From the field, de Hung Liu (China) |
Estos días tiene lugar en Madrid, en la Fundación Canal y hasta el 21 de julio una exposición que vale la pena ir a ver si se tiene la oportunidad, titulada Contraviolencias: 28 miradas de artistas. En ella, diferentes artistas han creado una obra usando todo tipo de formatos (cuadros, telas, videos, ropa, escultura…), expresando de formas más o menos indirectas un aspecto de la violencia dirigida contra las mujeres. Las obras se han distribuido en cinco apartados: individuo, familia, comunidad, cultura y política; y ya esta separación en sí misma da pie a reflexionar sobre las formas que puede adoptar la violencia contra las mujeres según los diferentes ámbitos en los que tiene lugar: puede ser más abstracta, puede ser física, puede ser verbal, puede ser social.
Las obras se enmarcan dentro del cajón de sastre del “arte moderno”; es decir, que en un primer vistazo parecen simplemente cosas raras sin pies ni cabeza. A muchas personas les produce rechazo este tipo de arte por esa razón: a menudo no es bonito, la manufactura puede ser quizás rudimentaria, y es perfectamente posible que el resultado final no demuestre de forma patente si el autor de verdad tiene talento o no (“Pero si mi sobrino de siete años sabe dibujar mejor!”, es la frase que se suele escuchar). Evidentemente, nada que ver con un óleo de un campo de flores, un bodegón o el retrato de un antiguo miembro de la realeza, donde la belleza estética y el significado de lo que se representa suelen ser explícitas.
En cambio, suele ocurrir con el arte moderno que es al leer los textos cuando uno empieza a entender de manera más racional lo que hasta ese momento quizás sólo ha percibido de manera más intuitiva y neblinosa. Y es que aquí leer es una parte fundamental de todo: si te decides a visitarla, vale la pena dedicarle el rato suficiente a empaparse todos los textos, empezando por el mismo folleto de la exposición, que no tiene ningún desperdicio y sirve perfectamente tanto de presentación como de resumen de todas sus ideas. En él mismo se plantea la duda que comentaba al principio: en definitiva, ¿sirve de algo el arte?
Para responder, me voy a remitir a la explicación de uno de los cuadros, “From the field” (Desde el campo), de Hung Liu, en el que se observa a una muchacha que parece cargar con algo muy pesado a sus espaldas. Durante la Revolución Cultural China se vetó el arte abstracto, y la Escuela de Profesores “obligó a impartir el arte desde la perspectiva del realismo socialista”. Es decir: retratos halagadores del líder de turno, estampas bucólicas e idealizadas de honrados trabajadores del campo haciendo encantados su trabajo y demás propaganda por el estilo. Cualquier tipo de abstracción estaba vetada, porque los líderes sabían algo: cuando le das a la gente la posibilidad de soñar con una realidad diferente, estás sembrando el deseo de luchar por ella.