jueves, 9 de octubre de 2014

Cuerpos reales

 Este verano han sonado, y siguen coleando todavía, dos canciones con un tema similar: las curvas que una "mujer de verdad" debe tener, frente a la tiranía de los cuerpos flacuchos de las pasarelas. Las canciones en cuestión son "Anaconda", de Nicki Minaj, y "All About That Bass", de Meghan Trainor. La primera se centra específicamente en el pandero XL de Nicki, estrella absoluta del video (su culo, digo, no la propia Nicki), y la segunda en el cuerpo en general de Meghan Trainor, que tampoco se ajusta al canon de las pasarelas. Una estrella del pop y una recién llegada con un éxito veraniego bajo el brazo, reivindicando la belleza de las curvas.

A las dos les une también el amor por el rosa, al parecer


Qué bien, ¿no?

No.

La intención quizá era buena. Desde luego una gran parte de los medios presiona para que si no encajas en esos pantalones pitillos tan ajustados te sientas culpable. Las modelos siguen prácticamente todas el patrón esquelético, y cuando alguna no lo hace, se la vitorea efusivamente por romper con los cánones, y todas sus entrevistas se centran en cómo su peso no se ajusta a lo habitual. Es decir: se la felicita por ser la excepción que confirma la regla. Eso por no mencionar que normalmente estas modelos "raras" son tratadas como elefantes blancos a los que encumbrar durante un tiempo, hasta que pase la moda y todo siga igual.


¿Alguien recuerda a Beth Ditto, esa chica que durante unos meses fue la musa de todo el mundo? (Confesión: no, yo tampoco recordaba su nombre, y me costó un buen rato de Google encontrarla).

Así pues, ¿por qué no aplaudo simplemente a ambas cantantes por su reivindicación de un cuerpo más voluptuoso y espero que esto se convierta en la norma?

Primero, porque también estaríamos mintiendo si dijéramos que este es el cuerpo "real" de la mujer, así, como norma general. Y segundo, porque ambas canciones caen en la misma falta: menospreciar a las chicas delgadas. Nicki rapea "fuck those skinny bitches" ("que les den a esas perras delgadas"), y Meghan también menciona a las "skinny bitches" en su canción, aunque es cierto que luego medio lo retira y dice "ya sabes que eres perfecta de los pies a la cabeza". Hubiera sido tan fácil ahorrarse esa primera frase y ya está...

Es muy común que a la hora de reivindicar algo, se recurra a menospreciar su contario, cuando en muchos casos, como este mismo, dos cosas opuestas pueden coexistir y ser válidas a la vez. Y es que la realidad es que no hay un cuerpo "real" de las mujeres o de la gente en general, ni una sola "belleza real", como decía una marca de cremas y jabones. Decir que sólo una mujer es "de verdad" si tiene curvas, es insinuar que que las mujeres que por naturaleza tienen un cuerpo delgado o directamente escuálido no son "reales", o pertenecen a un subgrupo inferior de la feminidad. Y así, finalmente caemos en el mismo error del que acusamos a las pasarelas del mundo cuando decimos que no representan a la mayoría de las mujeres.

Podríamos llevar a cabo una estadística de pesos y medidas, y sacaríamos una media concreta con la que comparar a todo el mundo... Lo que sería una tontería enorme, porque finalmente lo que importa es que las variedades de cuerpo son infinitas, y todas merecen el mismo respeto y consideración de "reales".

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Yo no soy feminista, pero...

"Yo no soy feminista, pero [insertar aquí frase expresando el deseo de alcanzar la igualdad en determinado campo]". (Cientos de personas, diariamente).

Mucha gente teme definirse a sí misma como feminista. Y sin embargo, por puro sentido común y humanidad, rechazan el machismo, y expresan opiniones que, lo pongas como lo pongas, son... feministas. ¿Qué está pasando?

