Hace
unos días, el 8 de marzo, se celebraba el Día de la Mujer Trabajadora.
Quizás ese día escucharas a alguna gente decir que esta celebración ya
no tiene sentido: las mujeres ya pueden votar, ir al ejército, acceder
al mundo laboral de igual manera que los hombres, tienen los mismo
derechos y obligaciones... ¿verdad?
Pues, evidentemente, no.
No hace falta investigar mucho para confirmar que en España sin ir más lejos los sueldos no están equiparados y el número de mujeres que ostentan cargos directivos es muy inferior al de los hombres (acerca que de esto existe una teoría en psicología que plantea la posibilidad del autosabotaje como posible causa; otro día hablaré de ese tema). Pero hoy voy a hablar de un "cargo" muy particular, que ocupa una sola persona en cada país y que refleja muy bien lo lejos o cerca que hemos llegado: el de princesa. No entraré a valorar la existencia y la relevancia de la realeza en sí.
Seguro
que la mayoría recuerda la rueda de prensa de los príncipes en que la
que se presentó oficialmente a Letizia Ortiz y explicaron los regalos de
compromiso que se ofrecieron mutuamente. Dentro del protocolo que rodea
cualquier acto de la realeza, fue todo bastante distendido, y en
un momento dado, la futura princesa interrumpió a su futuro marido para
pedirle a su vez que no la interrumpiera. Todos los presentes parecieron
tomarse con humor el gesto de espontaneidad, y parecía una prueba de
que aquella era una relación basada en la complicidad y la confianza...
Pero pronto llegaron las consecuencias: ¡interrumpir al Príncipe! A la
facción más conservadora del país casi le da un infarto.
Y es
que la figura de la Reina ya había marcado claramente la pauta a seguir:
la consorte del Rey es una figura casi meramente ornamental. Su función
es mantenerse unos pasos por detrás, sonreír con discreción, vestirse
con elegancia y sobriedad, saludar amablemente y mantenerse en su sitio.
En caso de grave catástrofe o tragedia, está bien visto que la Reina
derrame una lágrima (en el caso del Rey esto sería un signo de
debilidad), pero prácticamente hasta ahí llega su libertad de expresión.
Todos recordamos lo que ocurrió la vez que la Reina habló sin
cortapisas, ¿verdad?
El
carácter machista de la institución de la realeza se revela ya desde el
principio, con la ley de la línea sucesoria. Hasta que no cambien las
cosas, el rey sólo puede ser el primer niño varón que nazca. En un mundo
ideal, en caso de tener más de un hijo, los padres deberían decidir
cuál de ellos tiene mejores cualidades para ser rey sin importar el sexo
del niño, o quizás, aceptando ya completamente la naturaleza arbitraria
de la propia institución, que el primer bebé en nacer fuera designado
futuro monarca, ya fuera niño o niña.
Pero si
en España la figura de la Reina es la de una mujer casi completamente
anulada como persona, es infinatemente más terrible el caso de la
realeza nipona, con el claro ejemplo de la Princesa Masako. Al igual que
en España, se trataba de una plebeya de amplia formación, en este caso
como diplomática. Había viajado por todo el mundo, habla varios idiomas,
y a poco que leas un poco su biografía notarás inmediatamente que se
trata de alguien de una gran valía profesional. Sin embargo, una vez se
casó con el Príncipe, las cosas cambiaron radicalmente. El hermetismo en
torno a la casa real japonesa es casi total, pero por lo que se ha ido
filtrando y determinados comentarios dolidos del propio Príncipe Naruhito (en 2004 dijo que se había anulado
su carrera profesional y su personalidad), se ha sabido que la princesa
Masako sufre una profunda
depresión causada por la dificultad de adaptación ante la rigidez del
protocolo real. El impacto debió de ser mayor en su caso en tanto que se
trataba de una persona acostumbrada a viajar, con la amplitud de miras
que eso suele otorgar, y que había llevado una vida bastante libre.
Para la Agencia Real, está mal visto que la consorte tome un papel muy activo en la política, está mal visto ese interés por las culturas extranjeras, y estuvo mal vista su dificultad para dar a luz a un sucesor al trono. Como bien saben los que intentan ser padres, no hay nada peor para lograr quedarse embarazada que sentirse presionada o ansiosa. Y cuando por fin dio a luz... se trató de una niña, la princesa Aiko. Durante un tiempo se habló de la posibilidad de cambiar la ley, pero poco después estos planes fueron dejados de lado al nacer un sobrino varón en la Familia Real. Es decir: una vez dejó de ser imprescindible derogar una ley machista para asegurar el futuro del trono. A día de hoy la princesa Masako continúa sin apenas exponerse al público, recluida en la jaula de oro de la Casa Real y "recuperándose".
Como ya
dije no voy a centrarme en el debate sobre si hoy en día tienen sentido
las monarquías o no. El hecho es que ahí están, y ya que están ahí,
quisiera que al menos dieran un paso adelante hacia la verdadera
igualdad de la mujer. Este paso, a su vez, también tendría que darlo la
prensa del corazón en su forma de cubrir las noticias que les afectan.
La próxima vez que leáis las noticias respecto a la familia real, fijáos
en el escrutinio sobre la repetición o no repetición del vestuario de
la princesa. Sobre si tal traje fue diseñado por tal modisto.
Y después, buscad a ver si encontráis alguna referencia del mismo tipo referida a los miembros varones de la familia.