilidad se iría difuminando, igual que la camiseta de fútbol rosa desafía los clichés sobre este color. Uno de los sectores más conservadores y sexistas de la sociedad, el del deporte y todo lo que abarca, empezaría a abrirse y sus efectos se harían sentir en todos los ámbitos.

El lema elegido por Adidas dice "Wear it or fear it", vístela o témela, pero tanto si eres madridista como si no, no hay nada que temer. Lo que hay que hacer es mantener la esperanza. Hay que esperar, hay que insistir...

...porque el milagro que esperamos va a ocurrir.