Sí, hay que afrontarlo: la palabra feminista, en los últimos años, ha ido adquiriendo connotaciones negativas a ojos vista, y desde hace relativamente poco se empieza a oír la palabra "feminazi" con frecuencia creciente. "Las" feministas, según la percepción de una parte considerable de la sociedad, son unas locas radicalizadas que odian a los hombres (cuando no son directamente lesbianas, ya sabes, esas chicas que odian a los hombres pero en lo que realidad necesitan es que un tío las folle bien tienen relaciones con otras chicas), van hechas un desastre y están todo el rato amargadas y quejándose por todo. Menudo grupito, las feministas, ¿eh?

Rebobinemos. Y empecemos a cortar los metros de tela que el asunto tiene.

No: el feminismo no es apoyado únicamente por las mujeres ni tiene por objetivo aplastar los hombres. El feminismo busca la igualdad de derechos para las mujeres respecto a los hombres. Y entonces, si busca la igualdad de todos, ¿por qué se llama entonces feminismo y no "personismo"?, alguno podría decir. Pues muy fácil. Porque históricamente, adivina quién ha ocupado una posición de inferioridad. Quién no podía votar. Quién tenía que pedir permiso a su marido para abrir una cuenta bancaria. Quién sólo podía dedicarse a un puñado de trabajos "aceptables" (cuando no considerados "indignos" para los hombres). Y adivina quién a día de hoy sufre estas y otras clases de discriminación aún peores a lo largo y ancho del mundo. Pues sí, evidentemente el nombre de esta corriente tenía que ser "feminismo", porque estaba claro quiénes estaban siendo ninguneadas.

Desear la igualdad respecto a otro grupo social, por mucho que nos empeñenemos en simplificar, no implica despreciar a ese grupo. Eso tiene otro nombre, en este caso misandria, que es exactamente lo opuesto de la misoginia, y curiosamente es una palabra muchísimo más desconocida a nivel popular; lo cual da que pensar bastante (dato curioso: mi corrector ortográfico conoce la palabra "misoginia", pero no "misandria"). En la cultura popular (los chistes, las comedias, las series, etc.) se alude a menudo a una interminable "guerra de sexos" en la que los participantes de cada bando tienen unas características estereotipadas que a fuerza de machacar muchos dan por ciertas, como si viviésemos todos en una telecomedia donde en vez de seres complejos fuésemos clichés bidimensionales caminando por un decorado. "A las mujeres no hay quién las entienda", "Los hombres son tontos y simples", "Cuando se juntan varias amigas hablan exclusivamente de hombres", "A los hombres sólo les interesa el fútbol y el sexo", y un largo, estúpido y simplificador etcétera.

Piensa por ti mismo y olvídate de los clichés que gran parte de la cultura trata de inculcarte por pura inercia, por pereza, por dejadez, por falta de la independencia necesaria para usar tus ojos y tu mente por ti mismo y no adoptar ideas de segunda mano. Sí, evidentemente existen mujeres que mezclan el feminismo con la misandria, y para mucha gente su presencia tiñe de negatividad todo este movimiento social. En todas las doctrinas y corrientes de pensamiento existen manzanas podridas: hay ecologistas dispuestos a matar, hay abogados corruptos, hay miembros de ONGs que roban dinero de los donativos. ¿Estas personas definen a todo el resto, definen la propia idea original? No, por supuesto que no. Con el feminismo pasa lo mismo. Tampoco las lesbianas son por definición odiadoras de hombres, obviamente.

No hay ninguna necesidad de disculparse por expresar el deseo de igualdad entre sexos. No hay ninguna necesidad de matizar que no se es feminista, como si fuera algo vergonzoso serlo. Cuando denuncias y hablas abiertamente sobre una desigualdad social entre hombres y mujeres, estás expresando una idea feminista, y eso nunca será algo malo ni vergonzoso.

Así que, para acabar, te propongo algo. La próxima vez que sientas la necesidad de hacer una aclaración como la que abre esta entrada, o añadir ese "pero" matizador totalmente innecesario... párate un segundo y plantéate por qué sientes la necesidad de hacerlo.

sábado, 16 de agosto de 2014

Vístela, témela, o ámala

El rosa.

