En definitiva el truco digamos que funciona. Se pueden decir un montón de cosas sobre James Cameron y sus películas, cosas buenas y malas, pero es innegable que ha dejado para el recuerdo un buen puñado de personajes femeninos icónicos, y no todos ellos giraban siempre en torno a un hombre; la teniente Ripley siendo el ejemplo perfecto. Pero es inevitable plantearse las implicaciones del truco de marras. Para crear un personaje femenino, partimos de uno masculino.
Suena un poco a Adán y la costilla, ¿no?
La realidad es que en el mundo de la ficción, el masculino es el sexo por defecto, y el femenino la excepción. Cuando hablamos de una peli de acción, y esta está protagonizada por una chica (mi debilidad en cuanto a pelis de acción, debo decir), en seguida se subraya el hecho de que quien reparte las hostias es una chica. Quizá, y yo el primero que lo hace, se buscan subtextos feministas en la trama. Cuando una película está protagonizada sólo, o principalmente por chicas, es etiquetada como película "de mujeres". Si la protagonizan hombres, esto es lo "normal", y por tanto las etiquetas son más bien sobre el contenido en sí de la película: terror, drama, comedia, etc. Cuando se crea una serie infantil, el público al que irá dirigida, niños o niñas o ambos, es lo que decide el sexo de la mayor parte de los personajes. Entre las productoras de animación, el mantra es que algo protagonizado por niños puede ir dirigido a todos los públicos, pero algo protagonizado por niñas, va dirigido exclusivamente a niñas.
Si queréis un ejemplo reciente, cuando hace un par de años Disney lanzó su película Enredados, el título escogido (Tangled, en inglés), no fue desde luego casual. El cuento en el que se basaba era Rapunzel, nombre de la muchacha protagonista de la historia. Pero el temor de los altos mandos de Disney era que si le plantaban a la peli un título de nombre de niña, sumado a que la protagonista era una ídem, los niños correrían en dirección contraria, quizás a ver Transformers XXVIII: la venganza. ¿Solución? Un nombre que es un adjetivo, y por tanto carente de género en inglés, y una campaña promocional que dejaba clarito, me estáis oyendo, niños del mundo, que junto a la rubita de pelo largo había un muchachote fuertote.
Imagínate uno de sus pelos en la sopa... |
Como todas las reglas, esta ha tenido sus excepciones que la confirman, y así tenemos clásicos modernos de la animación como Las Supernenas, o más recientemente el increíble caso de Mi Pequeño Pony: la magia de la amistad, la versión más reciente de la franquicia basada en los famosos juguetes. La serie en cuestión evidentemente iba dirigida a un demográfico concretísimo: sexo femenino y corta edad. Pero, gracias a un buen trabajo de guión, un humor algo iconoclasta, una animación colorida y vitalista pero no ñoña, y unos personajes bien perfilados e interesantes, oh milagro, se desató el fenómenos de los bronies: fans de la serie que ni eran niñas ni eran de corta edad.
Las chicas son guerreras. Y ponys. |
Los ejemplos en el mundo de la ficción son innumerables y podría seguir y seguir, pero ocurre que, como suele pasar con la ficción, esta no es más que un reflejo de la realidad. Como explicaba al principio, la cosa no es nueva, y ya desde los tiempos de la Biblia con el tema de Adán y la creación de Eva a partir de él, el concepto de que el masculino es el sexo por defecto siempre ha estado presente. Esta idea, que me temo que todos tenemos enraizada en la cabeza fuertemente, y yo el primero, tiene un montón de consecuencias prácticas, negativas para ambos sexos. Ahí van unos ejemplos y alguna excepción de las que confirman la regla:
- En una situación de guerra o catástrofe, se consideran más valiosas las vidas de las mujeres, y los hombres digamos que son hasta cierto punto "desechables". Sí, desde luego no se me escapa que hay una posible explicación a esto en tanto que sólo las mujeres pueden quedarse embarazadas y procrear...
- Vas por la carretera, y el conductor de delante hace determinada maniobra peligrosa. ¿Qué ocurrirá si se trata de un hombre? Que le pondremos a caldo. ¿Qué ocurrirá si se trata de una mujer? Que alguien dirá la frase lapidaria: "Mujer tenía que ser". Cuando un hombre hace algo, le calificamos a él personalmente. Cuando una mujer hace algo, representa a la totalidad de las mujeres del mundo. Dado que el hombre es el sexo por defecto, lo que hace la excepción adquiere valor universal.
- En el mundo anglosajón, y otras culturas, una mujer al casarse adopta el apellido de su marido. Quizás en algunos caso lo une al suyo con un guión. En extrañísimas y contadas ocasiones, él adopta el apellido de ella. Es decir: el apellido de él es el apellido por defecto.
- Los nombres de muchas profesiones se utilizan en masculino, evidentemente porque hasta no hace tanto sólo las desempeñaban hombres. Llegada la situación actual, o bien es necesario especificar el género pegándole la palabra "mujer" (mujer policía, mujer bombero), o bien, en español por ejemplo, encasquetamos una -a al final, y conseguimos un palabro que no termina de sonar muy normal: la médica.
- Un ejemplo inverso: en el mundo anglosajón un enfermero es definido como male nurse. Ya sabemos de qué sexo eran históricamente la gtan mayoría de las enfermeras...
- En política, un alto cargo ostentado por una mujer es siempre algo digno de resaltar. No es sólo un político, es una mujer que es político (¿política?). El hecho de ser mujer la define, se especulará sobre la forma en que su feminidad influye en sus decisiones como político, y desde luego se mirará con lupa la ropa que lleva. De un político hombre se analiza exclusivamente su labor, porque no es un hombre-político, es un político a secas.
- La ropa unisex es básicamente ropa masculina apta para mujeres, no viceversa. Lo que viene a decir que el cuerpo de un hombre es el cuerpo por defecto.
Y podríamos seguir y seguir. Hace unos días se celebraba el Día de la Mujer Trabajadora. Aquí tienes un puñado de ejemplos más de por qué dicho día sigue siendo, desde luego, necesario.