Director: Dennis Gansel
Guionista: Jan Berger, Dennis Gansel
Lema: Inmortales. Insaciables.
La frase: "Comemos, bebemos, esnifamos cocaína y follamos todo lo queremos, y no engordamos, ni nos hacemos adictas, ni nos quedamos embarazadas".
Cuando escuché hablar de esta película, lo primero que me vino a la mente fue que tenía todos los números para estar tan llena de subtexto (y texto) sobre feminismo, roles de género, lesbianismo y demás, que prácticamente le iban a reventar las costuras... salpicándonos a todos de sangre, claro. Y aún no sabía hasta qué punto.
La historia va así: un grupo de vampiras, una de ellas lesbiana, las otras más o menos ambiguas sexualmente, reclutan para su grupo a una joven ladrona y ex-convicta que proviene de un hogar desestructurado. Louise, la líder, controladora, eficaz y con un interior más agitado de lo que parece a primera vista, lleva buscando siglos a esa chica de ojos especiales que sustituya a su antigua novia, muerta abrasada por el sol. Nora fue transformada durante el Love Parade de 2001, y es efervescente, cariñosa e inmadura, y Charlotte, quizá la más interesante, es aparentemente fría e indiferente a todo, hasta que rascamos un poco bajo la escarcha y... Respecto a Lena, la protagonista principal, al comienzo de la película está completamente desorientada, un animal salvaje malviviendo entre los robos de poca monta, las huidas de la policia y su desamparo total ante una madre alcohólica y negligente.
La saga Crepúsculo y la última oleada de adaptación a todos los públicos del mundo del terror, con las muñecas Monster High como uno de los exponentes más claros (quién le iba a decir a Barbie que sus siguientes rivales iban a ser un grupo de adolescentes zombis, vampiras, fantasmas...) han conformado una visión muy distinta de los vampiros de la que tradicionalmente se tenía. De forma más o menos metafórica o literal, los vampiros eran un símbolo de la libertad sexual, de la amoralidad, de la ruptura con las normas. No es casual la asociación con el color rojo, el hecho de que casi todos los mordiscos son en el cuello, o la desinhibición que muestran casi todos los vampiros en casi todas las obras de ficción sobre ellos. Los vampiros son, en la psicología de Freud, el Ello personificado.
Pero donde Edward mira al infinito con gesto torturado y se niega a dejarse llevar con Bella, las vampiras de esta peli se pasan las noches de fiesta, se lían con quien les da la gana, y esnifan y chupan sangre todo lo que pueden y más, y uno no puede evitar sentir por un momento las ganas de ser también un vampiro. Además, como dice Nora en la frase que he resaltado más arriba: sin quedarse embarazadas. Si esto no parece una referencia a la aparición de la píldora y la consecuente liberación de la mujer, que baje dios y lo vea. Y aún más: en uno de los conceptos más interesantes que aporta la película, Louise explica que la población vampira se compone exclusivamente de mujeres: los hombres, ruidosos y descuidados, acabaron exterminados por su propia estupidez y por las vampiras, que decidieron que estaban mejor sin ellos. Así es: en esta película, el submundo vampiro es un matriarcado, y además un club muy reducido con sólo un centenar de integrantes en todo el mundo. Siendo sinceros, lo cierto es que el comportamieto de nuestro trío de vampiras no es que sea muy discreto, ya que el reguero de cadáveres que dejan a su paso es considerable, pero en fin, creeremos la palabra de Louise de que ellos eran aún peores.
Mientras veía la pelicula, al principio, no podía dejar de pensar si todo esto no tenía un corazón misógino y de explotación sexual: un grupo de chicas liberadas cuya libertad básicamente equivale a ser malvadas y materialistas, lesbianismo tanto insinuado com explícito entre chicas guapas y elegantes, y la guinda: un dilema amoroso entre la depredadora madura, posesiva y manipuladora, y el tierno, cálido y bonachón policía que se cruza en el camino de Lena. Es inevitable observar que la opción heterosexual se presenta aquí como la salida "moralmente correcta" en un mundo como el vampírico, corrupto y oscuro y acompañado de música tecno, indicador infalible en cualquier película de degradación moral y/o descontrol.
Pero, y esto es lo que salva la película, con la excepción de Tom, el policía, que es el personaje más plano, todas las chicas tienen la suficiente profundidad psicológica para ser algo más que un cliché. Sí, las vampiras son asesinas sin escrúpulos, pero también son capaces de amar y sentir intensamente: Louise busca reencontrar el amor perdido, pero es una búsqueda amarga y desesperada, porque no se engaña a sí misma. Nora trata de frenar sus impulsos homicidas cuando alguien le importa. Charlotte, bajo la capa de indiferencia, arrastra un dolor íntimo por algo que no quiero revelar para los que no la hayan visto, sumado al desengaño que deja intuir que siente por haber sido desplazada en el ranking del harén personal de Louise. Y de Lena qué decir: si bien al principio de la película se encuentra completamente sola y desamparada, no asume en absoluto el papel de víctima: se trata de una guerrera nata, capaz de buscarse la vida con sus robos de poca monta, escapar de la policía en una tremenda persecución que incluye saltar por una valla de alambre de espino, y cuestionar las decisiones de su madre/amante vampírica. Finalmente, gracias a este desarrollo de los personajes, la película evita caer en una moralidad de blancos y negros, y por eso finalmente me quedo con la opinión de que no es ni misógina ni homofóbica, aunque por momentos flirtee con ambas cosas.