Hace un tiempo ya hablaba de este color en otra entrada, y de todas sus connotaciones. Como explicaba aquella vez, esto no siempre ha sido así, pero el rosa desde hace bastante tiempo es el color "de las niñas", es el color de la feminidad, es el color de la lucha contra el cáncer de mama, es el color "los gays", es el color de Barbie, es el color de los juguetes para niñas... es el color de todo lo que es considerado dulce, cursi y/o femenino. Es el color de Hello Kitty. Y nadie podría cambiarlo.

Pero llegó el verano de 2014, y de repente una oleada de camisetas rosas se hizo un hueco en el armario de de cientos de hombres y niños de España, y seguramente de más rincones del mundo. ¿Qué une a todos ellos? El amor por... el Real Madrid.



Para más inri, el tono de rosa que ha elegido Adidas no es muy tenue que digamos: se han tirado a la piscina y han optado por un rosa fucsia resplandeciente, casi fluorescente. De repente, el mundo ha dejado de ser como lo conocíamos, y un equipo de fútbol, icono por antonomasia de la masculinidad y la heterosexualidad, ha decidido enfundarse en un color hasta ahora inédito en sus equipaciones, un color que como digo tiene las connotaciones más alejadas imaginables al mundo del fútbol. Se trata de un movimiento atrevido, que podía haber fracasado estrepitosamente. Los hinchas perfectamente hubiesen podido poner la cara del icono de Edvard Munch y huir despavoridos de la Tienda Oficial.

Pero no ha sido así: desde hace unas semanas las calles se han empezado a colorear con aficionados que visten orgullosamente la camiseta en cuestión, y si das un paseo por la ciudad (siempre que tu ciudad tenga un buen número de hinchas madridistas, claro) es más que probable que te cruces con uno o varios futboleros rosas.

Todo esto me ha llevado a reflexionar sobre el enorme poder que tiene el fútbol sobre la gente, al menos en un gran número de culturas. Aficionados que apenas leen, tragándose la prensa deportiva enterita. Gente que roza el analfabetismo aprendiéndose nombres extranjeros que incluyen apóstrofes, vocales dobles, uves dobles, acentos circunflejos y cualquier combinación de consonantes que exista. Y ahora, introduciendo el rosa como color "aceptable" para lucir por un macho ibérico.

Dan Hibiki, de Street Fighter, un hombre adelantado a su época

Y siendo así, sólo puedo pensar en el enorme poder como fuerza de cambio social que el fútbol podría tener. Imagínate que un jugador de primera línea saliera del armario. Y a continuación otro, y después otro; porque al igual que con las fichas de dominó en cadena, cuando uno da el primer y más terrorífico paso, los siguientes le siguen mucho más fácilmente. Sí, habría burlas, al principio. El jugador en cuestión tendría que tener una piel de enorme grosor para soportar la que se le vendría encima. Los aficionados más "creativos" se inventarían motes, comparaciones, etc. Aquel tipo que lanzó un plátano a Dani Alves, un jugador negro, para insultarle, se frotaría las manos.

Pero el mundo cambia inexorablemente, y después de la tormenta las cosas se irían transformando. Los niños tendrían nuevos referentes. La ecuación homosexualidad = debilidad se iría difuminando, igual que la camiseta de fútbol rosa desafía los clichés sobre este color. Uno de los sectores más conservadores y sexistas de la sociedad, el del deporte y todo lo que abarca, empezaría a abrirse y sus efectos se harían sentir en todos los ámbitos.

El lema elegido por Adidas dice "Wear it or fear it", vístela o témela, pero tanto si eres madridista como si no, no hay nada que temer. Lo que hay que hacer es mantener la esperanza. Hay que esperar, hay que insistir...

...porque el milagro que esperamos va a ocurrir.

viernes, 1 de agosto de 2014

Privilegio

Varón, raza blanca, entre 18 y 49 años: ¡todo el mundo te hace caso por muy bobas que sean tus sugerencias!
(Homer Simpson, agarrando un bote de nueces con chicle)

En la Declaración Universal de los Derechos Humanos, así como en la Constitución española y, supongo, en cientos de otros documentos oficiales de todo el mundo, uno de los primeros artículos, si no el primero, habla de la igualdad de derechos de todo el mundo, sin importar sexo, raza, etc. Es incluso posible que a un nivel estrictamente legal y abstracto, esto sea cierto. Sin embargo, el mundo va mucho más allá de lo abstracto, y en la realidad tangible, además de las diferencias sociales por razones económicas, hay también diferencias más sutiles a nivel cultural, que provienen de tu equipaje digamos "biológico" al nacer, y el que vas adquiriendo con la edad. Tu color. Tu sexo. Tu orientación. Tu edad. Y es aquí donde entra en juego el concepto del privilegio, empleado por primera vez en 1910 por el sociólogo William Edward Du Bois.

El privilegio es algo así como el aire: es invisible, pero está ahí, e influye en todo. Y seguramente sólo pensarías en él, sólo pensarías en su importancia, si te faltara. El privilegio es también algo así como un pódium de muchos escalones fabricado con un material invisible, que sin embargo nos clasifica a cada uno de nosotros en una determinada altura. En general, basta observar un poco el mundo que nos rodea para observar quién ostenta la medalla de oro: Homer Simpson lo dijo muy claro. En las películas que vemos, en los libros que leemos, en las series, en los cómics, la figura central, la "persona por defecto" que representa al hombre medio, es habitualmente un varón adulto de raza blanca heterosexual. Todo lo que no sea eso, es la excepción, y por tanto, un peldaño más abajo en el escalafón.

Cuando una banda de música está formada sólo por mujeres, es algo notable. Cuando en una peli de acción el protagonista es una chica, es algo notable. De la misma manera, la mayor parte de presidentes del mundo se ajustan a ese molde, con un puñado de excepciones bastante... notables.


El primer presidente... hawaiano. ¿Qué pensabas que iba a decir?
 Hace unos meses, coincidiendo con el estreno de Noé, de Darren Aronofsky, se le preguntaba al guionista por qué todos los humanos de la película eran de raza blanca. ¿Su respuesta? Que se trataba de una fábula mítica, y no querían acabar con un anuncio de Benetton o llamar la atención sobre las razas, que sus personajes sólo pretendían hacer el rol de "huecos" en los que el público medio podía proyectarse. El subtexto, evidentemente, es que la raza blanca es la opción por defecto, y las demás son "excepciones" que llaman la atención. Realmente tampoco se puede culpar demasiado al guionista porque en defintiva, de forma seguramente subconsciente, estaba reflejando el mensaje que nos rodea en todo momento. 

Con motivo de la llegada del verano, y los blockbuster que vienen cada año a animar a esta época las carteleras, en esta página se publicó un estudio sobre porcentajes de representación en una lista de las 100 películas más taquilleras, y bueno, los resultados son bastante reveladores... Como nota curiosa, resalto que, "de los ocho personajes de color, seis de ellos eran Will Smith", y el porcentaje de personajes LGTB era de, ejem, el cero por ciento. Aquí tienes el gráfico, cortesía de http://blog.leeandlow.com


Muchas gracias a Hannah Ehrlich de Lee & Low Books por dar su consentimiento para reproducirlo aquí.

¿Alguien se anima a hacer un estudio parecido sobre las caracterísiticas de los personajes que hacen el rol de mejores amigos de los protagonistas? Porque me apuesto lo que sea a que los resultados saldrían un pelín distintos...

viernes, 4 de julio de 2014

Queercore: no todo es pop al otro lado del arco iris


Estos días, con motivo de las fiestas del Orgullo Gay, si te acercas a celebrarlo, sin duda oirás un montón de música de determinados estilos sonando con fuerza. Las líneas maestras son bastante específicas: se tratará de música bailable, con abundancia de tintes electrónicos (o íntegramente electrónica), mucho pop y muchas chicas con voces que van desde la omnipotencia vocal hasta la necesidad absoluta del auto-tune. Oirás un montón de letras sobre la importancia de ser uno mismo, o sobre salir a pasarlo bien, o sobre el amor, o quizás todo a la vez.
 
Evidentemente, es esa la música asociada al "mundo gay". Difícilmente escucharás, pongamos, heavy metal, o rap (bueno, admitámoslo, el rap no es que sea el género más gay friendly del mundo la verdad), ni tampoco indie ni nada mínimamente rebuscado. Aquí hemos venido a ver comer naranjas a bailar. Y muy bien que está la música para bailar y pasarlo bien.

Pero sin embargo... la diversidad que representan las franjas de la bandera también se manifiesta en el tipo de música que una persona LGTB puede apreciar. No, pese a lo que pueda parecer, no somos tuercas y tornillos fabricados en serie, cada uno tiene sus gustos; y no estaría de más que ya que celebramos la diversidad y las diferencias individuales, nos saliéramos un poco de lo homogéneo y se diera también una oportunidad a la gente LGTB que anda por el mundo cuyos gustos musicales no se adaptan al estereotipo, y que quizás en estos días participan (o no) en las fiestas sintiéndose un pelín desplazados.

"¡¿Y yo qué?! ¿Eh?" (Rob Halford)
Esa gente pueden ser, por ejemplo, los amantes del queercore. No voy a entrar en una explicación muy detallada porque para eso está la Wikipedia, pero el fenómeno me parece bastante interesante y desconocido y desde luego merece unas líneas. Si bien los estilos que se engloban dentro del queercore pueden ser muy variados, en general se puede decir que sus raíces se hunden en el punk, y por consiguiente, una de las claves de este submundo es la rebeldía y el cuestionamiento de lo establecido. El queercore a menudo cuestiona los valores consumistas que poco a poco han ido impregnando la cultura LGTB "mainstream" (es posible que quizás alguna vez, leyendo alguna revista de temática, después de ver varios anuncios sobre viajes a sitios paradisíacos o relojes y ropa cara, hayas sentido que la publicación en realidad no iba dirigida exactamente a ti, pobre sub-mileurista, por mucho que seas gay). De la misma manera, también cuestiona la idea tan común de que los lugares de ocio de ambiente deben de estar segregados por género. Los temas políticos y las letras explícitas también se dan a menudo, en fuerte contraste con la música tradicionalmente asociada al mundo LGTB, que rara vez por no decir nunca entra en el terreno de la política, y suele tratar el amor y el sexo en términos "positivos" y aptos para todos los públicos. 

 
 
Evidentemente el mundo del queercore es más bien pequeño y no recibe mucha publicidad de los medios normales. Como música obviamente no resulta muy comercial ni radiable, sus canciones no son aptas para ambientar un anuncio de champú o ir en promoción conjunta con la peli de moda, y las obras de Limp Wrist o Pansy Division nunca se convertirán en la canción del verano. Pese al nombre de este blog, mentiría si dijera que me gusta la música punk (aunque he de decir que "Oi Oi! We Fuck Boys!" es pegadiza), pero creo que vale la pena no quedarse con lo de siempre y admirar la creatividad, la libertad en todos los sentidos, el compromiso y la capacidad de ser uno mismo que estas bandas reflejan. En ocasiones, cuando veo a la enésima cantante de limitada voz enarbolando la bandera de colorines con la esperanza de convertirse en una diva más, no sé tú, pero yo siento que apuntan más a mi bolsillo que a mi corazón, y se hace cansino. 
 

Y frente a ello, la honestidad de unas bandas que hacen lo que les da la gana y no tienen miedo a provocar incomodidad o rechazo ni a salirse del camino establecido. El yo en estado puro. Y de eso, de no tener miedo a ser uno mismo, es de lo que se trata, ¿no?

miércoles, 4 de junio de 2014

Maléfica (2014), algo pasa con Disney

Director: Robert Stromberg
Guión: Linda Woolverton
La frase: "Tuve alas una vez, pero me las robaron. Y eran poderosas". 

A menudo se dice que Hollywood se está quedando sin ideas. Puede ser que sea un cliché cierto, o puede ser que no, pero en todo caso, este supuesto agotamiento de ideas al menos nos está trayendo giros de tuerca inesperados a cosas que ya conocemos, y como muestra, esta Maléfica, o lo que es lo mismo, La Bella Durmiente contada desde el punto de la malvada bruja. ¿Pero de verdad es esta la historia que conocíamos... o es algo más? A continuación va a haber todo tipo de SPOILERS, así que si no la has visto, ya sabes.

Maléfica, si bien personalmente como película me ha parecido flojilla, contiene en su guión un puñado de ideas interesantes, además de una carismática interpretación por parte de Angelina Jolie, que se funde en el papel a la perfección. Para empezar, la malvada bruja no es ni bruja ni "malvada", o no mucho, en todo caso. Resulta que era un hada madrina (y al parecer, ya en las notas de producción de la peli original de 1959 se establecía este dato), y su supuesta maldad tenía una causa muy concreta, esa sí, inventada para esta película: le robaron las alas, es decir, su libertad, y el padre de la rubísima y monísima Aurora fue el traidor que la engañó. Ya el punto de partida de la peli da para detenerse a pensar: ¡un historia para justificar, y finalmente redimir a la mala!

A lo largo del film, y alejándose cada vez más del original, se nos revela que en realidad casi desde el principio Maléfica no pudo evitar sentir afecto por la pequeña Aurora, y si no llega a ser por ella, las incompetentes de las hadas madrinas la habrían matado con su negligencia (!).

Pero quizás lo más llamativo de la película es que, por segunda vez en un corto espacio de tiempo, nos encontramos con un film en el que el amor romántico pasa a un segundo plano, y es otro tipo de amor el que resuelve el conflicto principal. Los que la hayan visto, recordarán que en Frozen (SPOILERS) era el beso de amor fraternal de Elsa el que salvaba a su hermana Anna. Por otro lado, el príncipe de turno resultaba ser un psicópata, y el novio del que posteriormente se enamoraba la hermana menor era importante en la trama pero no el centro y fin de la misma, y su relación no acababa en boda.

En Maléfica, quizás inspirándose en dicha peli, o quizá porque es el signo de los tiempos y algo va cambiando en Disney, resulta que ¡es el beso de amor casi materno-filial de la supuesta malvada bruja el que despierta a Aurora de su sueño! Para ser sincero, según se aproximaba el momento, no era muy difícil predecirlo, pero lo verdaderamente bueno y rompedor ocurre un momento antes: las torponas hadas madrinas convencen desesperadas al muy secundario príncipe Philip para que bese a la muchacha... ante los razonables reparos de este, que explica que está dormida y que además la acaba de conocer, y bueno, aunque no lo diga explícitamente, da a entender que le parece guapa y simpática, pero amor, lo que se dice amor, (al menos de momento) no siente por ella. Su beso, evidentemente, fracasa.

"¿Seguro que no le huele el aliento?"

Y así, sin más miramientos, la película se burla de la noción del amor a primera vista, y cuestiona leve pero inequívocamente hasta qué punto es ético besar a un persona a la que acabamos de conocer y está dormida y/o en coma. Dos conceptos fundamentales en la película original de animación, así como en otras obras, tanto de Disney como de otras compañías.

Así que como decía, por segunda vez en muy poco tiempo, Disney nos sorprende con una nueva película en la que subvierte los clichés que ella misma ha afianzado e incluso creado durante tantos años, y no sólo eso, sino que se burla de ellos. ¿Es una casualidad? ¿El hecho de que la autora del guión sea una mujer, igual que en Frozen, ha influido en algo? ¿Estamos viendo el inicio de una nueva era en los guiones, o es todo un chispazo de originalidad y progresismo que se desvanecerá pronto?

Estaremos pendientes a la próxima peli de la factoría...

sábado, 17 de mayo de 2014

Sobre la "maldad" de las mujeres

El otro día, durante un almuerzo, alguien pronunció la conocida frase.

"Es que las chicas somos más malas".

Hay muchas variantes: "las chicas son mucho más malas", "las chicas son peores", "las chicas son más cabronas", etc. Todas básicamente aludiendo a lo mismo, y en muchas ocasiones pronunciadas en primera persona del plural; es decir, por una chica que se incluye a sí misma y a sus compis de género en el club de la maldad.

Cada vez que la escucho, me subo por las paredes, y entro en un acalorado debate que se salda sin ningún resultado: ambos bandos acaban reafirmándose en sus posiciones, sin importar los argumentos que se den. Sin embargo, creo que hay numerosos argumentos para tirar por tierra este manoseadísimo cliché, pero si algo se demuestra día a día, es que es muy difícil enfrentarse a un estereotipo. Si la conciencia popular ha decidido que la gente del país X es antipática, que las rubias son tontas o que el universo gira alrededor de la Tierra, porque "se sabe", "siempre se ha dicho", "es evidente" y demás razonamientos, ya puedes darte de cabezazos contra la pared, que la sentencia ya está dada.

Pese a todo, vale la pena luchar contra la corriente y poner en tela de juicio determinadas cosas, y esta, en mi opinión, es una de ellas: no, no pienso que las mujeres en general sean "más" malas o malas a secas, así, estadísticamente hablando. Es más: creo que puestos a generalizar, se podrían encontrar números que más bien indicarían lo contrario, que la maldad se haya más frecuentemente en los hombres. Puede que alguien haya leído hasta aquí y esté flipando, pero sigue leyendo: a continuación voy con lo interesante, los motivos objetivos por los que defiendo esta idea. Antes de empezar, una puntualización crucial: hago una distinción muy clara entre lo que puede llamarse "maldad" entre comillas (criticar a alguien, no ser buen compañero de trabajo, etc.), y Maldad, con mayúsculas y en negrita: matar, violar... En mis argumentos hablo de este segundo tipo de maldad, que es la que considero que merece ese nombre. Van en forma de lista:

  • El número de asesinos de sexo masculino que ha habido en la historia es superior al número de mujeres. Según las estadísticas de la policía norteamericana, un 15% de los asesinos en serie han sido mujeres.
  • Cuando una ONG interviene en una población desfavorecida, por ejemplo para enseñar técnicas sanitarias o de cultivo de alimentos, centran la educación en las mujeres de esa comunidad. ¿Por qué? Porque ellas extienden ese conocimiento educando a su vez a los demás. Los hombres lo usan en provecho propio. Con las concesiones de microcréditos para generar economía local a menudo ocurre lo mismo. Puedes leer por ejemplo este artículo que explica el caso concreto del uso de microcréditos en Bangladesh, y cómo la mejora de la situación de la mujer influía en toda la familia, frente a lo que ocurría si se le prestaba el dinero a los hombres.
  •  Los dictadores que existen o han existido hasta hoy han sido todos hombres. Durante la discusión que mencionaba al principio de la entrada, se mencionó a Margaret Thatcher, pero supongo que por mucho que odiáramos todos a esta tipa, no resiste una comparación con (por ejemplo) su amiguito Pinochet, y no cabe la palabra "dictadora". No es lo mismo ser cuasi dictatorial que ser literalmente un dictador. Eso por no decir que cada Margaret Thatcher hay unos cuantos equivalentes masculinos. El argumento con el que se me respondió entonces era que esto era porque las mujeres no lograban llegar al poder, así que la presunta legión de mujeres malvadas nunca lograba llegar a realizar su sueño de ser dictadoras. Este argumento abre una serie de problemas distintos: ¿Quiénes les impiden llegar al poder y por qué no hacen lo mismo con los dictadores hombres que sí llegan? ¿El hecho de de impedir que alguien dirija un país por ser mujer no es ya en sí mismo una demostración de, sino maldad, al menos injusticia? ¿El hecho de que el machismo imperante impida a la mayoría del mundo tener dirigentes femeninas es algo "positivo"?
  • El porcentaje de mujeres en prisión es bastante menor al de hombres. Según esta página, en toda Europa oscila entre el 4 y el 6% del total, siendo el porcentaje más alto el de Portugal, que asciende al 10%; en España por nuestra parte rondamos el 8%. Evidentemente no es un lugar fácil para nadie, pero por lo que he estado leyendo además, las mujeres particularmente pagan un precio extra por estar en la cárcel, sufriendo con mayor frecuencia que los hombres violaciones y abusos por parte del personal. La tasa de contagio de HIV en prisión es bastante más alta para las reclusas. Por otro lado, dado el menor número de prisiones femeninas que hay (en España por lo que he leído sólo hay cuatro; existiendo además centros mixtos), históricamente ha habido una tendencia a construirlos sin plantearse sus diferentes necesidades. La verdad es que el tema da para mucho, y a poco que leas te das cuenta de que la desigualdad sexual se multiplica en este mundo. Por cierto, parece un poco ridículo tener que decirlo, pero es evidente la conclusión que se saca de que el porcentaje de mujeres presas sea sensiblemente menor, ¿verdad?
  • Si bien evidentemente todo el mundo sale dañado en un conflicto armado, la mayoría de los refugiados son mujeres y niños. En una guerra, las mujeres (y los niños) se enfrentan al riesgo añadido de ser violados. Durante mucho tiempo este crimen no tenía una consideración aparte como crimen de guerra, ya que se daba por sentado que era "normal" en el contexto de una guerra. Podría poner ocho mil quinientos enlaces para ilustrar este punto, pero en fin, casi te diría que cojas cualquier guerra y ahí tienes un ejemplo. En la guerra de Bosnia, por poner un caso, había incluso campos dedicados exclusivamente a la violación de mujeres y niñas. Puedes leerlo aquí, con bastante más información en la versión en inglés.
  • Hablando de violaciones, la mayor parte de las víctimas de la trata de personas son, de nuevo, las mujeres y los niños (según esta página, el 80%). ¿Alguien duda del sexo de la gran mayoría de los clientes de este "negocio"? 
Seguramente podría seguir, y cada uno de los puntos podría ampliarse hasta dedicarles artículos y hasta libros enteros que los investigasen en profundidad, pero creo que en definitiva ya queda claro lo que quiero decir. Estos días todos hemos escuchado la noticia del secuestro, por parte de la organización terrorista Boko Haram, de unas 200 niñas que iban a examinarse en un instituto de Nigeria. Dicho grupo defiende una filosofía integrista (su nombre básicamente significa "La educación occidental es pecado"), y una vez declararon la autoría del secuestro, explicaron que las chicas no debían estudiar, sino casarse, ya que las niñas "a partir de los nueve años son aptas para el matrimonio". Todo esto me parece muy significativo y casi metafórico de todo lo que trato de decir aquí: en el mundo entero, las mujeres son oprimidas, violadas, silenciadas y básicamente anuladas de cientos de maneras distintas, y en la mayor parte de los casos, los autores de estos crímenes son... hombres.

Si has leído el artículo hasta aquí, sólo quiero darte las gracias, y pedirte que la siguiente vez que oigas, o te entren deseos de decir tú mismo/a, la frase de marras, pienses en al menos alguno de los puntos de que he mencionado más arriba. Mi opinión es que esta noción procede no del conocimiento ni de datos concretos, sino del machismo y la misoginia que imperan en el mundo, que llegan al punto de que incluso las propias víctimas de la frase la han interiorizado como cierta. Creo que necesitamos borrarla ya de una vez de la consciencia colectiva.

Y una última petición: si no estás de acuerdo conmigo y opinas que sí, que las mujeres son más malas, sólo te pido que en los comentarios expongas argumentos objetivos, y fuentes y ejemplos para apoyarlos, como he hecho aquí, y que recuerdes la distinción que he hecho al principio sobre la maldad y la Maldad.

Por cierto, casualmente, una vez acabado el almuerzo del que hablaba al principio de la entrada, reparé en el mantel de papel sobre el que habíamos comido.

Sí, eso que ves son manchas de grasa de la comida

Y si sabes euskera, lo podrás leer y verás que es... un poema feminista. A veces hay casualidades raras.